Se dio cuenta del aprieto en que se hallaba. No sólo había perdido la tarjeta sino que no podía ir al piso. Se lamentó por no haberse quedado allí.
---
Tenía que haber resistido a la tentación de quedarse allí.
---
Un poco más descansado, comienzas a caminar por las calles. Muchas persianas bajadas. Ya casi pasa por los pisos. Hay gente que lo hace todo en el ferial: cortarse el pelo, lavar la ropa.
---
Procuras salir de la ciudad. Quizá sea la única solución. Sigues caminando durante horas sin ver a nadie. Cuando llega la noche, agotado, te tiendes en el suelo.
---
Le llevan a una celda oscura, minúscula. Se echa en el suelo, que está mojado. Cierra los ojos. Quiere que todo se acabe pronto.
---
Quieres marcharte. Hace casi veinte minutos que dejaste del piso y comienzas a ponerte nervioso. Te sientes incómodo en la calle: puedes encontrarte con algún conocido, cualquiera puede pretender hablarte, empeñarse en acompañarte apoyándose en la maldita hermandad de feria. Permanecer fuera del piso mucho tiempo resulta tan arriesgado como jugar a la ruleta rusa.