martes, 20 de agosto de 2013

La ceremonia

Sólo algunos se acordaban de la última ceremonia. Algunos decían que se había producido en tiempos del rey Reguam. Otros, sin embargo, señalaban que la última celebración fue en el reinado de Liban, padre de Reguam.

Cada año, al llegar la primavera, comenzaba el rito. Era complicado y tenía que hacerse bien, sin fallos. La parte preparatoria podía llegar a durar quince días. Durante dos años, los problemas con el animal que iba a ser sacrificado impidieron que la ceremonia pudiera seguir adelante.

En el segundo año del rey Reguam, los ritos se estaban celebrando según la tradición cuando uno de los sacerdotes equivocó una estrofa en uno de los cantos de alabanza. Hubo que aplazarla de nuevo. 

Los viejos decían que todos aquellos fracasos eran un castigo del dios. La ceremonia se celebraba para que su protección se extendiera sobre la tierra de Alyan. No quería que su bendición cayera sobre la tierra, y por lo tanto hacía fracasar los ritos.

Cuantos más años transcurrían, más se convencían todos que la ceremonia nunca concluiría, que no volvería a concluirse. Desde luego, no merecían recibir las bendiciones del dios si ni siquiera eran capaces de adorarle de la forma fijada.