sábado, 26 de diciembre de 2020

Microcuentos sobre Cervantes

–En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…
–Hum, recuerdos reprimidos. Interesante -dijo el psicoanalista.
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Si un arcabucero turco hubiera tenido mejor puntería, Alonso Quijano no se habría vuelto loco.
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A Alonso Quijano le dio por escribir poesías amorosas. Todos los días le escribía tres o cuatro ripios a Aldonza Lorenzo.
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Resulta que Alonso Quijano tenía un ingenio azucarero.
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Siguiendo el ejemplo de otros caballeros que en el mundo han sido, don Quijote ordena a Sancho que fría un trozo de la carne de Rocinante, que acaba de morir.
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Cervantes mintió. No encontró las aventuras de don Quijote en el Alcaná de Toledo, sino en una calle de Roma. No estaban escritas en árabe, sino en francés. Su autor no era Cide Hamete Benengeli, sino un tal Pierre Menard.
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De tanto escuchar a su amo, Rocinante vino a perder el seso y creerse Bucéfalo, Genitor, Falión, Babieca.
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MORALEJA
¡No leas! Recuerda lo que le ocurrió al pobre Alonso Quijano.
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Sancho Panza naufragó en la ínsula Barataria.
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–Sancho, amigo, te haré gobernador de la ínsula Barataria.
–¿Y no podría vuesa merced nombrarme consejero delegado de alguna empresa semipública?
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Cuando don Quijote llegó a un castillo, llamó a grandes gritos al ventero.

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Decidió no crearse enemigos al empezar. Escribió: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme.
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Alonso Quijano no necesitaba ir al psiquiatra, sino al oculista.
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Cacarean, Sancho, señal que se nos ha pasado la noche.
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Cervantes se puso mano a la obra.
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INFELICE SUCESO
El león ataca a don Quijote y, por supuesto, lo mata y se lo come.
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NO HAY MAL…
Los batanes curaron el estreñimiento de Sancho.
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–¿Cómo se atreve a decirme que este libro es una estafa?
–No, señor Menard, no podrá convencerme de que usted es el autor del Quijote.
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–¿Sabes qué? Don Quijote ha derrotado a los gigantes.
–¡Mecachis! ¿Y ahora cómo vamos a moler el trigo?
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CUERDO Y LOCO
Don Quijote se miró en el espejo y vio a un loco.
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Estaba reventado de trabajar en el campo, harto de pasar hambre, cansado de no poder permitirse ningún capricho para sus hijas ni para su mujer. Por eso, cuando su vecino, el que estaba un poco loco, le propuso acompañarle a recorrer los campos con la promesa de regalarle una ínsula –fuera eso lo que fuera–, Sancho se subió a su rucio y se lanzó al camino.
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Se le pasaban los días y las noches leyendo y vino a perder el juicio. Y, envidiando las gloriosas hazañas del Cid y del Gran Capitán narradas por tantos historiadores, se fue a Italia para servir en el ejército y luchar contra los turcos.
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Se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo un día en que esperaba la visita de su familia política.
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Don Quijote ha advertido que, desde que lleva anteojos, no ve tantos gigantes.
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Si esos son gigantes, ¿qué será mi ínsula?
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No te preocupes, Rocinante. Nunca te cambiaré por un corcel de verdad. ¿A quién culparía entonces de mis derrotas?
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–¿Podéis explicarme qué pasó con el rucio de Sancho? Aparece, desaparece…
–Yo no tengo la culpa, sino Cide Hamete Benengeli.
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PARADOJA
Cervantes robó a manos llenas.
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Después de años de fiel servicio, Sancho Panza fue armado caballero; tomó el nombre de don Sancho de la Argamasilla. Sin embargo, muy injustamente, su rucio no fue ascendido a rocín.
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Demasiado tarde, Sancho Panza comprendió que la vida sería menos tediosa si los molinos de viento fueran gigantes.
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Ahmet Ahmetoğlu, arcabucero turco, falla. Cervantes no es herido en Lepanto. Es ascendido a capitán. Lucha en Flandes y en Francia. Se retira en 1597. Se casa. Tiene dos hijas. Es feliz. Un soneto suyo aparece en una antología publicada por Juan López del Pino en 1603.
