Cuando leí en la contraportada que era un libro explosivo, me pareció la típica exageración de los editores. Sin embargo, después de pensarlo sólo un poco, lo acabé comprando. Comencé a leerlo apenas llegué a casa. No pude dejarlo en toda la tarde. Me fui a la cama y seguí leyendo. A las doce, llegué a la fatídica página 203. La explosión me dejó ensordecido. Dejé lo que me quedaba de libro sobre la mesita de noche y apagué la luz. Seguiría al día siguiente con él.
Microrrelato ganador del Concurso de Microrrelatos "Letras y más letras"