lunes, 23 de marzo de 2020

Papelera

Santiago Gil: “Un buen día te mueres y dejas de conectarte a internet. Ahí se acaba todo”.

–Nunca me vencerás –le dijo el Judío Errante.
–Pero te dejaré solo –replicó la Muerte.
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Los pueblos del mar arrasan Hattusa. Los aqueos arrasan Troya.
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–¿Por qué no está vuestra merced en casa?
–Soy caballero andante. He salido a desfacer entuertos.
–Vale, vale, pero ¿quién es el del burro?
–Mi escudero.
–Pues no veo que lleve ningún escudo.
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–Bruto, ¿qué tal ha sido el asesinato de César?
–Fatal, Porcia. Me ha llamado hijo. Voy a tener que hablar con mi madre.
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–¿Qué tal? ¿Cómo ha ido?
–Un desastre.
–¿No conseguisteis matarle?
–Matarle, le matamos, pero me humilló.
–¿Por qué? ¿Qué te dijo?
–Me llamó hijo de puta.
–¿Con esas palabras?
–No, con esas palabras, no. Fue peor. Cuando le hundí mi puñal, César dijo: ¿Tú también, hijo mío?
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IRONÍA
El mecánico no sabía dar besos de tornillo.
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¡Qué médico tan amable! Me ha dicho que ya no tengo que preocuparme de la hipoteca.
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Empezó poniéndose tres días la misma camisa. Dejó de quitarse el pijama y de ducharse. Olvidó cómo hablar. Convirtió su piso en un estercolero. Cuando, por fin, sonaron las sirenas que ponían fin a la cuarentena, había perdido toda su humanidad.
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–Bésame.
–Pero antes ponte la mascarilla.
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El confinado no pudo seguir viendo la película: en aquel coche viajaban cuatro personas.
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20 de julio de 1969. No entienden por qué dicen que Armstrong es el primer hombre en llegar a la Luna. En el manicomio saben que no es verdad.
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La marea del amor nos alcanzó. Pero aquello duró poco. Era un alma inconstante. Sólo nos quedó un verso quebrado, una caricia lenta, un beso fugaz.
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CUI PRODEST
Cuando vio la minuta del abogado, supo la respuesta a la pregunta.
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Todo el mundo se ha vuelto loco. Por eso cerraron los manicomios.
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Lupo, obispo de Troyes, regaña a Atila. Le dice que los jinetes del Apocalipsis son cuatro y le conmina a que venga con los otros tres.
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A Scheherezade se le acababan las historias. Afortunadamente, la cuarentena acabó en la noche mil una.
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Antes de crear la Tierra y al hombre, Dios estuvo practicando: creó el infierno y al demonio.
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For sale: double-barreled gun, used once.
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Después de su magnífico desempeño, para recompensar sus aciertos, como premio a sus desvelos, Fernando Simón fue nombrado médico de la ínsula Barataria.
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–Nos veremos en el infierno –me dijo.
Pero yo tenía un plan: con el dinero que conseguiría matándole pagaría el cielo.
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La Muerte está sobrecargada de trabajo. ¿Nadie la aplaude?
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La Muerte está sobrecargada de trabajo. Y nadie la aplaude…
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LUNA: Lugar de donde, sin duda, proceden algunos políticos.
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–Quédate a dormir.
–No tengo sueño.
–Tampoco es que vayamos a dormir.
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Banksy llevaba con orgullo que su obra adornase las peores paredes del mundo.
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DAD AL CÉSAR…
Constantino promulgó la libertad de culto al cristianismo, pero obligó a introducir una pequeña enmienda en los evangelios.
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Al vampiro, la sangre de los infectados de coronavirus le causaba una molesta tos y una desagradable congestión nasal.
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Los ciudadanos de Isauria estaban desganados, apáticos, se aburrían. El concejo municipal decidió tomar medidas radicales: decretó la cuarentena y el confinamiento en casa para evitar la propagación del virus del tedio.
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Después de expulsarles, Dios seguía tan cabreado que, en un tris tras, creó el infierno y al demonio.
