martes, 2 de septiembre de 2025

Del recelo que tuvo Burebista del dictador romano y de cómo, sin mover ejército, lo venció con oro sonante

Sucedió que a Burebista, rey de los dacios, le llegaron rumores de que Julio César, dictador de Roma y azote de los galos, deseaba invadir sus dominios. ¿Y cuál era el motivo de tan alta querella? Ninguno, salvo la costumbre romana de desear lo ajeno como si fuese propio.

El prudente Burebista envió mensajeros con palabras de paz. César, cuya máscara marmórea y altiva no ocultaba sino una ambición de tamaño descomunal, los despidió con promesas que valían menos que una moneda de cobre limosneada a un mendigo.

Entonces el dacio, viendo que contra Roma el hierro poco podía, apeló al remedio universal: el oro. Y así, con generosas dádivas, fue captando a Casca, a Trebonio y aun al muy escrupuloso Casio, quien acabó por convencerse de que la libertad de Roma requería, además de discursos, ciertos incentivos.

Al principio eran apenas un puñado de sombras murmurantes; poco a poco, el círculo de los conjurados fue creciendo como una marea destinada a estrellarse contra el poder. Y cuando llegó el idus de marzo, en el Senado resonaron los aceros.

De este modo, sin mover lanzas ni catapultas, el rey de los dacios puso en marcha la más célebre conjura. Lo que le ocurrió a César lo saben los libros. Lo que no suelen decir es que, en los Cárpatos, Burebista sonrió.

domingo, 31 de agosto de 2025

Papelera

 Ernest Hemingway: «Sin embargo, resulta estupendo cuando uno escribe de verdad. No hay nada mejor».


