El forastero vino del norte. Nos aseguró que era un sacerdote del dios del agua. Por eso, sin duda, siempre estaba en la ribera del Baitis. Afirmaba que podía traducir las palabras del río. Sus suspiros, sus lamentos, sus reflexiones. Sin embargo, no fue capaz de interpretar su furia. La crecida le arrastró. No encontramos su cuerpo.
Microrrelato seleccionado en el Concurso Bocados Sabrosos