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–Me mentiste.
–Lo hice por tu bien.
–No, lo hiciste por el tuyo.
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PARADOJA
Estar juntos les separó.
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La marquesa salió a las cinco. A las cinco y diez un policía le puso una multa.
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AJEDREZ
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. De pronto, ocurre algo imprevisible. El peón llega a la última casilla y decide convertirse en Dios.
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–Ganaré a Aquiles.
–¿Cómo puedes estás tan seguro, Héctor? ¿Qué harás?
–Le retaré a una carrera.
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CAUSALIDAD
La condesa de Castiglione seduce a Napoleón III. Cuatro mil soldados franceses mueren en las batallas de Magenta y Solferino.
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–La ciudad de Lutecia se libró de sus fantasmas.
–Ah, ¿sí? ¿Cómo lo consiguió?
–Contrató a un bardo, un tal Asurancetúrix, para que cantara por las calles.
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–La ciudad se libró de sus fantasmas. Todos huyeron.
–Ah, ¿sí? ¿Cómo lo consiguió?
–Camiones con megáfonos recorrieron las calles emitiendo ininterrumpidamente música de Mecano.
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–¿Dónde guardas el papel higiénico?
–No te lo diré.
–Córtale un dedo, Yafar. ¿Hablarás ahora?
–No y no.
–Córtale la mano.
–No hablaré.
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El indigente pilló el coronavirus. Con un poco de suerte le ingresarían en el hospital.
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Clodio Albino (901-968 A. U. C.). General romano. Fue gobernador de la Galia Bélgica y de Britania durante el reinado Cómodo. Después del asesinato de Pertinax, se proclamó dictador y dirigió sus legiones hacia Roma. Después de derrotar a Didio Juliano y a Septimio Severo, restauró la República, retirándose a la vida privada.
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–¿Te preocupa el virus?
–Claro que me preocupa. Llevo confinado con mi mujer casi dos semanas viendo Suits.
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El Gran Hermano ha muerto. Ahora nos vigila el Gran Sobrino.
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La única que Quim Torra no pudo saltarse fue la ley de la gravedad.
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Ceñidor de seda, vestido de tul, diadema en oro blanco, gargantilla de plata, zapatos de cristal. Nada le faltaba. Si Cenicienta hubiera sabido bailar, su éxito habría sido certero.
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¿Adán y Eva se avergonzaron de su desnudez? ¿Se avergonzaba Dios de la suya?
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Nadie se tomaba en serio el confinamiento. Decidió tomar medidas extremas. Decidió disparar a todos lo que iban por la calle.
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–Pero ¿por qué se enfadó tanto cuando Adán y Eva se comieron la manzana?
–Porque no lo hicieron por necesidad, sino por maldad, para hacer daño. Bien que se lo avisé: estaba verde.
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De pronto, Eva empezó a bailar. A aquella manzana le habían echado algo.
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NUEVO DICCIONARIO
Piropo: Improperio machista y heteropatriarcal que antiguamente recibían las mujeres cuando paseaban por la calle.
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–Te lo dije mil veces, Gandalf: íbamos a enfrentarnos a múltiples peligros. Necesitábamos a un experto, a alguien que no tema enfrentarse a criaturas maléficas y monstruos.
–¿Y a quién querían contratar, Thorin?
–A Geralt de Rivia, por supuesto.
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Encontró la cura del coronavirus, pero decidió no hacerla pública. Twitter se había vuelto muy divertido.
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Dibujo la cabeza del presidente, grande, muy grande. No creo que eso sea difamar.
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CONTRAFACTUAL
Stefan Zweig no se suicidó. Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial.
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Se quedó al pie del cañón cuando el capitán ordenó salir de la trinchera y dirigirse a las líneas enemigas. Fue fusilado por deserción.
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–¿Y tú por qué estás en el calabozo?
–Por estar al pie del cañón.
–¿Por estar al pie del cañón?