—Maestro Tenkai, ¿debo usar la escoba de bambú o la de madera para barrer el patio?
—¿El suelo conoce la diferencia?
—No, maestro.
—Entonces, ¿por qué la conoces tú?
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Casares, con 6.046 vecinos, cuelga de la montaña como racimo de uvas blancas. Sus habitantes afirman que viven en el paraíso, pero olvidan avisar que subir hasta él requiere pulmones de cabra montesa y paciencia de santo mártir.
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—¿Has dejado de escribir?
—No, he dejado de fingir que tenía algo que decir.
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Una discusión no empieza con argumentos, sino con la humillante sospecha de que quizás el idiota de enfrente tenga razón.
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Marcos Muñoz cree que la imprenta desató una plaga de textos basura, que envenenó la cultura, y que las tecnologías digitales terminaron de convertir a cualquier idiota en editor de sus propias estupideces. En X, utiliza un seudónimo.
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Llegar significa enfrentarse a la realidad de lo que queríamos. Ir nos permite seguir soñando con que valía la pena el esfuerzo.
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El Gato con Botas creó perfiles fake en redes sociales para su boss. Le consiguió matches con princesas usando Photoshop. Pero cuando las conocía en persona, todas le hicieron ghosting. 
En cualquier caso, esa no fue una experiencia random; se hizo community manager.
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Júzcar se pintó de azul para recibir a unos duendes del norte. Ahora sus 164 vecinos viven en un sueño cerúleo donde las casas parecen fragmentos de cielo caído. El viajero no sabe si ha llegado a un pueblo o se ha perdido en las nubes.
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Íñigo Galván veneraba a Marx, no solo sus ideas sino su forma de vivir. Con la obsesión del imitador, sableaba a sus camaradas y engendró un hijo con su criada.
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PLAN DE VIDA
2025-2031: perseverar en mis objetivos profesionales, es decir, aguantar.
A partir de 2031: leer a Tito Livio.
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En 2024 dejó al psicoanalista que lo había escuchado desde 2015 y confió en ChatGPT. Tres años después, agotado de metáforas digitales y diagnósticos estadísticos, volvió a un psicoanalista humano. Quizá no para sanar, sino para que alguien lo mirara a los ojos.
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Ya sé que fumar está mal, no necesito que me lo recuerden en la cajetilla. Pero es mi pausa, mi pequeño ritual. Cada hora robo cinco minutos: un cigarrillo, un respiro, el silencio. No fumo solo nicotina, fumo soledad, fumo calma.
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DEMOCRACIA DIGITAL
El político prometió que gobernaría según las encuestas. Cumplió: cambió de opinión cada día durante cuatro años.
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Algunas mañanas, Pascual Ramos, agobiado por el peso del mundo, quiere mandarlo todo al cuerno. Casi siempre, un café humeante le devuelve las ganas de seguir.  
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El presidente se jactaba de no dejar cabos sueltos. Mandó llamar a un gurú, a un chamán y a un brujo. Sus enemigos resistieron, así que prefirió los amuletos modernos: una cuenta bancaria en Suiza y una mansión en Miami.
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Puddle on road became entire ecosystem.
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Aquella mañana, en el desayuno, el profesor de Historia decidió leer un periódico del 10 de noviembre de 1989.
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El optimismo es una enfermedad. Se cura solo con los golpes de la vida.
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Tiene que pagar tantos impuestos que necesita ayuda para vivir. Ayuda que no necesitaría si no fuera por esos impuestos.
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Tras huir del bosque, Hansel y Gretel toparon con la casa de siete enanitos que los pusieron a limpiar. Escaparon de madrugada y llegaron a un castillo en ruinas. Allí, entre muros derruidos, encontraron a una doncella dormida. Decidieron esperar a que despertara.
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X es un ejemplo de que resulta difícil engañar al algoritmo, pero bastante sencillo comprarlo.
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Tomás Martínez, cuando juega a la brisca o al tute, evita ganar porque los ganadores tienen enemigos y responsabilidades. Es más cómodo ser un perdedor simpático que un vencedor odiado.
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No soporta a los niños ni a quienes los tienen. Por eso, en un arranque de coherencia, se hizo vegetariano.
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EPÍLOGO
El lector llegó al final esperando un remate brillante. Solo encontró esta frase explicando que no había remate brillante.
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Reprocharle a un tímido su timidez es como reprocharle a un ruiseñor que cante al alba.  
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ESPAÑA INCREÍBLE
El escándalo no es que el alcalde se pasee en un Mercedes de lujo, propiedad de una empresa constructora, sino que alguien haya publicado una foto del alcalde conduciendo ese vehículo.
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STARTUP
Creó una app para conectar a personas solitarias. Era tan buena que se quedó sin usuarios: todos encontraron pareja.
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Un día supo que sus sueños no se harían realidad. No le importó: al final, soñar también entretiene.
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En el mundo habitan dragones. La gente, antes que enfrentarlos, nos llama a nosotros, los cazadores de dragones. Mas, cumplida nuestra hazaña, desprecian el esfuerzo, diciendo que era solo un lagarto, o niegan su existencia, afirmando que jamás hubo dragón.
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Cada nueva dinastía llamaba ladrones a los que gobernaron antes. Después, otros los llamaban ladrones a ellos. El emperador Zhen lo sabía bien. Pero él robaba con elegancia, dejando caer algunas monedas de plata en los templos y las manos de los mendigos.
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Cada mañana, mi madre me regañaba antes de que yo hiciera nada. Lo curioso era que, aunque yo pasara el día sin cometer una sola torpeza, al volver a casa ella decía: «¿Ves? Tenía razón en regañarte. Así te contuviste».
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Los lobos también mecen a sus pequeños con cuentos. Pero cuando llega el turno de Caperucita Roja, el relato se vuelve pesadilla: un lobo ingenuo es engañado, abierto en canal y vencido por una niña y un cazador implacables.
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En la entrada del parque infantil había un cartel que prohibía fumar, beber, montar en bicicleta y entrar perros. Como la gente fumaba, bebía, montaba en bicicleta y entraba perros, la Concejalía de Parques y Jardines tomó la medida más creativa: retiró el cartel.
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El origamista se hizo una novia de papel. Pero cuando intentó encender la pasión, solo logró cenizas.
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El primer cerdito pereció antes de recibir el permiso de obras. El segundo, con casa levantada pero sin cédula de habitabilidad, corrió igual destino. El tercer cerdito, más sagaz que sus hermanos, sobrevivió no por obedecer las leyes, sino por ignorarlas: era un okupa.
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Ella era guapa, simpática, encantadora. La acompañé a casa.
—¿Un café? —propuso.
Asentí, feliz de alargar la compañía.
—¿Le puedes echar un poco de leche? —pregunté.
—Por supuesto —respondió—. ¿Quieres leche de avena o de cucaracha?
Qué lástima, la noche pintaba bien.
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IDEA PARA UN CUENTO
Tengri está enfadado con los mongoles. Es un dios estepario, humilde, cuyo sencillo culto ya no encaja con su nuevo papel de gobernantes de medio mundo. Por ello, los mongoles lo abandonan por Mahoma y Buda. Tengri se venga. El Imperio mongol se desmorona.
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Ferran Lledó contaba monedas como si fueran reliquias. Reutilizó el papel de multas de tráfico para envolver regalos navideños. Su hija, cansada, le regaló un reloj de oro. Él lo vendió para comprar uno más barato, de plástico.
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Llegó un caballero a la puerta del castillo. Era barrigudo, calvo, con barba descuidada, orejas prominentes y nariz aguileña. La princesa lo observó desde la torre y rezó para que el dragón lo venciera.
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La crueldad lo guía sin más razón que la debilidad ajena. Te agrede porque imagina que callarás. Ignora tu silencio calculado, tu mente fría. No sabe que tienes paciencia. Dos semanas. Esperas la noche. Llevas una garrafa de gasolina y un mechero.
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Poco antes de medianoche, Cenicienta salió corriendo con tanta prisa que en las escaleras se le cayó uno de los zapatitos de cristal. El hábito, forjado en años de responsabilidad doméstica, pudo más que la urgencia del momento. Se dio la vuelta y recogió el delicado zapato.
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Soñó con un meteorito y despertó aliviado: el dinosaurio había desaparecido.
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—¿Y amor? ¿Lo has encontrado alguna vez?
—Una vez, sí. En una sopa de letras.
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En el sueño habita la eterna juventud. Cada noche renacemos sin memoria del ayer que envejece.
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Cansada de que los elefantes jugaran en su tela y espantaran a las moscas, la araña se fue a tejer a otro lugar.
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La nueva ley prohibió arrojar brujas a la hoguera. Pero no decía nada sobre arrojarlas desde una higuera.
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La humanidad es una mentira demostrada. Dios es una mentira aún por demostrar.
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Don Leandro Vilches, ataviado con capa bordada y cadenas de oro fulgente, entraba al mercado por un pepino. Pagaba con ducados resplandecientes y demandaba recibo con sello de realeza. Al partir, proclamaba: «Mi humildad es un tesoro que ostento con donaire».
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El examen de padre incluía contar cuentos infantiles. Le pidieron uno con caballero y princesa. Su respuesta: «Había una vez un caballero que quería a una princesa. La quería de veras. Pero no estaba preparado para casarse ni para tener hijos». El suspenso fue inevitable.
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Ulises regresó a Ítaca vestido de mendigo. Un niño compartió su pan, un anciano le entregó una moneda, una mujer le dio un trozo de tela. Tras tres días de limosnas, comprendió que la compasión alimenta más que los impuestos: había reunido más que cuando gobernaba.
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Dicen que para lograr algo hay que sufrir y desearlo con pasión. ¡Bah! Lucas prefiere el sofá. También ha llegado lejos: conquistó Winterfell, atravesó Springfield, sobrevivió a Raccoon City y merodeó por Twin Peaks.
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Que tú no eres libre. Ni yo tampoco. Ni nadie. Todos somos esclavos de Alá.
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Pedro Sánchez odia las vacaciones: lo cansan terriblemente. Tras tres semanas en Lanzarote, está agotado. Necesita recuperarse urgentemente, así que se va de finde a Andorra.
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Tras recorrer museos y galerías de arte, comprendió algo simple: pagar por un cuadro abstracto era un despropósito. Mejor coger un pincel y hacerlo uno mismo.
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Todos pensaban que el cíclope había sufrido un accidente. Siempre que alguien le preguntaba quién le había hecho aquello en el ojo, él respondía con calma:
—Nadie.
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El día perfecto acaba siendo el día menos esperado.
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Salió torcido y reí.
Pensé: «¡ahora brillará!».
Mas el hado dijo «sí»
y lo torció mucho más.
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Astronaut missed bus, moon remained unreachable.
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Dios creó al hombre, y el hombre creó el peine. El diablo inventó la alopecia.
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Soy optimista: cada vez que digo «no puede empeorar», el mundo me demuestra que aún tengo poca imaginación.
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—¿Por qué estudias filosofía?
—Para entenderme mejor.
—¿Y lo lograste?
—Sí. Ahora sé con precisión por qué soy un fracaso.
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Me negué al tatuaje obligatorio. Tras meses evitándoles, la policía me atrapó. El castigo fue inevitable: un tatuaje absurdo. Ahora, en mi mejilla, un unicornio rosa comiendo helado me mira desde el espejo.
