Por mucho que insistieron, Miriam se negó a dejar sola a su muñeca. La niña no protestó cuando le ordenaron quitarse la ropa y quedarse desnuda delante de todos esos desconocidos. Sin embargo, no consiguieron convencerla de que soltara su muñeca. Su madre le dijo que podía esconderla entre la ropa; nada le pasaría allí. Un amable soldado, que se acercó a la niña cuando la escuchó llorar, se comprometió a tener cuidado de la muñeca. No sirvió de nada. Miriam no consintió en separarse de ella.
Así fue como la inocente muñeca acabó dándose una ducha de gas.
Microrrelato finalista del Concurs Setmanal de Microrelats Wonderland