Charles Kiefer: «Un cuento corto debe pensarse
largamente, pero escribirse rápidamente».
LACHE EN LA
SANGRE
Ahora mi queli
es el talego. El chachipén: quería apandar a un Heredia. A uno en particular, al
julay que iba detrás de mi hermana Yesi, juncal y limpia. Darle un susto que lo
dejara temblando. Me da lache decirlo: maté a mi hermano. Lo atropellé creyendo
que era él. Los Heredia nos estaban chorando a la chavala, y yo, ciego de
coraje, confundí la sombra. Achuché el pie al tablao, y cuando bajé del coche
vi su jeta. Qué mancada. Ahora me odian todos: los Heredia por buscarles
bronca, y los míos, los Muñoz, por matar a mi sangre.
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EMPODERAMIENTO
FEMENINO
Grete
Samsa bajó al supermercado. Compró insecticida.
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Mengíbar
tiene 1.576 vecinos, muchos de ellos viajeros que se quedaron. Sus calles
rectas engañan: todas llevan a la plaza principal. Quizá, con suerte, se
apiaden de ti y te indiquen el secreto para salir de allí. Pero mejor no vayas.
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Nos
invitó a sus bodas de plata. Veinticinco años casado con su trabajo. Brindamos
con café de máquina.
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—Mira, ahí viene
el príncipe, distraído como siempre.
—¿Qué dice?
—Ser o no ser.
—Va de cráneo.
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Mi padre, muy
concienciado, nos prohibió escribir a Papá Noel: decía que maltrataba a los elfos,
cortaba árboles para envolver regalos y tenía sobrepeso. Nos mandaba escribir a
Amazon.
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Caronte se ha
adaptado a los tiempos. Ahora ofrece el pasaje por medio óbolo, aunque los
extras se pagan aparte: conservar recuerdos, un asiento más ancho o elegir la
velocidad del cruce.
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Ignoro si lo que
escribo en X agrada a alguien. Lo único seguro es que al algoritmo no le agrada
en absoluto.
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El Jardín
Botánico exhibía su nueva adquisición: una flor traída directamente del
Amazonas. Miguel no pudo resistirse a olerla. El perfume le alteró las vías
respiratorias para siempre. Ahora su esposa no puede dormir por los ronquidos
siniestros. El divorcio está en trámite.
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Tesla inventó el
criogenizador. Edison fue y le quitó el enchufe.
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En el Museo de
la Corrupción le dedicaron una sala completa. Al principio se sintió orgulloso.
Después preguntó de cuánto sería la comisión.
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—Doctor, veo
muertos por todas partes.
—Interesante.
¿Cuándo empezó?
—Desde que
trabajo de sepulturero.
—Ah. Entonces
está perfectamente sano. El problema es que yo veo vivos donde debería haber
muertos. Siguiente paciente.
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Mi bolígrafo ya
no escribe como antes. Cada día la tinta sale más floja, las palabras se ven
más claras, las ideas llegan menos. Mañana compraré uno nuevo. Solo espero que
el problema sea el bolígrafo y no yo, que me estoy quedando sin tinta.
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No,
yo no leo a Kafka. Es absurdo.
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La vida es ese
proceso encantador donde todos empezamos como angelitos y terminamos como
políticos. Por suerte, algunos logran quedarse solo en vendedores de seguros.
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El tirano
conocía el poder del silencio: era la vía más expedita para expresar la
totalidad. Mas he aquí la ventaja: nadie osaría exigir aclaraciones a quien
calla. Por ello no temía a los parlanchines, sino a quienes guardaban mutismo.
¿Qué abismos se ocultaban tras su hermetismo?
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Frigiliana, con
3.025 vecinos, se aferra a la montaña con calles tan empinadas que subir es un
acto de fe y bajar, de imprudencia. Los habitantes presumen de tener las
mejores vistas del mundo, pero olvidan mencionar que llegar hasta ellas es
penitencia.
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Final de agosto.
Ya no son buenos
días,
solo tristeza.
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El pintor vendió
su alma por talento para conquistar a su musa. Fue el amor el culpable del
pacto. Consiguió seducirla, pero cuando ella empezó a hablar descubrió que era
insoportable. Prefirió morir guardando la memoria de su belleza muda.
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Origami love
affair. Fire kills romance.
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Origami girlfriend. Passion's flame
proves fatal.