–Me quedé al pie del cañón cuando el capitán Belloubet ordenó salir de la trinchera y dirigirse a las líneas enemigas.
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Subió la marea. La caricia del mar me despertó. Estaba solo. Ella se había ido. Hacía frío. Se me puso la piel de gallina. Ella se había ido y no volvería. Aterido, me alejé de allí llevándome como recuerdo el beso que me dio a la luz de la luna.
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Misterio resuelto. Fui a hablar con la marquesa de Très-Venteux y se me insinuó. ¿Ahora entiendes por qué no cayó rendida en brazos de aquel galán?
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–¿Dónde guardas el papel higiénico?
–No te lo diré.
–Como no hables te vas a cagar.
–No me importa. Tengo papel higiénico.
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Al toro de Osborne no le gustaban que le torearan.
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La cuarentena duró siete meses. La gente no podía salir de casa. El virus mató al tres por ciento de la humanidad; el hambre, al noventa y cinco por ciento.
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Mark Duffy, piloto de B-17, escuchaba La cabalgata de las valquirias mientras bombardeaba Bayreuth.
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Chad McGavin, francotirador del 5º de infantería, no encuentra diferencia. Es lo mismo disparar a insurgentes iraquíes, matar a fanáticos afganos, abatir a familias que acuden a comprar al Costco de Littlefield.
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Los alienígenas llegaron con ánimo de conquistar la Tierra, pero tuvieron que desistir de su empeño: los humanos, empeñados en luchar entre ellos, no les hicieron caso.
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–Me he quedado sin balas. ¿Me prestas una?
–¿Para qué la quieres?
–Para suicidarme.
–Toma, aquí tienes.
–Gracias. Te la devolveré cuando acabe.
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El reloj de sol sigue dando la hora. Empieza a faltarle la esperanza. No llega la lluvia. Noé empieza a pensar que todo fue fruto de su imaginación, que tomó demasiado zumo fermentado de uva.
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Como quisiera estar confinado contigo.
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Echaron la puerta abajo. Se decía que el iracundo marqués había muerto en la capital. Habría comida en las despensas: al marqués le gustaba tener satisfechos a sus invitados de cacería. Equivocadamente creyeron que estaba la casa vacía.
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Jesús eligió que aplazáramos el hedonismo hasta después de muertos
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–Dibujo lo que veo. ¡Diantres! Ni más ni menos.
–Pero, maestro, en el caso del retrato de su majestad, debe dibujar no a la persona, sino a la institución, que no se puede difamar.
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DESPROPÓSITOS
Fue padre sin quererlo. Nació un árbol de la semilla que arrojó. Le gustaba escribir en el libro de reclamaciones.
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Fue padre de penalti. Escupió una semilla y nació un árbol. Escribió un libro de reclamaciones.
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–Oiga. ¿No sabe que no puede bajar a la calle?
–Pero es que yo, agente, no he bajado a la calle, sino a la avenida.
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Yo soy un hombre muy modesto, el más modesto del mundo, del universo, si me apuras.
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El paciente está como loco. Está tirando todas las cosas. ¿Qué hacemos?
Ignorarle. La tormenta pasará.
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MATEO 22, 21
No sabía si aquel recogimiento era por la cuaresma o por la cuarentena.
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Más Platón y menos Pablo.
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Primero se perdió la señal de internet. Luego se fue la luz. Los grifos dejaron de echar agua. Los alimentos se fueron acabando. Diez meses después, cuando acabó el confinamiento, el equipo de rescate encontró la casa vacía.
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¿Murria? ¿Sabes lo que hago cuando estoy triste? Me meto en la cocina, empiezo a hojear libros y me pongo a guisar.
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Cuando Franco ganó la guerra, hizo cuarentena de treinta y seis años.
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–¿Qué dice ese loco?
–Cuidaos de las calendas griegas.
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Nos quedamos en casa un martes y escribimos veinte microcuentos, tres relatos y una novela corta, leímos treinta libros, vimos The Wire y quince películas. Sí, fue un largo martes.