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—¿Qué demonios te hizo matricularte en clases de interpretación?
—Un talento natural. Mi ex sigue convencido de que lo nuestro en la cama fue magnífico.
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Yavé creó el mundo con ChatGPT. Es fácil de comprender porque no fue nada original. Copió mitos cosmogónicos sumerios y babilónicos.
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Su marido le quitó la soledad pero no le dio compañía. Ahora tenía lo peor de ambos mundos: no podía llorar en silencio porque él preguntaba qué pasaba, pero tampoco podía contárselo porque no la entendería.
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EL PRIMER BORRÓN
Me senté frente a la página en blanco como quien encara a un enemigo antiguo. Había algo en su silencio que me desarmaba: tanta pureza, tanta calma, tanta ausencia de huellas. Era un espejo frío que devolvía mi incapacidad.
Me observaba con superioridad. Podía sentirlo. Me recordaba que yo necesitaba de ella, no al revés. Y, sin embargo, cometió un error: me subestimó. Creyó que seguiría inmóvil, atrapado en la impotencia.
Fue entonces cuando mi mano, casi sin pensarlo, dejó caer un borrón en el margen. Un accidente mínimo, una gota de tinta expandida como una herida oscura. No era una palabra, ni siquiera un trazo consciente, pero bastó para romper su perfección.
La página ya no estaba intacta. Había perdido su soberbia, y yo había ganado mi primera batalla. En aquel manchón había espacio para todo: un comienzo, un gesto de rebeldía, la prueba de que lo imposible podía quebrarse.
Ese borrón fue mi victoria y también mi liberación. Descubrí que escribir no empieza con palabras grandiosas, sino con el coraje de ensuciar lo inmaculado.
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Lanza tu corazón contra el último obstáculo. Y no esperes que alguien más lo recoja; ve tú mismo.
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Prefería a los parlanchines. Eran transparentes, sus intenciones obvias como cristal. Hablaban por nerviosismo, por necesidad de agradar, por costumbre. Sus palabras los delataban constantemente.
Los silenciosos, sin embargo, lo perturbaban. ¿Qué ocultaban tras esa quietud? ¿Conspiraban? ¿Lo juzgaban? ¿Conocían su juego y lo despreciaban por ello?
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Los ciudadanos votaron para eliminar las elecciones. La propuesta ganó por unanimidad. Nadie pudo votar para revertir la decisión. La democracia se perfeccionó a sí misma.
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Entró al bufete buscando una fotocopia. Salió con una demanda, tres cláusulas abusivas y un socio capitalista. El café sí era gratis.
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EL ORDEN DE LA LOCURA
El día de las elecciones nadie pensó que fuera posible. Sin embargo, en el manicomio se reunieron todos: los que gritaban al sol, los que coleccionaban botones invisibles, los que recitaban plegarias a máquinas inexistentes.
Primero destituyeron al director. Luego al nuevo director que intentó poner reglas. Más tarde, los celadores, que creían tener la llave del orden, fueron apartados sin discusión. El poder quedó en manos de los internos.
Lo inesperado fue lo que vino después. Se repartieron tareas con un rigor que hubiera envidiado cualquier república. El que contaba pasos se volvió encargado de horarios. La mujer que hablaba con sombras asumió el inventario. El hombre que repetía las mismas tres frases presidió las asambleas con puntualidad exquisita.
El caos se convirtió en disciplina. Las puertas se abrían y cerraban en horario exacto. La comida nunca faltaba. Nadie golpeaba a nadie, porque todos entendían que el dolor podía esperar su turno.
El manicomio, bajo su mando, encontró un orden extraño, perfecto, casi luminoso. Por primera vez, el mundo parecía tener sentido. Algunos, desde afuera, empezaron a pensar que tal vez los cuerdos eran ellos.
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—¿Nos hemos visto antes?
—Sí, estuvimos casados.
—No lo recuerdo.
—Por eso me divorcié.
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—Explorador, ¿dónde ha estado?
—Amazonas, Congo, Hadramaut.
—¿Y ahora?
—Explorando su escote, señora Frediani.
Ella cerró el mapa de golpe.
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Don Alfonso de Padilla quería matar al dragón que asolaba el Santo Reino. Después de presentar diecisiete formularios, tres estudios de impacto ambiental y una declaración jurada de intenciones heroicas, el dragón murió de vejez. La burocracia había vencido donde falló la espada.
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Logró la inmortalidad pero se olvidó de pedir la juventud eterna. Mil años después sigue vivo, sordo, ciego y decrépito, recordando cuando la muerte era una opción.
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No despertó con un beso, sino con una notificación de WhatsApp. El príncipe llegó tarde: ella ya tenía 300 likes en su foto dormida y un OnlyFans exitoso. El “final feliz” fue su independencia económica.
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El lobo la siguió en Instagram. Ella aceptó por error. Cuando llegó a casa de la abuela, el feed estaba lleno de filtros de orejitas y dientes. Nadie sobrevivió, salvo el algoritmo.
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Dejaron migas, pero Google Maps los rastreó mejor. La bruja intentó engordarlos con ultraprocesados y Uber Eats. Al final, ardió junto con su Wi-Fi. Los niños cobraron indemnización y montaron una cadena de pastelerías veganas.
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DE CÓMO, UNA VEZ MÁS, VENCIÓ LA PLUMA A LA ESPADA
Don Antonio de Haro, caballero de buena fama, alzó su espada ante el Real Consejo, protestando que libraría al reino del dragón que hollaba campos y aldeas del Santo Reino.
—Empresa loable —dijeron los consejeros—, mas primero habéis de cumplir con las ordenanzas.
Pidióselo memorial con tres sellos y cuatro firmas, probanza de nobleza, licencia para acometer peligros inauditos y seguro de estocada y decapitación. Mandáronle además relación jurada de sus habilidades bélicas y certificado de galeno que declarase aptitud para tan singular refriega.
El Consejo de Sostenibilidad, muy solícito, detúvole dieciocho meses por menester de saber si la muerte del dragón dañaría al ecosistema de su caverna y, sobre todo, a los murciélagos que allí moraban, criaturas de gran provecho en la devoración de mosquitos.
La Secretaria de Naturaleza fue más celosa: declararon al dragón postrero de su especie y, por ende, criatura sacra, digna de amparo. Matarlo, dijeron, sería crimen contra la diversidad.
Y mientras don Antonio apelaba, el monstruo, cansado de tanta traza, entregó el alma por achaques de vejez.
Así fue como el reino celebró no al héroe de la espada, sino a los escribanos, plumas y tinteros que lograron vencer al Mal sin derramar gota de sangre, salvo la de quien aguardaba aún resolución definitiva de su expediente.
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Dos niños perdidos entran en la casa de una señora vegana que prepara galletas de kale. Hambrientos, prefieren ser cocinados antes que masticar un brownie sin gluten. Final feliz: la hoguera fue menos dolorosa que el postre.
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El gato consiguió más seguidores en TikTok que su amo. Con cada vídeo viral le conseguía tierras, títulos y hasta una herencia. Moral: en la era digital, la astucia se mide en hashtags y no en espadas.
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El gato se convierte en community manager del marqués: filtra rumores, edita memes y manipula encuestas. El marqués triunfa en política, el gato en OnlyFans. El ogro sigue denunciando que le hicieron deepfake… nadie le cree.
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Rapunzel abrió un OnlyFans capilar. El príncipe no trepó: contrató un dron con cámara HD. El encierro acabó en trending topic, y ella firmó contrato con L’Oréal. Moral: nadie baja del castillo gratis.
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Rapunzel vive confinada en un piso sin ascensor. En vez de soltar el pelo, lo vende en Vinted. El príncipe le pide acceso al Wi-Fi; ella le responde: «Si no traes fibra óptica, baja por la escalera, campeón».
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Ya no presume de matar «siete de un golpe». Ahora son siete mosquitos con dengue. Publica la hazaña en X, recibe burlas y memes. Finalmente, lo cancelan por crueldad animal.
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Tras matar siete moscas, el sastrecillo presume en LinkedIn: «Gestión de crisis nivel europeo». Lo contratan como coach motivacional y da charlas TED. Nadie nota que sigue viviendo con su madre, sin trabajo real desde 1485.
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Renunció a su voz, pero se la compró una discográfica. El príncipe se casó con una influencer de yoga. Ella, hundida, fundó una startup de filtros de agua. Su canto olvidado suena como ringtone barato.
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Entrega su voz por piernas, pero le salen juanetes y TikTok exige baile. El príncipe prefiere a otra con filtro de sirena. Al final, la pobre se convierte en espuma… de caña artesanal, por lo menos algo refrescante.
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Hoy no necesitaría llaves ni sótanos: bastaría con carpetas ocultas en la nube. Sus esposas descubrieron todo en Google Drive. El verdadero terror fue que la contraseña era “1234”.
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Se llamaba Álvaro Nistal y era el vecino perfecto. Demasiado perfecto. Salía a la misma hora cada mañana, con los mismos pasos medidos, el mismo abrigo impecable y la sonrisa siempre en su sitio. Yo lo observaba casi sin querer, al principio con la simple curiosidad del que comparte paredes y horarios. Pero con los días, aquella rutina comenzó a agrietarse.
¿Por qué anotaba cada uno de mis movimientos en una libreta diminuta que guardaba con celo? ¿Por qué había micrófonos ocultos en las rejillas de ventilación de mi casa, micrófonos que no eran míos? ¿Por qué, cuando doblaba una esquina, lo encontraba tras de mí, simulando mirar un escaparate o contestar al móvil?
Las preguntas crecían y me devoraban, hasta que una tarde, en una cafetería de barrio, hallé la respuesta. Álvaro estaba sentado con dos desconocidos, conversando en voz baja. Yo me refugié en una mesa apartada, temblando mientras removía un café. Entonces, la televisión del local interrumpió cualquier pensamiento: un noticiero hablaba de un programa piloto del Gobierno. La idea, decían, era utilizar voluntarios, pero habían terminado reclutando a presos. Les borraban la memoria y los convertían en bomberos, limpiadores, espías.
La voz del presentador se mezclaba con la imagen de rostros vacíos, disciplinados, mecánicos. Reconocí a Álvaro en esa galería de esclavos sin pasado. Comprendí, al fin, la perfección de sus gestos, la ausencia de grietas.
Me quedé inmóvil, con el café frío entre las manos. No sabía qué era más aterrador: que él fuese un preso convertido en máquina o que yo, desde hacía meses, hubiese sido su único experimento.
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Un tipo millonario con castillo y bigote sospechoso pide confianza: «Nada de abrir esa puerta». La esposa, con ansiedad, abre igual. Descubre ex-mujeres en modo cadáver. Moral: nunca salgas con alguien cuyo Tinder tiene fotos en sótanos húmedos.
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El duende ya no exige el hijo: quiere las contraseñas del banco y acceso a Netflix. Ella googlea su nombre, lo doxea en Reddit y gana el juicio. Moral: nunca subestimes el poder del buscador.
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Los Tres Cerditos compraron el castillo de la Bella Durmiente en una subasta inmobiliaria. Lo convirtieron en un hotel boutique anti-lobos con sistema de seguridad avanzado. El lobo ahora trabaja de portero, rehabilitado tras terapia psicológica y un curso de hostelería profesional.
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Un enano criptobro exige el primogénito a cambio de minar Bitcoin. La chica, astuta, descubre su nombre en Reddit. El enano, doxeado y cancelado, pierde seguidores y se marcha indignado: «¡No entendéis la blockchain!». Nadie lo extraña.
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El primero construyó en Airbnb, el segundo en Vinted, el tercero invirtió en ladrillo. El lobo no sopló: compró la hipoteca y los echó. La moraleja moderna: nunca subestimes a la banca.
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Construyen casas con ladrillo, madera y paja. Llega la hipoteca, y el banco sopla más fuerte que cualquier lobo. Resultado: tres cerditos desahuciados compartiendo piso en Airbnb. El lobo, satisfecho, resulta ser director de sucursal bancaria.
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Rapunzel se cansó de que subieran por su pelo y se lo cortó para donarlo a La Sirenita, que había perdido su voz en un contrato leonino con una discográfica. Ambas montaron un salón de belleza especializado en extensiones mágicas para víctimas de cuentos patriarcales.