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El médico fue
claro: «En verano, evite llorar. Podría deshidratarse». La advertencia sonó
absurda, pero la tomé al pie de la letra. Dejé de ver el telediario, silencié
WhatsApp y compré un libro de mandalas para colorear.
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La vida es
esfuerzo constante contra la entropía, la muerte es la entropía misma. Una
construye a contracorriente, la otra fluye con la naturaleza del universo.
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Decían que
escribía demasiado. Su método era infalible: como las vacas que con música
clásica dan más leche, él necesitaba a Mendelssohn para escribir. «Es ciencia,
no magia», decía. Una pena que los lectores no siempre lo agradecieran.
--
No siempre lo
más grande es lo más peligroso. Dicen que el monstruo del bosque es invencible.
Yo no lo creo. Lo verdaderamente invencible es la voluntad de su dueña: la
muchacha cuya mirada convierte la dulzura en amenaza y la ternura en condena.
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Felicidad: deseo
cumplido. Duración: mínima.
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Mi mujer insiste
en vender la casa del pueblo. Yo me niego. Aún debe estar ahí su hermano,
descomponiéndose bajo los geranios.
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Ya nadie respeta
las canas, así que lo más aconsejable es teñirse.
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Durante tres
décadas alimenté mi odio. Cada insulto suyo, cada humillación, cada noche de
insomnio causada por sus traiciones, todo se canalizaba hacia un objetivo: el
día en que pudiera orinar sobre su tumba. Hace treinta años, no sabía nada de
la próstata.
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Su marido le
quitó la soledad y la guardó en un frasco. La puso junto a las especias
caducadas. Pero se olvidó de comprar compañía en el supermercado. Ahora tienen
una despensa llena de emociones mal etiquetadas.
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Ronda, con 10.952 vecinos, se parte en dos sobre un
abismo. Sus vecinos aseguran que vivir al borde del precipicio les da
perspectiva sobre la vida. El viajero observa que también les da tendencia a
empujar hacia el tajo a quien no les agrada.
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IDEA PARA UN
CUENTO
Un club de lectura
en el que los libros del siguiente mes son más pesados y aburridos que los del
mes anterior. Ya nadie lee los libros. Solo el coordinador, que suelta largas
peroratas en las reuniones que celebran el último jueves de cada mes.
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Escribe como un prisionero que no puede dejar de
escribir: de lo vivido, de lo imaginado y de lo que aborrece escribir.
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Él ocupaba el puesto 688, yo el 689. Entre nosotros
crecieron tres años de confidencias y risas, burlándonos del extravagante del
puesto 687 y de la loca del 690. En la espera descubrimos el amor. Queremos
casarnos, aunque el matrimonio aguarda al fin de la interminable cola.
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Se enfrascó
tanto en la lectura de libros de caballerías, que se le pasaban los días y las
noches; y así, del poco dormir y del mucho leer, perdió la cabeza y la vista,
quedándose casi ciego, hasta el punto de que, estando a cien pasos de unos
molinos, los confundió con gigantes.
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Acabaste
comprendiéndolo. Ellos no querían intercambiar opiniones, dialogar, ni siquiera
tener razón y convencerte. Les daba igual ganar o perder. Solo querían que te
llenaras del mismo fango que a ellos mismos los cubría.
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Not a scarf—three raccoons, sick!
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Hace setenta
años viajaron a La Carlota para preñar a la burra. Ahora, sentados en la plaza,
hablan de ello con nostalgia.
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EL COLMO
Los que están
todo el día metidos en las redes sociales son los más antisociales.
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—Mi
carro me lo robaron anoche, cuando dormía.
—Pues
despídete de él. A estas horas ya estará en Marruecos.
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KARMA
Le tira bolas al
profesor durante las explicaciones. La vida le tira piedras.
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Durante un
tiempo se levantaba a las doce, y así ya tenía medio día resuelto. Pero daba
igual, porque el día le seguía pareciendo muy largo.
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El día hiere,
la noche me
consuela.
Duermo y me
olvido.
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Su amigo se
recuperaba de un infarto. Fue a visitarlo. Comentó el calor sofocante del
verano. Explicó el buen aspecto de unos tomates que había visto en el mercado. Habló
de caminatas al atardecer. No dijo lo único que importaba: «¿Cómo estás?».
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—Su casa no
tendrá recibidor, ni salón, ni cocina, ni dormitorios, ni sótano, ni jardín.
—¿Y qué tendrá
entonces?
—La hipoteca más
cara de la ciudad, vistas espectaculares al banco.
—Bueno, por lo
menos ahorraré en muebles.
