Un extraño pájaro azul se posó en la barandilla de hierro de mi balcón. Traté de recordar lo que muchos años atrás me había dicho mi abuelo: sería feliz si viese un pájaro azul. O era que me tenía que comer un pájaro azul. O debía capturarlo y meterlo en una jaula. O debía dejarlo escapar. O debería hacerle una foto. O tenía que ignorarlo porque los pájaros azules no traen la felicidad, sino la desgracia.
–¿Te vas a decidir? –me gritó el pájaro azul–. No tengo todo el día.
Microrrelato que recibió la primera mención en el Calendario Microcuentista 2016 del mes de octubre