El cansancio

     Algunos están meses escribiendo sin parar, febriles, poseídos por la musa. De repente, no pueden más: les llega el cansancio. En los casos menos graves, logran todavía escribir una hora al día, aunque cada palabra pesa como una losa. Poco a poco, la vida cotidiana se les complica: ducharse, vestirse, cocinar. Hacer la compra les toma horas, por lo que muchos recurren a internet. Al principio aún pueden salir de casa, tambaleantes, aferrándose a la vida. Pero, en los casos más graves, el cansancio los encadena a la cama, donde yacen inmóviles durante días, meses o incluso años, esperando en silencio a que la muerte, lenta y paciente, finalmente los reclame.

Del asombroso amuleto que a Napoleón le regaló la suerte, y cómo la perdió, para su mal

     Aquella noche que pasó en la Gran Pirámide, Napoleón Bonaparte soñó —o al menos así lo contó después— que entre dos enormes piedras había un amuleto. Al despertar, allí estaba. Lo llevó siempre colgado, y aunque ya era afortunado —recordemos el episodio del puente de Arcole—, su suerte mejoró. 
     Se decía que era pequeño, apenas del tamaño de un medallón, y tenía forma de escarabajo —como los que los antiguos egipcios tallaban en jade o lapislázuli para engañar a la muerte. El de Napoleón, sin embargo, no era de piedra, sino de un metal oscuro, sin brillo, como si absorbiera la luz y la fortuna ajenas. En su centro, una inscripción ilegible: tal vez jeroglíficos, tal vez simple desgaste del tiempo. Bonaparte lo llevaba al cuello, oculto bajo el uniforme, como quien no quiere tentar a los dioses presumiendo de haber robado uno de sus artefactos.
     Su criado mameluco, Roustam, lo olvidó en la campaña de 1809. Todos sabemos lo que ocurrió en Essling. Hubo que traerlo de París; unas semanas más tarde, Napoleón aplastó a los austriacos en Wagram.
     Cuando iba a iniciar la campaña de 1812, se dio cuenta de que no encontraba el amuleto. Pensó que no lo necesitaba, pues derrotó a Kutúzov en la batalla del río Moscova. Luego, para su desdicha, llegó la retirada de Moscú y una larga sucesión de derrotas: Leipzig, Vitoria, Waterloo…

