sábado, 7 de diciembre de 2013

Lubina al horno

Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos. Regresó a la cocina. La lubina terminaba de hacerse en el horno. Su primer impulso fue apagarlo, pero no lo hizo. Descorchó el vino y se echó una copa. Abrió el horno: le llegó un agradable olor. Esperaría un poco para sacar la lubina. Vació la copa y volvió a llenarla. Hasta el borde. No podía sacárselo de la cabeza. Un idiota incapaz de inventar una excusa creíble. Un completo extraño. Sacó la lubina y se sirvió en un plato. Tenía un aspecto delicioso. Se echó otra copa y comprendió que estaba mejor sin él.