Compré un ordenador de segunda mano por Wallapop. Quedé con el vendedor en Príncipe de Vergara. Parecía apurado. “Solo úsalo bien”, dijo mientras se alejaba sin mirar atrás. Era un portátil viejo, pero encendió sin problema. Lo curioso fue que, al abrirlo, descubrí una carpeta en el escritorio titulada “NO BORRAR”.
Dentro, había diez archivos de texto. Empecé a leer uno al azar. Lo que encontré me dejó helado.
La primera historia narraba cómo un niño desaparecía cada noche para jugar ajedrez con la Muerte, y si perdía, no volvería jamás.
La segunda contaba el hallazgo de una sirena atrapada en un tanque de agua en un laboratorio secreto, suplicando ser liberada antes de la luna llena.
La tercera era sobre un vampiro que se ocultaba como conductor de Uber, eligiendo cuidadosamente a quién convertir y a quién consumir.
En la cuarta, una niña descubría que sus dibujos cobraban vida, pero todo lo que creaba se volvía contra ella.
La quinta historia era un diario. Lo escribía un zombi que conservaba la conciencia y trataba de no atacar a los vivos. Su soledad era desgarradora.
La sexta mostraba un mundo donde los espejos eran portales. Cada reflejo era una dimensión distinta, y el protagonista quedaba atrapado en una donde nadie tenía ojos.
La séptima contaba cómo, en un pueblo remoto, los muertos volvían solo una noche al año, para terminar lo que habían dejado pendiente.
La octava hablaba de una mujer que podía detener el tiempo… pero solo cuando nadie la estaba mirando.
La novena historia describía a un hombre que encontraba un libro sin título. Cada vez que leía una página, algo de su pasado desaparecía, incluido el recuerdo de su madre.
Y la décima... era sobre alguien que compraba un ordenador de segunda mano y encontraba diez cuentos. El último párrafo terminaba describiéndome a mí, frente a la pantalla, con los ojos abiertos como platos.
Cerré el portátil. Temblaba. Volví a abrir la carpeta. Un nuevo archivo había aparecido: “Historia 11”.
Lo abrí.
Solo decía: “Gracias por continuar la historia.”
Y el cursor parpadeaba, esperándome.