Quisicosas

La España de Pedro Sánchez entretiene. Pero, como todo espectáculo, la función acaba costando demasiado.
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El arte de sobrevivir consiste en administrar pequeñas dosis de café, chocolate y alcohol. --
La política es el arte de fastidiar a los electores sin que estos se den cuenta.
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Suicidas chapuceros: Emilio Salgari, Yukio Mishima, Malcolm Lowry, John Kennedy Toole…
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Él no me olvidará, pero yo sí le olvidaré a él. Esa será mi venganza.
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Callar es el método más rápido para decirlo todo. Eso sí, que no te pidan explicaciones después.
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Domina lo pequeño. Comprenderás todo.
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Guardo buenos recuerdos de 2014. No porque lo fueran, sino porque la memoria es una maquilladora barata.
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En política, el verdadero talento está en posponer lo inevitable, celebrarlo como logro y convertirlo en herencia maldita.
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Hay gente que reivindica a Stalin. HAY GENTE QUE REIVINDICA A STALIN.
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Últimamente, con tal de evitar las discusiones, he abandonado incluso el diálogo interior y la autocrítica y, por no tener, ya no tengo conflictos internos.
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ESPAÑA INCREÍBLE
Alguien afirma tener un título —que no posee— y accede a un puesto de nivel A1. Años después, le exigen el título. Al no tenerlo, lo degradan de puesto, pero mantiene su sueldo de nivel A1.
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El país de Kafka no conoce límites. Tampoco conoce redenciones.
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Si algo es claro, un intelectual lo oscurece. Sin humo, no habría escenario.
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Cuando el único termómetro de tu éxito es tu saldo bancario, corres el riesgo de confundir riqueza con plenitud. El capitalismo alimenta precisamente esta confusión peligrosa.
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Un microcuento es perfecto cuando ya no necesitas que 17 desconocidos confirmen tu genialidad con un corazoncito.
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Pues, diga lo que diga Freud, Edipo no tenía complejo de Edipo.
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La ministra de Sanidad asegura que madrugar es malo. Madrugar no es malo; lo malo es trasnochar y después madrugar.
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Sospecho que existe un dado para contar historias, pero esta vez usado para tatuarse. Tiras el dado y te tatúas lo que salga, sea lo que sea, por absurdo que parezca. Algunos usan ese dado para tatuarse en exceso.
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Volverse loco puede ser comprensible. Volver a la cordura después, eso sí que es de locos.
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¿Por qué la timidez siempre se interpreta como soberbia, indiferencia o mala educación? Lo siento si no saludo: estoy demasiado ocupado sobreviviendo al pánico social.
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Nos reímos de los milicianos de Maduro, pero deberíamos preocuparnos por los malicianos de Sánchez.
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Dicen que pasa el tiempo. En realidad, lo que se nos escurre son las ganas de vivir.
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Dormir sienta bien. Es la manera más sencilla y económica de olvidar la edad.
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Algunas mañanas uno decide mandarlo todo al cuerno. El dilema es si hacerlo antes del desayuno o después del café.
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Nada brilla tanto como la primera frase. Lástima que lo que sigue suele ser un bostezo.
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La paciencia más plena nace precisamente cuando morimos a la esperanza.
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Envidio a la gente a la que le gusta perder el tiempo leyendo novelas.
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Hay carreras universitarias realmente extrañas: grado en Cultura Simpson, doble grado en Matemáticas y Música, licenciado en Teología, doble grado en Derecho y Bellas Artes, licenciatura en Ciencias Políticas…
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No hay debate: si te levantas al mediodía, ya perdiste medio día. 
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Pues podrá haber desenterrado a Franco y enterrado la monarquía, pero eso no le hace menos mentiroso.
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Los mismos que te dicen que no tienes derecho a heredar la cómoda de tu abuela —porque te daría ventaja sobre quienes no pueden heredar la cómoda de sus abuelas— son los mismos que defienden que los ciudadanos vascos y catalanes tienen más derechos, heredados de la Edad Media.
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BEGOÑA GÓMEZ
Esposa y catedrática.
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No siempre ir a un balneario es saludable. Fíjense en lo que le pasó a Cánovas.
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No llores por tu cosecha de miseria si lo único que sembraste fueron excusas y mediocridad.
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Si crees que tu salud es mala ahora, espera veinte años.
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El asesinato de César fue, para los dacios, una buena noticia. Al menos les regaló un siglo y medio antes de su genocidio.
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Despertamos esta mañana. Qué suceda después es un misterio que nos mantiene ocupados y preocupados.
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Pedro Sánchez, desdeñador de ocios, aborrece las vacaciones, que le fatigan sobremanera. Tras tres semanas en Lanzarote, yace exhausto. Anhelando remedio, parte raudo a un fin de semana en Andorra, donde halla quietud en el bullicio de las cumbres.
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La fantasía no consiste en crear lo inexistente. Consiste en valorar y atender lo que nos rodea con atención y asombro.
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Los urbanitas creen que, cuando la temperatura está por encima de 35º, se producen incendios espontáneos.
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Todos manipulamos nuestras memorias. La verdad histórica de uno mismo es imposible de alcanzar.
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Para mantener la tradición del «vuelva usted mañana», es habitual que las páginas web de la administración pública experimenten en la nueva era digital problemas de lentitud, bloqueos o fallos debido a diversos factores, incluida la sobrecarga del servidor.
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Deberíamos tener derecho a jugar con la misma baraja. Ellos quieren fueros; yo también. Quiero los derechos que reconocía el fuero del Reino de Jaén.
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Si quieres paz, confía. Si quieres seguir vivo, sospecha.
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Saber callar es clave en el matrimonio. Sobre todo cuando tu argumento es irrefutable.
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Los peores jugadores son los que nunca disfrutan la mano actual. Siempre corren hacia la siguiente derrota.
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Solo los tontos esperan que el mundo les divierta. Los demás se encargan de entretenerse solos.
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Los urbanitas creen que el tomate que compran en el súper sabe a tomate.
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En la Revolución francesa perdieron la cabeza hasta quienes no perdieron la cabeza.
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Tres tipos de ignorancia: no saber, saber mal y saber cuando ya no sirve de nada.
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Hijos: felicidad y pérdida de libertad.
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El populismo es como las dietas milagro: te ilusiona rápido y te deja peor que antes.
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Lo brutal es la guerra. Lo demás, consecuencia.
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Escribir es llenar el vacío: el de la hoja en blanco y el de la vida.
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Hay silencios que son discursos enteros.
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Los urbanitas creen que en los pueblos, en verano, hace mucho calor.
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ESPAÑA INCREÍBLE
Por el riesgo de incendios, los urbanitas prohibieron quemar rastrojos, tradición rural que servía para limpiar campos y reducir material inflamable. Ahora, la maleza acumulada multiplica el riesgo; los incendios son peores.
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Sobrevivir absorbe tanto que casi olvidas por qué vives.
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No me pesa lo que hice mal. Me pesa lo que ya no podré hacer mal.
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Los terraplanistas niegan la Tierra redonda, aferrados a conspiraciones absurdas. Los marxistas rechazan el mercado, ciegos a los éxitos del capitalismo, que ha reducido las desigualdades.
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Hasta los 25 leía más libros de los que compraba. Luego, durante un tiempo, compraba tantos como podía leer. Después empecé a comprar «para más adelante». Ahora casi no compro: no puedo leerlos y, lo peor, sé que nunca lo haré.
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Propongo seriamente que la polarización se convierta en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
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¿Debo perdonar solo porque el Estado ha decidido perdonar?
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Hace setenta años viajaron a La Carlota para preñar a la burra. Ahora, sentados en la plaza, hablan de ello con nostalgia.
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Algunos ministros españoles merecerían la condecoración de Héroes de la Unión Soviética. Curioso, ¿no?
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El día perfecto resulta ser aquel que menos esperábamos.
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Es triste reconocerlo: me acostumbré tanto a las interrupciones que ahora me resultan necesarias. Ya no sé escribir en silencio.
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En la Edad Media, el privilegio lo daba la cuna: nacer noble aseguraba poder y respeto. Hoy, el linaje importa menos, pero el dinero y el cargo ocupan su lugar, blindando a quienes los poseen con un nuevo escudo de privilegios igual de excluyente.
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Nada empieza en la confianza. Todo comienza en la sospecha.
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El dinero ganado dignamente compra el derecho al placer sin culpa.
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Mi hijo me pidió que le dibujara un híbrido de Godzilla y tiranosaurio. Le dije que necesitaba permisos de la Consejería de Expresión Artística y del Ministerio de Artes Plásticas. También tenía que comprobar que el dibujo no fuera contra las normas europeas. La burocracia empieza temprano.
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La mujer fue la última obra de Dios; me pregunto si primó la perfección adquirida o el cansancio.
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La carga de la Brigada Ligera, tan heroica en los libros, fue en realidad una pelea de cuñados: alguien entendió mal, otro no quiso rectificar, todos se creyeron con razón… y al final, desastre.
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La sospecha oscurece. La luz necesita sombra.
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El mal previsible hiere. El impredecible destruye.
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La Edad Contemporánea ya empezó mal, con el pueblo de París asaltando la Bastilla y liberando a un delincuente sexual y a un falsificador.
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Antes, los libros me enseñaban. Hoy, los libros me ayudan a huir de lo que aprendí de la vida.
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Algunos nacen con el don de escribir. Otros encuentran en la escritura la forma de volver a empezar.
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Admiro a esa gente a la que le prestas un libro, se lo regalas o simplemente lo recomiendas, y lo lee. Da igual el libro: sobre la fruta de temporada o el mundo secreto de la microbiota, cómo ordenar tu casa o una novela que cuenta el amor de un highlander y una rica heredera taiwanesa, o un libro de cuentos de un bombero de Mississippi. Les ofrezcas lo que les ofrezcas, lo leen. Admiro a esa gente que está en clubes de lectura y lee los libros insulsos que —en ocasiones— se leen en los clubes de lectura.
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Cuando nada ocurre, siempre hay alguien dispuesto a convertirlo en épica. La nada es el tema más prolífico de la literatura contemporánea.
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Gobernar es pasar la pelota. Lo importante no es arreglar nada, sino que explote en manos ajenas.
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La felicidad es tan escasa que cuando llega ya estamos entrenados para desconfiar. Preferimos la familiaridad de la tristeza a la incertidumbre de la dicha.
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Engels, por lo menos, era buena persona.
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El Guernica costó 200.000 francos al Gobierno de la República. Al cambio actual, unos 100.000 euros. Una obra maestra, sí, pero… ¿no habría sido más útil comprar, no sé, fusiles?
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Sospechar: instinto de supervivencia.
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Y si les hubiera salido bien la holgazanería a los reyes merovingios. A los emperadores de Japón les ha salido bien.
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Llevo meses en X silenciando a los que hablan de política, porque me conozco. Soy como un toro: acudo al capote. Pero si silencio cinco, aparecen siete más. 
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Todos reciben cartas marcadas en este juego, pero prefieren culpar al crupier. Es más fácil llorar mala suerte que jugar bien las manos.
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Escritores famosos que recibieron el Nobel: Thomas Mann, Ernest Hemingway, William Faulkner, Gabriel García Márquez, T. S. Eliot, José Saramago… 
Escritores famosos porque recibieron el Nobel: Imre Kertész, Herta Müller, Abdulrazak Gurnah…
Escritores famosos aunque no recibieron el Nobel: Jorge Luis Borges, Graham Greene, Vladimir Nabokov, Thomas Bernhard, James Joyce, Virginia Woolf, Marcel Proust, Julio Cortázar…
Escritores olvidados aunque recibieron el Nobel: Sully Prudhomme, José Echegaray, Eyvind Johnson, Harry Martinson…
Escritores olvidados porque no recibieron el Nobel: Richard Linkleter, Adam Zagajewski, Jaan Kross, Felisberto Hernández...
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A menudo tenemos muchos motivos para actuar. El más poderoso de todos suele permanecer oculto.
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¿Quieres presenciar el abuso de la ley? Cruza la puerta de un juzgado.
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La guerra terminó en tregua. Quedaron dos Españas. ¿En cuál estoy yo? Pues ese es el problema: no lo sé.
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Estoy tan acostumbrado a perder que ganar me fastidia.
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El Movimiento se refutaba andando.
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A lo largo de la historia, la gente ha vivido en pareja por amor, compañía, apoyo mutuo o estabilidad familiar. Hoy, muchos lo hacen por motivos pragmáticos: compartir el alquiler, dividir gastos, ahorrar tiempo en tareas o acceder a beneficios legales, lejos del romanticismo.
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El mejor antídoto contra el comunismo fue el comunismo soviético.
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Exigir valentía a un tímido es un gran consejo. Equivale a decirle a un pez que pruebe el desierto.
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Si las Cortes prohíben la prostitución, ¿dejará de haber políticos hijos de puta?
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Cancericidios: Paul Auster, Antonio Gala, Fernando Vizcaíno Casas, Carlos Ruiz Zafón, Tomás Eloy Martínez, Gabriel García Márquez, Rafael Chirbes, Michael Crichton, Martin Amis, Christopher Hitchens, Susan Sontag, Sue Grafton, Russell Banks, Almudena Grandes…
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Preguntar es caminar en la penumbra. Hallar es encender un verso en la noche.
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Salieron de Hitler y se metieron en Stalin.
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El escritor que escribe lo que quería escribir ya perdió. Para eso existen las listas de la compra.
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La vida sería insoportable si no nos ocupáramos en olvidarla.
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No sé si los incendios tienen que ver con el cambio climático, pero apenas ha habido fuegos en Córdoba o Sevilla, que yo sepa, pero sí en zonas donde la ganadería tiene (o tenía) gran importancia: Extremadura, León, Zamora, Orense…
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Me autopercibo como dragón, pero sospecho que ningún San Jorge perderá el tiempo conmigo.
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Si todos son importantes, entonces nadie lo es.
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Hernán Cortés conquistó el Imperio azteca con una tercera parte del personal que tiene hoy el Ayuntamiento de Jaén.
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Hernán Cortés conquistó el Imperio azteca con una quinta parte del personal que trabaja en Moncloa.
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Era tan vago que prefería que lo perdieran antes que perderse.

Invisibles


Durante los peores años de la guerra, los estrategas diseñaron un plan audaz: camuflar la ciudad. Pintaron tejados, sembraron árboles falsos, distorsionaron señales, borraron las coordenadas oficiales. Se construyeron calles que no llevaban a ninguna parte. La estación de tren fingía ser una cantera abandonada. Hasta el río fue desviado unos metros, para desorientar a quien lo buscara desde el aire.

La idea era simple: si los bombarderos no la veían, no podrían destruirla. Y funcionó. Ninguna bomba cayó. Nadie la invadió.

Pero los años pasaron. Los soldados regresaron a sus hogares. La paz llegó. Y con ella, la confusión.