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Don Quijote sospecha que Frestón ha hecho desaparecer su biblioteca para impedir que pueda superarle en sabiduría.
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Un martes de mayo, de cuya fecha no quiero acordarme, perdí el manuscrito del Quijote en el alcaná de Toledo. Tres meses después, un maldito idólatra llamado Cervantes lo publicó como si fuera suyo.
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¿Cómo es posible que Sancho estuviera tan gordo si era un muerto de hambre?
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Poco antes de morir, Simón Bolívar descubrió que había cabalgado a lomos de Rocinante.
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Si don Quijote, en el capítulo 18, ha perdido ya cuatro muelas, ¿cuánto tardará en perder todos los dientes? Cervantes hace cuentas, pero no le salen. Nunca se le dieron bien los números. Es por eso que está aquí, en la cárcel de Sevilla.
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De tanto leer el Quijote, vino a perder la cabeza y a pensar que ese era el mejor libro que jamás se había escrito. No merecía la pena ningún otro. Por lo que quemó el resto de libros que tenía en su biblioteca.
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Alonso Quijano se fingió cuerdo para que el sabio Frestón le devolviera la habitación de los libros.
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DON ESCARPE DE LA ALCARRIA
Lope de Vega está desesperado: sus comedias son un completo fracaso. Neciamente, el público prefiere las aburridas tragedias de Miguel de Cervantes. Lope renuncia al teatro, pero no a la pluma: quiere que le reconozcan su talento. Escribe una novela pastoril, novelas al modo italiano, una novela bizantina. Acumula fracaso tras fracaso. Sólo merece tímidos aplausos su novela satírica Don Escarpe de la Alcarria, cuyo protagonista se ha vuelto loco leyendo novelas de caballería.
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Ginés de Pasamonte iba tranquilamente montado en el burro de Sancho cuando el animal desapareció. Otra broma del sabio Frestón.
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INCLUSIVO
Instituto Miguel de Cervantes y María de Zayas.
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Aúllan, Sancho, señal que deberíamos salir corriendo de aquí.
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–En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.
–¿Por qué?
–Porque me hicieron pasar varios días en el calabozo.
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Dos tipos de escritores: Shakespeare, que deja de escribir y se retira al campo, y Cervantes, que en su lecho de muerte sigue escribiendo.
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PUERTAS GIRATORIAS
Sancho Panza, antiguo escudero de don Quijote de la Mancha, ha sido nombrado gobernador de la ínsula Barataria.
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Ha confundido una escultura moderna con un dragón. Jorge empieza a pensar que sufre el complejo de don Quijote.
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No eran molinos, sino gigantes, pero tan bondadosos que se apiadaron de aquel loco vociferante.
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Sancho Panza: No por mucho madrugar amanece más temprano.
Don Quijote: A quién madruga, Dios la ayuda.
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Aldonza Lorenzo se defiende: aunque es más fea de lo que la imagina Don Quijote, es más guapa de lo que la pinta Cervantes.
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–Sancho, me duele una muela.
–¿No quiere vuesa merced que vayamos a un pueblo a visitar a un barbero?
–No. Lo mejor será buscar una nueva aventura. Con un poco de suerte me la saltarán a porrazos. 
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Miguel de Cervantes compra unos papeles viejos llenos de caracteres arábigos en el Alcaná de Toledo. Los manda traducir. Son copias escolares del Corán.
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Don Quijote atacó los molinos de viento. Ahora nadie utilizaba el molino de agua que había heredado de su padre.
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El caballero de la Blanca Luna derrota a don Quijote, que muere. Sansón Carrasco es enviado a galeras.
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Estaban en medio de ninguna parte cuando se desencadenó la cellisca. Pronto estaban helados y mojados.
–¿En qué piensas, amigo Sancho?
–Mire, vuestra merced. Pienso en mi casa y en el fuego que estará ardiendo en la chimenea.
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Don Quijote derrotó a los gigantes. Ese año, en Castilla la Nueva, el precio de la harina se puso por las nubes.
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–Toma, Sancho. Mis ojos.
