sábado, 21 de diciembre de 2013

Rata de laboratorio

–Veo que es usted bebedor –me dijo, señalando mi carga de botellas de cerveza.

El tipo aquel me entregó una tarjeta. Leí: LABORATORIO DE ANÁLISIS MENGELE, o algo así. Iba a aullarle que se metiera en sus asuntos, pero siguió hablando.

–Estamos realizando un estudio muy serio. Intentamos conseguir una pastilla para luchar contra la dipsomanía.

–¿La dipsoqué?

–La tendencia irresistible a beber.

Iba a mandarle a la mierda cuando añadió que pagaban cincuenta pavos a la semana por tomarme unas pastillas. Sólo eso. No sé si aquellas putas pastillas me curarían la dipsoquesea, pero al menos me financiarían la bebida: Johnny, el de la licorería, ya no me fiaba.

Fuimos a una furgoneta y el hombre me entregó un bote lleno de pastillas naranjas.

–Tiene que tomarse tres cada día y entonces pasarse por la clínica.

Había allí una enfermera con unas buenas piernas, que invitaban a acariciarlas. Quizá lo hiciera.

–¿Y los cincuenta pavos?

Relato seleccionado en el Certamen de Realismo Sucio. Homenaje a Bukowski