Las autoridades trataron de reactivar los registros, de actualizar los planos. Pero algo fallaba. Nadie recordaba con exactitud el acceso, las calles verdaderas, el nombre exacto de las plazas. La ciudad, oculta incluso de sí misma, no apareció más.

Algunos insisten en que sigue allí, suspendida bajo las falsas copas de los árboles, esperando ser encontrada. Otros creen que sus habitantes se adaptaron a vivir sin visitantes, sin mapas, sin tiempo.

Camuflada del enemigo, la ciudad se protegió también del mundo. Y en esa invisibilidad perfecta, encontró su destino: el olvido.

 

viernes, 29 de agosto de 2025

La lección del veterano


El cabo Jenkins temblaba mientras cargaba su rifle. Era su primer día en territorio apache y las historias que había escuchado le helaban la sangre.

—Sargento Murphy, ¿es cierto que los apaches atacan sin previo aviso?

Murphy, veterano de cinco campañas, escupió tabaco al suelo.

—Muchacho, yo no me preocuparía por ellos si fuera tú.

—¿Por qué no?

—Porque antes de verlos, ya estarás muerto. Son como fantasmas del desierto.

Jenkins se relajó ligeramente.

—Entonces, ¿no hay peligro real?

Murphy se rascó la barba gris.

—Bueno, a decir verdad, a veces son apaches jóvenes y quieren divertirse un poco antes de matarte.

—¿Divertirse cómo?

—Oh, ya sabes: te persiguen durante horas, te hacen creer que has escapado, luego aparecen cuando menos te lo esperas. Es como un juego para ellos. Te dejan sudar, gritar, creer que has derribado a uno o dos. Les gusta ver el miedo en tus ojos antes del golpe final.

Jenkins palideció completamente.

—Pero tranquilo —añadió Murphy con una sonrisa sardónica—. Saben que los veteranos estamos hartos de este puñetero desierto y que, para nosotros, cualquier muerte es una liberación, así que nos matan rápido. El privilegio de la tortura es solo para los novatos.

En ese momento, una flecha silbó entre ambos, clavándose en el poste que tenían detrás.

Murphy suspiró.

—Maldita sea. Apaches jóvenes.

jueves, 28 de agosto de 2025

Todo podría haber ocurrido al revés


Le visité en la cárcel de Porlier una tarde de noviembre. Hacía frío, y el viento de Madrid parecía arrastrar consigo todos los lamentos de un país roto. Cuando me llevaron a su celda, lo encontré escribiendo, encorvado sobre un cuaderno sucio, con la concentración de quien sabe que cada palabra puede ser la última.

—Luis —dije, apenas.

Levantó la vista. Sonrió. Aún tenía esa mirada clara, casi infantil, que tanto contrastaba con la noticia que me había traído: lo iban a fusilar al amanecer.

Luis era del otro bando. Yo, de la CNT; él, de la Falange. Pero fuimos amigos antes de que la política nos dividiera. Jugábamos juntos en la plaza del pueblo, nos leíamos versos de Rubén Darío bajo los olmos, y soñábamos con cambiar el mundo. Luego vinieron las elecciones, los discursos, la crispación. La guerra.

—Todo podría haber ocurrido al revés —me dijo, cerrando el cuaderno—. Podrías ser tú el que escribe hoy. Y yo el que viene a despedirse.

Tenía razón. En otra línea del tiempo, yo habría sido el apresado. Y Luis el visitante. Porque ambos hicimos cosas. Yo puse bombas en los raíles. Él participó en la ejecución de un maestro republicano. Ambos obedecimos siglas. Ambos manchamos las manos.

Pero allí, en aquella celda húmeda, solo quedaban dos muchachos viejos, dos amigos que habían sobrevivido a todo menos a sus decisiones.

—¿Qué escribes? —le pregunté.

—Una carta a mi madre. Y unos versos. Por si alguien los encuentra.

Nos quedamos en silencio. La guerra no entiende de poesía, pero aún así, él la escribía. Y yo la escuchaba. Como antes.

Me despedí sin abrazarlo. No me atreví. Caminé hacia la salida con el cuaderno apretado contra el pecho. Me lo había dado. No sé si para que lo publicara o para que lo enterrara con él.

Esa noche no dormí.

Han pasado años. Y a veces, en sueños, me visita. Me encuentra escribiendo. Y esta vez soy yo quien espera al pelotón.

Y él me dice:

—Todo podría haber ocurrido al revés.

Y yo, como entonces, solo asiento. Porque lo sé.

Y porque lo seguimos sabiendo, aunque ya no quede nadie vivo para recordarlo.

Papelera

 Charles Kiefer: «Un cuento corto debe pensarse largamente, pero escribirse rápidamente».

 

LACHE EN LA SANGRE

Ahora mi queli es el talego. El chachipén: quería apandar a un Heredia. A uno en particular, al julay que iba detrás de mi hermana Yesi, juncal y limpia. Darle un susto que lo dejara temblando. Me da lache decirlo: maté a mi hermano. Lo atropellé creyendo que era él. Los Heredia nos estaban chorando a la chavala, y yo, ciego de coraje, confundí la sombra. Achuché el pie al tablao, y cuando bajé del coche vi su jeta. Qué mancada. Ahora me odian todos: los Heredia por buscarles bronca, y los míos, los Muñoz, por matar a mi sangre.

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EMPODERAMIENTO FEMENINO

Grete Samsa bajó al supermercado. Compró insecticida.

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Mengíbar tiene 1.576 vecinos, muchos de ellos viajeros que se quedaron. Sus calles rectas engañan: todas llevan a la plaza principal. Quizá, con suerte, se apiaden de ti y te indiquen el secreto para salir de allí. Pero mejor no vayas.

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Nos invitó a sus bodas de plata. Veinticinco años casado con su trabajo. Brindamos con café de máquina.

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—Mira, ahí viene el príncipe, distraído como siempre.

—¿Qué dice?

—Ser o no ser.

—Va de cráneo.

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Mi padre, muy concienciado, nos prohibió escribir a Papá Noel: decía que maltrataba a los elfos, cortaba árboles para envolver regalos y tenía sobrepeso. Nos mandaba escribir a Amazon.

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Caronte se ha adaptado a los tiempos. Ahora ofrece el pasaje por medio óbolo, aunque los extras se pagan aparte: conservar recuerdos, un asiento más ancho o elegir la velocidad del cruce.

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Ignoro si lo que escribo en X agrada a alguien. Lo único seguro es que al algoritmo no le agrada en absoluto.

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El Jardín Botánico exhibía su nueva adquisición: una flor traída directamente del Amazonas. Miguel no pudo resistirse a olerla. El perfume le alteró las vías respiratorias para siempre. Ahora su esposa no puede dormir por los ronquidos siniestros. El divorcio está en trámite.

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Tesla inventó el criogenizador. Edison fue y le quitó el enchufe.

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En el Museo de la Corrupción le dedicaron una sala completa. Al principio se sintió orgulloso. Después preguntó de cuánto sería la comisión.

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—Doctor, veo muertos por todas partes.

—Interesante. ¿Cuándo empezó?

—Desde que trabajo de sepulturero.

—Ah. Entonces está perfectamente sano. El problema es que yo veo vivos donde debería haber muertos. Siguiente paciente.

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Mi bolígrafo ya no escribe como antes. Cada día la tinta sale más floja, las palabras se ven más claras, las ideas llegan menos. Mañana compraré uno nuevo. Solo espero que el problema sea el bolígrafo y no yo, que me estoy quedando sin tinta.

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No, yo no leo a Kafka. Es absurdo.

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La vida es ese proceso encantador donde todos empezamos como angelitos y terminamos como políticos. Por suerte, algunos logran quedarse solo en vendedores de seguros.

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El tirano conocía el poder del silencio: era la vía más expedita para expresar la totalidad. Mas he aquí la ventaja: nadie osaría exigir aclaraciones a quien calla. Por ello no temía a los parlanchines, sino a quienes guardaban mutismo. ¿Qué abismos se ocultaban tras su hermetismo?

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Frigiliana, con 3.025 vecinos, se aferra a la montaña con calles tan empinadas que subir es un acto de fe y bajar, de imprudencia. Los habitantes presumen de tener las mejores vistas del mundo, pero olvidan mencionar que llegar hasta ellas es penitencia.

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Final de agosto.

Ya no son buenos días,

solo tristeza.

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El pintor vendió su alma por talento para conquistar a su musa. Fue el amor el culpable del pacto. Consiguió seducirla, pero cuando ella empezó a hablar descubrió que era insoportable. Prefirió morir guardando la memoria de su belleza muda.

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Origami love affair. Fire kills romance.