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Nos quedamos en casa un martes. Nos sentamos uno enfrente del otro. Nos miramos. Comprobamos que nos habíamos convertido en dos desconocidos.
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–A ver, ¿qué le preocupa?
–Que llueva, que no pare de llover.
–Pero si hace un sol magnífico.
–Pues me preocupa que comience a diluviar, que caigan truenos, rayos, que haya inundaciones, que corten la luz, que se vaya internet.
–No se preocupe, hombre. La tormenta pasará.
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El lobo hambriento
se acerca a las ovejas.
Suena un disparo.
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–¿Creen que la desaparición haya podido ser voluntaria?
–Todo es posible.
–Pero ¿siguen alguna pista?
–No descartamos ninguna hipótesis.
–¿Podrían haber sido los extraterrestres?
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–Quítame la ropa –le dije.
Y el muy imbécil cogió mi ropa y se fue.
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Platillos volantes habían sido vistos en Estepona. Los ufólogos acudieron esperanzados. Sin embargo, no era una invasión alienígena, sino una boda griega.
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POLÍTICAMENTE CORRECTO
La caja negra del avión ahora es incolora.
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Un día lees el Decamerón y al siguiente estás confinado en casa escribiendo microcuentos en Twitter.
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–¿Os disteis un beso en la boca?
–Hicimos lo que pudimos, pero ten en cuenta que ambos tenemos una cara muy picassiana.
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–¿Y dónde has ido este puente?
–Al balcón.
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Auschwitz no rima con nada.
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INFLEXIBLE
–Tiene, para entrar en la tienda, que ponerse guantes y mascarilla.
–Precisamente. Vengo a comprar guantes y mascarillas.
–Pues no puede entrar sin guantes ni mascarilla.
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Furioso por aquella proposición y para no caer en la tentación, Adán estranguló a Eva. Dios, como castigo, le expulsó del Jardín del Edén. Todavía deambula Adán por la Tierra. El primer hombre. El último.
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–Esta noche haremos una cacerolada contra…
–¿Otra cacerolada? Estoy harto.
–Piénsalo. Mejor una cacerolada que tirarse los trastos a la cabeza.
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DIARIO DEL CONFINAMIENTO
Día 6. Secuestro al perro de mi vecino. Me cruzo con dos municipales, que me miran desconfiados.
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Caronte está enfadado. Nadie sale a los balcones a aplaudirle.
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–¿Por qué haces dieta?
–Por una razón de peso.
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Llamé varias veces al 112 para denunciar que había visto a mi vecino salir a la calle. Me acabaron dando el número de Salud Mental.
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Todo aquello le ponía enfermo. Decidió hacer una cuarentena. No vería más la tele.
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–Tesis deficiente, Marcelo. Esa es mi crítica. No aporta nada. Vacía. Insustancial. Con bibliografía escasa y anticuada.
–Exageras, Luis. ¿Sabes? Estoy pensando que quedaría mejor si le cambiara la tipografía.
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DIARIO DEL CONFINAMIENTO
Día 6. Mis fantasmas me preguntan si no puedo dejarles un ratito solos. Salgo a comprar el pan.
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El presentador dijo que no saldría sin peinar ni sin maquillaje. Antes contagiado que sencillo.
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SEGUIR LAS RECOMENDACIONES
El tiranosaurio no paraba de toser.
–Un virus –le dijo el veterinario, que le recomendó, cuando fuera a estornudar, taparse la boca con el codo.
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El médico me ha recomendado que lo deje, pero sigo fumando por patriotismo.
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Visto que nadie respetaba el confinamiento, el Gobierno tuvo que recurrir a medidas desesperadas. Contrató a Agbepa Mumba, hechicero burkinés, hacedor de lluvia.
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El claustrofóbico no teme al coronavirus.
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El sacerdote hutu permitió quemar la iglesia donde había cientos de refugiados tutsis y hutus, consolándose con la idea de que Dios reconocería a los suyos.
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Cthulhu está un poco avergonzado: el coronavirus ha logrado en tres meses lo que él no ha conseguido en tres eones.