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Mi psicólogo me
recomendó que buscara una afición tranquila. Elegí papiroflexia. Empecé a
competir en torneos. Ahora tengo ansiedad, gastritis y mi mujer dice que doblo
servilletas con rabia. Mañana, otra vez a consulta.
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FILOSOFÍA PARA
SEDUCIR
En el año del Señor de mil novecientos
setenta y nueve, hallándome yo en el primer curso de mis estudios
universitarios, don Lucas —mi compañero de aposento— hubo de aconsejarme la
lectura de cierto Sartre para el menester de conquistar doncellas. Habida
cuenta de su notable ventura en lides del amor, acaté su consejo con gran
fervor y diligencia. Empero, tras leer diez páginas de aquella obra que llaman La náusea, arrojé el volumen al suelo
con grande desesperación. Resultábame el tal existencialismo sartreano más
árido que los yermos del Sahara. Considerando, pues, mi soledad así académica
como sentimental, vínome a las mientes que acaso la autosatisfacción no fuese
alternativa tan deplorable como al principio juzgara.
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En Moclinejo,
1.173 vecinos compiten por tener la casa más empinada del pueblo. Las escaleras
son tan verticales que suben como oraciones al cielo. El viajero necesita
cuerdas para visitar a los vecinos y paracaídas para volver a la plaza.
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Cada mes llegaba
la misma carta oficial. «Cribado cáncer colorrectal», decía el sobre. Y cada
mes terminaba en la basura. No era miedo, ni pereza o negligencia. Era algo más
profundo, más visceral: el hartazgo de quien ha perdido la fe en que las cosas
puedan mejorar.
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En un mundo de
tatuajes obligatorios, desafié la norma. Hui durante meses, pero los guardianes
acabaron atrapándome. El castigo fue grotesco: un tatuaje humillante. Ahora, en
mi mejilla, un unicornio rosa comiendo helado me mira desde el espejo.
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Las
constelaciones se deshacían lentamente: Orión, la Osa Mayor, la Cruz del Sur,
Canopus. Los observatorios no daban crédito. La gente lo notó pronto. Cuando
solo quedaban medio centenar de estrellas, la verdad era innegable: el
apocalipsis estaba sobre ellos.
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Está enamorado
de la farmacéutica. Le compra caramelos para la tos, agua oxigenada, gel
hidratante, nada grave. Los ansiolíticos y los medicamentos para el colesterol
los adquiere en otra farmacia.
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Cada cinco años,
la lotería permitía a los ciudadanos transformar su destino: intercambiar
familia, trabajo, existencia. Ahmad le comunicó a su esposa, Siti, que
competiría. En ese instante, ella comprendió que su amor era un sacrificio que
él no valoraba; ella también jugaría.
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El candidato
ganó con promesas imposibles. Y cumplió una, la más absurda: abolió el futuro.
Desde entonces a nadie le preocupa qué será de mañana.
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Escribió la
novela perfecta. Tan perfecta que nadie la entendió. Tan incomprensible que
todos dijeron que era genial. Murió pobre y famoso.
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Kite refused to fly, chose fleeing.
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The kite won’t fly—only flee.
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Cenicienta
tendría que volver a casa antes de las doce. A esa hora el Uber era más barato.
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Nadie vio al pez
pedalear, excepto el político pirómano.
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El pulpo es caro
porque cada tentáculo paga un impuesto distinto.
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El Imperio
austrohúngaro, mosaico de nacionalidades, buscó cohesión bajo una corona, con
roces pero cierta convivencia. La URSS, obsesionada con su utopía igualitaria,
aniquiló libertades, impuso pobreza y forjó un monolito totalitario que aplastó
toda disidencia.
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Votaron en el
manicomio: destituyeron al director. Luego al nuevo. Después a los celadores.
Ahora gobiernan con disciplina. Por primera vez, todo tiene sentido.
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El correo llegó
tarde, como siempre. Eran las papeletas electorales. El cartero sonrió: «No
importa, total ya eligieron por usted».
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VIDAS PARALELAS
Hitler ordenaba
a divisiones fantasmas, confiaba en ejércitos que no existían y ascendía a generales
ya fusilados. Sánchez crea comisiones que ya existían.
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Comenzó
detestándose en secreto, convencido de cargar un defecto único e insoportable.
El terapeuta lo liberó con una sentencia: «No eres peor que los demás, eres
como todos». Desde entonces, no sólo se odió a sí mismo, sino a todos los
hombres.
