—¿Por qué te casaste con Lucía?
—Simplemente, no quería estar solo.
—¿Y cómo era tu primera mujer?
—Cometimos la locura de casarnos después de conocernos dos semanas. A los tres meses conocí a Lucía.
—Entonces, soy la tercera.
—Sí, la tercera o la cuarta. He perdido la cuenta.
—¿La cuarta?
—Bueno, hubo aquella boda en Las Vegas… pero creo que no fue legal, porque el oficiante era un imitador de Elvis.
—¡Eso cuenta!
—Está bien, entonces eres la quinta.
—Quinta… ¡me siento como una sinfonía de Beethoven!
—Tranquila, ninguna de las anteriores pasó del primer movimiento.
—¿En serio? ¿Ni siquiera llegaron al allegro?
—Bueno, con Sandra llegamos al andante, pero se volvió muy lento. Con Patricia creo que ni siquiera salimos del preludio.
—¿Y la de Las Vegas?
—Esa fue más bien un intermezzo. Duró unas tres horas, contando la luna de miel en el estacionamiento del casino.
—Espera, dijiste cinco, pero solo me has contado cuatro.
—Ah, sí. La número dos fue muy breve. Nos casamos en un crucero y se mareó tanto que pidió el divorcio antes de que llegáramos a puerto. Técnicamente seguimos casados en aguas internacionales.
—¿Estás diciéndome que tienes una esposa fantasma navegando por ahí?
—No exactamente fantasma. Más bien... en limbo marítimo. Recibo postales navideñas desde diferentes puertos. Siempre firma «Tu esposa temporal, Margaret».
—Esto es surrealista. ¿Y qué hay de Lucía, la que mencionaste al principio?
—Lucía fue especial. Duró seis meses completos. Incluso llegamos a comprar muebles juntos.
—¿Y por qué se acabó?
—Se enamoró del vendedor de muebles. Aparentemente, él sí sabía la diferencia entre un sofá y un diván. Yo pensé que eran sinónimos.
—¿Y ahora qué? ¿Esperas que yo llegue al segundo movimiento?
—Bueno, ya llevamos cuatro meses de noviazgo. Eso ya es casi una plusmarca personal. Además, todavía no te has enamorado de ningún profesional de la decoración.
—Qué romántico. Soy tu relación más duradera por descarte.
—No por descarte. También porque eres la primera que no se marea en barcos, no se enamora de imitadores de Elvis, y hasta ahora has demostrado una admirable resistencia a los vendedores de muebles.
—¿Esas son mis cualidades más atractivas?
—Esas y que cuando dije que eras mi quinta esposa, no saliste corriendo. Eso habla de una estabilidad emocional excepcional... o de un grave problema de autoestima.
—Prefiero pensar que tengo un gusto exótico por las sinfonías incompletas.
—En ese caso, quizás juntos podamos escribir la primera que llegue hasta el final.
—¿O al menos hasta el tercer movimiento?
—Vamos paso a paso. Primero veamos si sobrevives a conocer a alguno de mis exsuegros...