La pendiente comienza a empinarse. Cada paso le cuesta un esfuerzo sobrehumano. Aún así, no se deja vencer por el desánimo: la cumbre está cerca. Empuja. Empuja. De repente, cuando está a punto de alcanzarla, nota que no puede más. Trata de sostener la piedra, pero no puede, se le escapa, cae. Se tiene que echar a un lado para que no le aplaste. La observa rodar hasta el fondo. Al principio, aquello le enfadaba, le enfurecía. Sin embargo, ya se ha acostumbrado. Es su condena. Absurda. Eterna. Al menos, mientras baja, Sísifo puede tomarse un descanso.
Microrrelato seleccionado en febrero en el Concurso de Microrrelatos La Microbiblioteca