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Schrödinger
abrió la caja. El gato lo miraba indignado: había sobrevivido siete meses, a
dieta de paradojas.
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EL ESPEJO VACÍO
Adquirió aquel
espejo porque no reflejaba nada, una curiosidad para su gabinete. La primera
noche percibió una sombra deslizándose tras el cristal. Cada amanecer
despertaba con menos: primero el nombre de su madre, después su primer beso,
luego el sabor del café. Los recuerdos se desvanecían como humo. Una tarde, al
contemplar el espejo, descubrió horrorizado su propio rostro reflejado con
perfecta nitidez. Intentó alejarse, mas sus piernas no obedecían. Comprendió
entonces la cruel verdad: él habitaba ahora el interior del cristal, mientras
su cuerpo yacía inmóvil en el exterior, definitivamente vacío.
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EL PATRIARCA Y
EL FILIOQUE
Genadio II,
patriarca de Constantinopla, llega al infierno. El demonio le pregunta:
—¿No quieres
saber si el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo o solo del Padre?
—Bah, ya me da
igual.
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La inspiración
me llegó por Tinder. Hice match con mi musa. Fue un crush total, pero me hizo
ghosting después del unboxing de mis stories. Ahora tengo writer's block. No es
fake news: soy un epic fail creativo. Mi mindset está crasheado y necesito un
reset brutal.
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Mindset caído,
sábado sin
unboxing,
reset urgente.
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Sábado cruel,
stories sin likes ni match,
block creativo.
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Si te levantaras
a las doce de la mañana, es como si ya tuvieras escritos 140 caracteres del
post del día.
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Pues no sé de
dónde ha salido, pero se va a quedar ahí. Silenciado. Que le suelte sus rollos
a quién le guste perder el tiempo.
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River horse gallops nowhere, truth drowned.
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Alcaudete, con
1.234 vecinos, se alza sobre colinas como un centinela agotado. Sus calles
murmuran traiciones antiguas, y los vecinos te miran como si supieran tu mayor
secreto. Si te ofrecen vino, no lo aceptes: te haría recordar todo lo que has
querido olvidar.
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Vejer, con
12.828 vecinos, se envuelve en murallas blancas que ocultan más de lo que
protegen. Sus mujeres van cubiertas como sombras y susurran conjuros que el
viento arrastra. El forastero siente miradas que perforan muros y atraviesan el
alma.
--
Diego le pidió a
la mujer que añadiera un ajo a los huevos. Ella se negó. Él tomó el pincel y,
en venganza, la pintó estropeada y fea, vieja.
--
Escribe para mostrar
sus heridas. Tiene muchos lectores, todos sádicos.
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Pepa, la
conserje, me paró para decirme que echan algo al agua para evitar conflictos y
disputas. No quise discutir con ella, porque siempre está con sus
conspiraciones. Además, esta noche viene a casa Ana, la amante de mi marido
—creen que no lo sé— y tengo mucho que preparar.
--
Estamos en una
época sensata: el presidente puede engañar al electorado, pero nunca al
algoritmo.
--
El diluvio fue
sólo un ctrl+alt+supr divino.
--
Eros ya no
dispara flechas. Maneja algoritmos de citas. El amor cuesta 14,99 al mes y se
renueva automáticamente.
--
—Me lié la manta
a la cabeza.
—¿Y qué pasó?
—Ahora tengo
calor, sarna y fama de raro.
--
Todas las tardes
practico yoga nidra en el sofá. Mi mujer dice que es dormir la siesta, pero yo
insisto en que es meditación trascendental con ronquidos conscientes.
--
Oscuro viernes.
Las vacaciones
se van,
triste es
volver.
--
—¿Quiere el
subsidio de paro?
—Preferiría
pasar directamente a la jubilación.
—Imposible,
tiene 27 años.
—¿Y si finjo
demencia senil? Total, ya voto como un anciano.
--
La frutera me
dio calabazas. Le dije que prefería melones, pero se ofendió. Ahora compro en
el supermercado: las máquinas expendedoras no tienen mal genio.
--
EJERCICIO
PRÁCTICO DE RESISTENCIA ETÍLICA
Llego
tambaleándome y Marta me espera con esa mirada. Me adelanto:
—No estuve en el
bar, cariño. Participé en una cumbre de rehidratación social.
Frunce el ceño.
—Unas dosis
terapéuticas de interacción líquida, soporte nutricional complementario y
debate espontáneo —continúo.