–Pero… ¿qué…?
–Dáselos a la simpar Dulcinea y dile que cometieron el pecado de mirarla.
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Miguel de Cervantes no tenía mucha mano izquierda.
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Aunque Sancho aseguró de que se trataba de molinos de viento, se guardó mucho de acercarse a ellos.
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Gutenberg no inventó la imprenta. Alonso Quijano no leyó libros de caballerías. Cide Hamete Benengeli no escribió la historia de don Quijote.
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Sencillamente, don Quijote no comulga con ruedas de molino.
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Rocinante galopaba. Don Quijote soñaba.
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–¿De dónde eres?
–De Mancha Real.
–¿De Mancha Real?
–Sí. ¿Acaso no sabes que La Mancha de Don Quijote es de mentira, una mistificación del sabio Frestón?
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Del poco dormir y del mucho leer libros de caballerías, a Aldonza Lorenzo se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio y a creerse Oriana, hija del rey Lisuarte de Gran Bretaña, Carmesina, presumible y única heredera del Imperio bizantino, Polinarda, hija del emperador de Alemania.
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Pierre Menard hizo traducir su libro al árabe andalusí y viajó en el tiempo para llevarlo al Alcaná de Toledo.
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Un par de años después de la muerte de su amo, Sancho, para recuperarse de las fiestas patronales de Villanueva de los Infantes, preparó una gran redoma de bebida del feo Blas y se la tomó. Tuvo que equivocar algún ingrediente, porque de pronto se encontró al lado de don Quijote.
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–Esto de gobernar debe ser difícil.
–Nada de eso, amigo Sancho. Tú dales a vascongados y catalanes todo lo que te pidan.
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La obsesión que el sabio Frestón sentía por don Quijote era patológica. Cuando el caballero manchego murió, escribió las aventuras del caballero manchego, llenándolas de falsedades y mentiras. Utilizó el pseudónimo de Cide Hamete Benengeli. El libro, que un tal Saavedra tradujo del árabe, tuvo tanto éxito que las hazañas reales de don Quijote acabaron cayendo en el olvido.
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El actor se miró en el espejo y se negó a admitir que era perfecto para hacer de Sancho Panza.
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Lepanto, la más grande ocasión que vio Cervantes.
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–Sancho, la rosicler Eo ha revelado sus guedejas.
–Esto, ¿qué?
–¡A levantarse!
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A los 50 años, la presbicia le impidió seguir leyendo libros de caballería. Por eso Alonso Quijano decidió vivirlos.
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–Observe vuesa merced que Clavileño tiene los dientes de madera.
–Sancho, ya conosces el refrán.
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¿Pensaba Gracián que había sido una desgracia que el arcabuzazo no hubiera herido a Cervantes en la mano diestra?
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Lope de Vega consiguió que Cervantes fuera condenado por plagiario: había introducido en su Quijote a Álvaro Tarfe, un personaje del Quijote de Avellaneda.
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Don Quijote nunca hacía trampas. No quería que su libro se confundiera con una novela picaresca.
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Rocinante siempre está ronceando. Don Quijote lo rocía de insultos. Ahora lo llama Ronceante.
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Si un arcabucero turco hubiera tenido mejor puntería, Alonso Quijano no se habría vuelto loco.
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Un encantamiento del sabio Frestón hace que Sancho sólo vea molinos y rebaños de ovejas donde hay gigantes y ejércitos.
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Ladran, Sancho, señal de que los perros del vecino necesitan urgentemente evacuar.
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Alonso Quijano recuperó la cordura. Sancho consiguió un par de asnos. El ama y la sobrina se libraron de un inútil que les estaba dejando sin hacienda. Al final de la novela, todos ganaron, excepto Dulcinea que por perder perdió hasta su nombre y volvió a ser la vulgar Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales.
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Sansón Carrasco no pudo casarse con la sobrina de Alonso Quijano, como quería. Después de todo, él tenía también un pasado de caballero andante.
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–Me ofrezco para desasnar a los niños de este pueblo.
–¿Tiene experiencia?
–Sí. Yo desasné a Sancho Panza.
