Los extranjeros repartieron los regalos. A Oumar le dieron un balón de fútbol; a Abdoul, un gigantesco camión de juguete. Sin embargo, Moussa sólo recibió una caja de lápices de colores. Mostró su mejor sonrisa cuando se la entregaron, pero al llegar a casa miró pesaroso los lápices.
–Hubiera preferido el balón de Oumar. ¿Qué voy a hacer con vosotros?
–Nosotros elevamos sueños –dijeron los lápices.
Moussa, un tanto incrédulo, buscó un papel. Para su sorpresa, dibujó un hermoso palacio rodeado de jardines y, sí, su imaginación comenzó a volar.
Microrrelato ganador de la I Edición do Concurso de Microrrelatos Efémeros do Ateneo de Ourense