Cuando vi la punta del afilado escalpelo, traté de detenerlo. Sólo conseguí hacerme un feo corte la mano. El doctor terminó de realizar la incisión. Luego me agarró. Traté de mantenerme dentro. Tuvieron que llamar a dos celadores para que ayudaran a sacarme. Vencieron mi resistencia después de unos pocos minutos.
–¡Qué descanso! –dijo mi madre cuando estuve fuera.
La miré enfadado.
–¡Qué cruel eres, mami!
–Compréndelo, Borjita. Llevabas treinta años aquí dentro. Era hora de que salieras.
–Vale, vale. Pero lo que no lograrás será echarme de casa.
Microrrelato publicado en Elbicnaranja.wordpress.com