–Le conozco. Era un labriego muy obtuso de Argamasilla de Alba. Y su nombre es…
–Ginés de Pasamonte.
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Ínsula Barataria: Porción de tierra rodeada de imaginación por todas partes.
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VIAJE A LA LUNA
Salió de su cámara y recorrió los pasillos. Llegó por fin al patio donde estaba el caballo. Le acarició el lomo. Miró el cielo y contempló la luna llena. Allí quería ir. De un salto, se subió al lomo de madera. Pensó si tenía que taparse los ojos, como la vez anterior. Decidió que no. Por unos instantes, dudó. ¿Qué enemigo podría encontrar allí arriba? ¿Qué extrañas aventuras le esperaban allí arriba? Recordó los versos del poema de Gandalín: “Al soberbio que intenta hollar la luna”. ¿Era un soberbio o sólo un curioso? Pensó en la gloria que alcanzaría si llegaba a la Luna. Todo el mundo conocería sus hazañas. Dulcinea se sentiría orgullosa de él. Sin más titubeos, don Quijote movió la clavija. No ocurrió nada.
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–Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante –dijo el Che.
¿Se le secó el cerebro y vino a perder el juicio de tanto leer libros marxistas?
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Cuando don Quijote se abrió una cuenta de Twitter, veía troles por todos lados.
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El Che Guevara se fue a lomos de Rocinante y Fidel Castro se quedó gobernando la ínsula Barataria.
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El cura y el barbero, cansados de revisar los libros de la biblioteca de Alonso Quijano, comenzaron a arrojar cientos de volúmenes y pliegos a la hoguera sin mirarlos. Uno de los libros que se quemó fue El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el original. Menos mal que Cervantes encontró otra copia en la alcaná de Toledo.
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Aunque dejó de ser gobernador, Sancho aprendió al menos un nuevo refrán: lo baratario sale caro.
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Pierre Menard, para superarse a sí mismo, escribió “Pierre Menard, autor del Quijote”.
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¿CÓMO SE TITULA LA PELÍCULA
Don Quijote cabalga solo por la planicie manchega: El llanero solitario.
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Iba a pasar toda la noche velando armas, pero se quedó dormido. Inevitablemente culpó al sabio Frestón, que le tenía ojeriza.
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La Inspección de Trabajo multó a don Quijote por tener trabajando a Sancho sin contrato de escudero.
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La demanda de Sancho contra la sobrina de Alonso Quijano por no entregarle los tres pollinos ha llegado ya a Estrasburgo.
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Después de convertir gigantes en molinos y ejércitos en rebaños, el sabio Frestón estaba agotado. Tuvo que lanzar un último hechizo. Hizo creer a don Quijote que era un loco. Y así consiguió derrotarle.
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Don Quijote supo ver gigantes donde los había.
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Desasnar a Sancho le resultó fácil a Ginés de Pasamonte.
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No murió en Lepanto. No se lo llevaron a Estambul. No se embarcó a América. Fracasó en el teatro. El Quijote se abría paso.
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Cállate, Sancho. Aquí el único ingenioso soy yo.
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–¿Sabes qué?
–¿Qué?
–Sancho Panza ya no es gobernador de la ínsula Barataria. Ha dimitido.
–¡Qué raro!
–Ya te digo. Seguro que tiene sangre judía.
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Pierre Menard ha manifestado en una entrevista que todavía no se siente preparado para escribir el Quijote de Andrés Trapiello.
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Cuando don Quijote vio unos gigantes en lontananza, decidió ignorarlos y darle un chasco al sabio Frestón.
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Cide Hamete Benengeli denunció a Cervantes por plagio. Desgraciadamente, le expulsaron de España en 1609, antes de que el caso llegara a los tribunales.
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Conocí a un Alonso Quijano. Le gustaban las novelas del Oeste. Un día se colocó el cinturón de pistolero. Desapareció.
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Después de que Cide Hamete Benengeli le denunciara, Cervantes regresó a la cárcel reo de plagio.
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TAN FELICES
Muerto Alonso Quijano, ama y sobrina comieron una olla de algo más vaca que carnero, salpicón, duelos y quebrantos, lentejas, algún palomino y, sí, perdices, muchas perdices.