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Origami girlfriend. Passion's flame proves fatal.

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El médico fue claro: «En verano, evite llorar. Podría deshidratarse». La advertencia sonó absurda, pero la tomé al pie de la letra. Dejé de ver el telediario, silencié WhatsApp y compré un libro de mandalas para colorear.

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La vida es esfuerzo constante contra la entropía, la muerte es la entropía misma. Una construye a contracorriente, la otra fluye con la naturaleza del universo.

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Decían que escribía demasiado. Su método era infalible: como las vacas que con música clásica dan más leche, él necesitaba a Mendelssohn para escribir. «Es ciencia, no magia», decía. Una pena que los lectores no siempre lo agradecieran.

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No siempre lo más grande es lo más peligroso. Dicen que el monstruo del bosque es invencible. Yo no lo creo. Lo verdaderamente invencible es la voluntad de su dueña: la muchacha cuya mirada convierte la dulzura en amenaza y la ternura en condena.

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Felicidad: deseo cumplido. Duración: mínima.

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Mi mujer insiste en vender la casa del pueblo. Yo me niego. Aún debe estar ahí su hermano, descomponiéndose bajo los geranios.

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Ya nadie respeta las canas, así que lo más aconsejable es teñirse.

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Durante tres décadas alimenté mi odio. Cada insulto suyo, cada humillación, cada noche de insomnio causada por sus traiciones, todo se canalizaba hacia un objetivo: el día en que pudiera orinar sobre su tumba. Hace treinta años, no sabía nada de la próstata.

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Su marido le quitó la soledad y la guardó en un frasco. La puso junto a las especias caducadas. Pero se olvidó de comprar compañía en el supermercado. Ahora tienen una despensa llena de emociones mal etiquetadas.

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Ronda, con 10.952 vecinos, se parte en dos sobre un abismo. Sus vecinos aseguran que vivir al borde del precipicio les da perspectiva sobre la vida. El viajero observa que también les da tendencia a empujar hacia el tajo a quien no les agrada.

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IDEA PARA UN CUENTO

Un club de lectura en el que los libros del siguiente mes son más pesados y aburridos que los del mes anterior. Ya nadie lee los libros. Solo el coordinador, que suelta largas peroratas en las reuniones que celebran el último jueves de cada mes.

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Escribe como un prisionero que no puede dejar de escribir: de lo vivido, de lo imaginado y de lo que aborrece escribir.

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Él ocupaba el puesto 688, yo el 689. Entre nosotros crecieron tres años de confidencias y risas, burlándonos del extravagante del puesto 687 y de la loca del 690. En la espera descubrimos el amor. Queremos casarnos, aunque el matrimonio aguarda al fin de la interminable cola.

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Se enfrascó tanto en la lectura de libros de caballerías, que se le pasaban los días y las noches; y así, del poco dormir y del mucho leer, perdió la cabeza y la vista, quedándose casi ciego, hasta el punto de que, estando a cien pasos de unos molinos, los confundió con gigantes.

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Acabaste comprendiéndolo. Ellos no querían intercambiar opiniones, dialogar, ni siquiera tener razón y convencerte. Les daba igual ganar o perder. Solo querían que te llenaras del mismo fango que a ellos mismos los cubría.

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Not a scarf—three raccoons, sick!

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Hace setenta años viajaron a La Carlota para preñar a la burra. Ahora, sentados en la plaza, hablan de ello con nostalgia.

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EL COLMO

Los que están todo el día metidos en las redes sociales son los más antisociales.

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—Mi carro me lo robaron anoche, cuando dormía.

—Pues despídete de él. A estas horas ya estará en Marruecos.

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KARMA

Le tira bolas al profesor durante las explicaciones. La vida le tira piedras.

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Durante un tiempo se levantaba a las doce, y así ya tenía medio día resuelto. Pero daba igual, porque el día le seguía pareciendo muy largo.

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El día hiere,

la noche me consuela.

Duermo y me olvido.

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Su amigo se recuperaba de un infarto. Fue a visitarlo. Comentó el calor sofocante del verano. Explicó el buen aspecto de unos tomates que había visto en el mercado. Habló de caminatas al atardecer. No dijo lo único que importaba: «¿Cómo estás?».

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—Su casa no tendrá recibidor, ni salón, ni cocina, ni dormitorios, ni sótano, ni jardín.

—¿Y qué tendrá entonces?

—La hipoteca más cara de la ciudad, vistas espectaculares al banco.

—Bueno, por lo menos ahorraré en muebles.

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Mi psicólogo me recomendó que buscara una afición tranquila. Elegí papiroflexia. Empecé a competir en torneos. Ahora tengo ansiedad, gastritis y mi mujer dice que doblo servilletas con rabia. Mañana, otra vez a consulta.

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FILOSOFÍA PARA SEDUCIR

En el año del Señor de mil novecientos setenta y nueve, hallándome yo en el primer curso de mis estudios universitarios, don Lucas —mi compañero de aposento— hubo de aconsejarme la lectura de cierto Sartre para el menester de conquistar doncellas. Habida cuenta de su notable ventura en lides del amor, acaté su consejo con gran fervor y diligencia. Empero, tras leer diez páginas de aquella obra que llaman La náusea, arrojé el volumen al suelo con grande desesperación. Resultábame el tal existencialismo sartreano más árido que los yermos del Sahara. Considerando, pues, mi soledad así académica como sentimental, vínome a las mientes que acaso la autosatisfacción no fuese alternativa tan deplorable como al principio juzgara.

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En Moclinejo, 1.173 vecinos compiten por tener la casa más empinada del pueblo. Las escaleras son tan verticales que suben como oraciones al cielo. El viajero necesita cuerdas para visitar a los vecinos y paracaídas para volver a la plaza.

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Cada mes llegaba la misma carta oficial. «Cribado cáncer colorrectal», decía el sobre. Y cada mes terminaba en la basura. No era miedo, ni pereza o negligencia. Era algo más profundo, más visceral: el hartazgo de quien ha perdido la fe en que las cosas puedan mejorar.

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En un mundo de tatuajes obligatorios, desafié la norma. Hui durante meses, pero los guardianes acabaron atrapándome. El castigo fue grotesco: un tatuaje humillante. Ahora, en mi mejilla, un unicornio rosa comiendo helado me mira desde el espejo.

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Las constelaciones se deshacían lentamente: Orión, la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Canopus. Los observatorios no daban crédito. La gente lo notó pronto. Cuando solo quedaban medio centenar de estrellas, la verdad era innegable: el apocalipsis estaba sobre ellos.

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Está enamorado de la farmacéutica. Le compra caramelos para la tos, agua oxigenada, gel hidratante, nada grave. Los ansiolíticos y los medicamentos para el colesterol los adquiere en otra farmacia.

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Cada cinco años, la lotería permitía a los ciudadanos transformar su destino: intercambiar familia, trabajo, existencia. Ahmad le comunicó a su esposa, Siti, que competiría. En ese instante, ella comprendió que su amor era un sacrificio que él no valoraba; ella también jugaría.

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El candidato ganó con promesas imposibles. Y cumplió una, la más absurda: abolió el futuro. Desde entonces a nadie le preocupa qué será de mañana.

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Escribió la novela perfecta. Tan perfecta que nadie la entendió. Tan incomprensible que todos dijeron que era genial. Murió pobre y famoso.

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Kite refused to fly, chose fleeing.

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The kite won’t fly—only flee.

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Cenicienta tendría que volver a casa antes de las doce. A esa hora el Uber era más barato.

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Nadie vio al pez pedalear, excepto el político pirómano.

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El pulpo es caro porque cada tentáculo paga un impuesto distinto.

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El Imperio austrohúngaro, mosaico de nacionalidades, buscó cohesión bajo una corona, con roces pero cierta convivencia. La URSS, obsesionada con su utopía igualitaria, aniquiló libertades, impuso pobreza y forjó un monolito totalitario que aplastó toda disidencia.

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Votaron en el manicomio: destituyeron al director. Luego al nuevo. Después a los celadores. Ahora gobiernan con disciplina. Por primera vez, todo tiene sentido.

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El correo llegó tarde, como siempre. Eran las papeletas electorales. El cartero sonrió: «No importa, total ya eligieron por usted».

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VIDAS PARALELAS

Hitler ordenaba a divisiones fantasmas, confiaba en ejércitos que no existían y ascendía a generales ya fusilados. Sánchez crea comisiones que ya existían.

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Comenzó detestándose en secreto, convencido de cargar un defecto único e insoportable. El terapeuta lo liberó con una sentencia: «No eres peor que los demás, eres como todos». Desde entonces, no sólo se odió a sí mismo, sino a todos los hombres.

