jueves, 7 de enero de 2016

La pelota

Baltasar nos dijo que su tío le había comprado una nueva pelota. 

–Me la ha traído de Barcelona. Es magnífica.

–Vamos a jugar con ella.

–Cuando acabe la siesta. Mi madre no quiere que molestemos a los vecinos. 

A las seis, ya estábamos esperándole en la plaza. Baltasar apareció por fin con la pelota debajo del brazo. Tenía razón. Era magnífica. Era todo un balón de reglamento. El primero que veíamos en nuestra vida.

–Pasa –dijo el Peruco.

Baltasar colocó la pelota en el suelo y le dio una patada. El Peruco empezó a hacer regates imitando a Quini. Entonces, chutó contra una pared. Para nuestra sorpresa, se desmoronó. La pelota vino rodando a mis pies. No sé qué me hizo chutarla contra el pilar. Quedó convertido en un montón de piedras. Excitados, comenzamos a lanzar la pelota contra la torre de la iglesia, que cayó entre una gran nube de polvo, contra la consulta del médico, contra el ayuntamiento. 

–Vayamos a la escuela –propuso el Peruco. 

Allí nos dirigimos. Nos pasábamos la pelota. De vez en cuando la hacíamos golpear contra una pared que indefectiblemente quedada destruida. Por fin llegamos a la escuela. Acabar con ella nos costó tres pelotazos. Estábamos tan excitados que el Peruco, de un patadón, lanzó la pelota por encima de una tapia. Y así la perdimos.

Microrrelato ganador del I Concurso de Relatos de la Revista Scribere