Se cruza de
brazos.
—Bueno, tal vez
hubo un ejercicio práctico de resistencia etílica —admito.
Silencio
glacial.
—Solo fue una
jornada intensiva de cooperación alcohólica —insisto desesperado.
Ella suspira:
—La próxima vez
di simplemente que fuiste de copas, Miguel.
Genial. Mi
creatividad lingüística ha fracasado estrepitosamente.
--
La reunión
virtual era tan aburrida que Cenicienta cerró la cámara a las diez y media.
Nadie lo notó.
--
Hoy, sesenta
años.
Aún
brilla la luna,
no cuenta el
tiempo.
--
Se hizo oculista
para desfacer entuertos. Creía que si la gente viera mejor, el mundo sería más
justo. Después de cuarenta años corrigiendo miopías, descubrió que algunos
prefieren no ver la realidad. Cerró la consulta.
--
Me dan pena los
que van al gimnasio, auténticos obsesos. A las siete menos cinco, cuando el sol
aún está escondido detrás del Aznaitín, esperan ansiosos a que abra la puerta.
¿No hay que estar enfermo para eso?
--
Un terrícola,
loco por un alien, pensó que el amor se impone. Intentó violarlo, pero la piel
del extraterrestre lo chamuscó. Ahora, con quemaduras y ego herido, lamenta no
haber leído el manual de cortejo intergaláctico.
--
Viajó al pasado
para impedir que la agricultura naciera. Cuando volvió al futuro, encontró un
mundo radicalmente distinto: los aztecas dominaban la tierra, sus ciudades eran
metrópolis y la tecnología ritual sustituía a la ciencia, con pirámides que
tocaban las estrellas.
--
El doctor
confesó en su diario: «Los experimentos cerebrales trajeron la dualidad». El
paciente sonreía con calma en las mañanas, cortés, razonable. Pero al caer la
noche sus ojos ardían, su boca se llenaba de espuma, y todo lo humano
desaparecía.
--
EL ARTE DE NO
CONVERSAR
Carlos empezó
hablando de su nuevo trabajo, luego saltó a sus problemas de espalda, después a
lo mal que funciona el gobierno, y sin pausa mencionó su dieta cetogénica.
María intentó comentar algo sobre ejercicio, pero él ya estaba explicando por
qué odiaba los lunes.
—¿Y tú qué tal?
—preguntó finalmente, pero antes de que ella respondiera, añadió—: A mí me pasa
que siempre estoy cansado, debe ser el estrés laboral, aunque también puede ser
que duermo mal porque mi vecino...
María sonrió educadamente
y miró su reloj. Otra víctima más del monólogo perfecto.
--
Antes del
banquete, los invitados ansiaban probar la legendaria mesa de los elfos de
Valdris. Durante, comían y bebían sin medida. Después, saciados y confusos,
olvidaban incluso su nombre y nunca deseaban otro banquete.
--
Li Wei cerró su
maleta con cuidado. Había robado las mejores neurosis en la Facultad de
Psicología de Stanford: complejo de Edipo, ansiedad generalizada y una fobia
social de primera calidad.
En el control de
equipajes, el guardia Zhang revisó la maleta. Al contacto con el síndrome de
Estocolmo, inmediatamente se encariñó con Li y lo dejó pasar.
En Shenzhen, Li
abrió una consulta de «Terapias Occidentales Importadas». Sus pacientes
llegaban equilibrados y felices. Salían odiando a sus padres, temiendo a los
espacios abiertos y desarrollando tics nerviosos.
El negocio
floreció. Las neurosis, por fin, habían encontrado su mercado.
--
Avanzábamos sin
rumbo, intentando reconocer la tierra que nos acogía. Nos parecía distinta,
incluso hostil. Solo al detenernos advertimos lo imposible: el suelo nos
observaba, pues un ojo inmenso se abría bajo nuestras pisadas, vigilante y
silencioso.
--
LA PUERTA QUE
RÍE
La puerta del
callejón reía como un bufón invisible cada vez que alguien pasaba, pero nadie
se atrevía a tocarla. Un hombre curioso, cansado de sí mismo, se detuvo y la
abrió. Al otro lado halló un mundo insólito: todos eran él, con sus rasgos, su
voz, su sombra; sin embargo, reían, bailaban, vivían en júbilo constante. Creyó
haber encontrado el remedio a su gris existencia, hasta que buscó el regreso.
La puerta carcajeó con furia. No había salida, solo ecos burlones de su propia
vida.