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Schrödinger abrió la caja. El gato lo miraba indignado: había sobrevivido siete meses, a dieta de paradojas.

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EL ESPEJO VACÍO

Adquirió aquel espejo porque no reflejaba nada, una curiosidad para su gabinete. La primera noche percibió una sombra deslizándose tras el cristal. Cada amanecer despertaba con menos: primero el nombre de su madre, después su primer beso, luego el sabor del café. Los recuerdos se desvanecían como humo. Una tarde, al contemplar el espejo, descubrió horrorizado su propio rostro reflejado con perfecta nitidez. Intentó alejarse, mas sus piernas no obedecían. Comprendió entonces la cruel verdad: él habitaba ahora el interior del cristal, mientras su cuerpo yacía inmóvil en el exterior, definitivamente vacío.

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EL PATRIARCA Y EL FILIOQUE

Genadio II, patriarca de Constantinopla, llega al infierno. El demonio le pregunta:

—¿No quieres saber si el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo o solo del Padre?

—Bah, ya me da igual.

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La inspiración me llegó por Tinder. Hice match con mi musa. Fue un crush total, pero me hizo ghosting después del unboxing de mis stories. Ahora tengo writer's block. No es fake news: soy un epic fail creativo. Mi mindset está crasheado y necesito un reset brutal.

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Mindset caído,

sábado sin unboxing,

reset urgente.

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Sábado cruel,

stories sin likes ni match,

block creativo.

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Si te levantaras a las doce de la mañana, es como si ya tuvieras escritos 140 caracteres del post del día.

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Pues no sé de dónde ha salido, pero se va a quedar ahí. Silenciado. Que le suelte sus rollos a quién le guste perder el tiempo.

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River horse gallops nowhere, truth drowned.

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Alcaudete, con 1.234 vecinos, se alza sobre colinas como un centinela agotado. Sus calles murmuran traiciones antiguas, y los vecinos te miran como si supieran tu mayor secreto. Si te ofrecen vino, no lo aceptes: te haría recordar todo lo que has querido olvidar.

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Vejer, con 12.828 vecinos, se envuelve en murallas blancas que ocultan más de lo que protegen. Sus mujeres van cubiertas como sombras y susurran conjuros que el viento arrastra. El forastero siente miradas que perforan muros y atraviesan el alma.

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Diego le pidió a la mujer que añadiera un ajo a los huevos. Ella se negó. Él tomó el pincel y, en venganza, la pintó estropeada y fea, vieja.

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Escribe para mostrar sus heridas. Tiene muchos lectores, todos sádicos.

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Pepa, la conserje, me paró para decirme que echan algo al agua para evitar conflictos y disputas. No quise discutir con ella, porque siempre está con sus conspiraciones. Además, esta noche viene a casa Ana, la amante de mi marido —creen que no lo sé— y tengo mucho que preparar.

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Estamos en una época sensata: el presidente puede engañar al electorado, pero nunca al algoritmo.

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El diluvio fue sólo un ctrl+alt+supr divino.

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Eros ya no dispara flechas. Maneja algoritmos de citas. El amor cuesta 14,99 al mes y se renueva automáticamente.

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—Me lié la manta a la cabeza.

—¿Y qué pasó?

—Ahora tengo calor, sarna y fama de raro.

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Todas las tardes practico yoga nidra en el sofá. Mi mujer dice que es dormir la siesta, pero yo insisto en que es meditación trascendental con ronquidos conscientes.

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Oscuro viernes.

Las vacaciones se van,

triste es volver.

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—¿Quiere el subsidio de paro?

—Preferiría pasar directamente a la jubilación.

—Imposible, tiene 27 años.

—¿Y si finjo demencia senil? Total, ya voto como un anciano.

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La frutera me dio calabazas. Le dije que prefería melones, pero se ofendió. Ahora compro en el supermercado: las máquinas expendedoras no tienen mal genio.

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EJERCICIO PRÁCTICO DE RESISTENCIA ETÍLICA

Llego tambaleándome y Marta me espera con esa mirada. Me adelanto:

—No estuve en el bar, cariño. Participé en una cumbre de rehidratación social.

Frunce el ceño.

—Unas dosis terapéuticas de interacción líquida, soporte nutricional complementario y debate espontáneo —continúo.

Se cruza de brazos.

—Bueno, tal vez hubo un ejercicio práctico de resistencia etílica —admito.

Silencio glacial.

—Solo fue una jornada intensiva de cooperación alcohólica —insisto desesperado.

Ella suspira:

—La próxima vez di simplemente que fuiste de copas, Miguel.

Genial. Mi creatividad lingüística ha fracasado estrepitosamente.

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La reunión virtual era tan aburrida que Cenicienta cerró la cámara a las diez y media. Nadie lo notó.

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Hoy, sesenta años.

Aún brilla la luna,

no cuenta el tiempo.

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Se hizo oculista para desfacer entuertos. Creía que si la gente viera mejor, el mundo sería más justo. Después de cuarenta años corrigiendo miopías, descubrió que algunos prefieren no ver la realidad. Cerró la consulta.

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Me dan pena los que van al gimnasio, auténticos obsesos. A las siete menos cinco, cuando el sol aún está escondido detrás del Aznaitín, esperan ansiosos a que abra la puerta. ¿No hay que estar enfermo para eso?

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Un terrícola, loco por un alien, pensó que el amor se impone. Intentó violarlo, pero la piel del extraterrestre lo chamuscó. Ahora, con quemaduras y ego herido, lamenta no haber leído el manual de cortejo intergaláctico.

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Viajó al pasado para impedir que la agricultura naciera. Cuando volvió al futuro, encontró un mundo radicalmente distinto: los aztecas dominaban la tierra, sus ciudades eran metrópolis y la tecnología ritual sustituía a la ciencia, con pirámides que tocaban las estrellas.

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El doctor confesó en su diario: «Los experimentos cerebrales trajeron la dualidad». El paciente sonreía con calma en las mañanas, cortés, razonable. Pero al caer la noche sus ojos ardían, su boca se llenaba de espuma, y todo lo humano desaparecía.

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EL ARTE DE NO CONVERSAR

Carlos empezó hablando de su nuevo trabajo, luego saltó a sus problemas de espalda, después a lo mal que funciona el gobierno, y sin pausa mencionó su dieta cetogénica. María intentó comentar algo sobre ejercicio, pero él ya estaba explicando por qué odiaba los lunes.

—¿Y tú qué tal? —preguntó finalmente, pero antes de que ella respondiera, añadió—: A mí me pasa que siempre estoy cansado, debe ser el estrés laboral, aunque también puede ser que duermo mal porque mi vecino...

María sonrió educadamente y miró su reloj. Otra víctima más del monólogo perfecto.

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Antes del banquete, los invitados ansiaban probar la legendaria mesa de los elfos de Valdris. Durante, comían y bebían sin medida. Después, saciados y confusos, olvidaban incluso su nombre y nunca deseaban otro banquete.

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Li Wei cerró su maleta con cuidado. Había robado las mejores neurosis en la Facultad de Psicología de Stanford: complejo de Edipo, ansiedad generalizada y una fobia social de primera calidad.

En el control de equipajes, el guardia Zhang revisó la maleta. Al contacto con el síndrome de Estocolmo, inmediatamente se encariñó con Li y lo dejó pasar.

En Shenzhen, Li abrió una consulta de «Terapias Occidentales Importadas». Sus pacientes llegaban equilibrados y felices. Salían odiando a sus padres, temiendo a los espacios abiertos y desarrollando tics nerviosos.

El negocio floreció. Las neurosis, por fin, habían encontrado su mercado.

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Avanzábamos sin rumbo, intentando reconocer la tierra que nos acogía. Nos parecía distinta, incluso hostil. Solo al detenernos advertimos lo imposible: el suelo nos observaba, pues un ojo inmenso se abría bajo nuestras pisadas, vigilante y silencioso.

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LA PUERTA QUE RÍE

La puerta del callejón reía como un bufón invisible cada vez que alguien pasaba, pero nadie se atrevía a tocarla. Un hombre curioso, cansado de sí mismo, se detuvo y la abrió. Al otro lado halló un mundo insólito: todos eran él, con sus rasgos, su voz, su sombra; sin embargo, reían, bailaban, vivían en júbilo constante. Creyó haber encontrado el remedio a su gris existencia, hasta que buscó el regreso. La puerta carcajeó con furia. No había salida, solo ecos burlones de su propia vida.