sábado, 15 de abril de 2017

Microcuentos

Cenicienta, Blancanieves y la Bella Durmiente acabaron con todas las perdices. El lobo tuvo que comerse a Caperucita.
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Penélope ya no podía más. Le resultaba imposible satisfacer a sus 108 pretendientes. Envió a Telémaco a buscar a Ulises.
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¿Me mintió cuando me dijo que me amaba? ¿O me mintió cuando antes de abandonarme me dijo que me amaba como el primer día?
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Voy a tener que comprar un nuevo atrapasueños. Parece que el viejo está lleno: anoche tuve una pesadilla.
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–Mijita, ¿cómo has conseguido escapar del bosque oscuro?
–Los monstruos empezaron a discutir quién iba a devorarme.
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Para sobrevivir en el bosque negro, tuve que convertirme en una bruja.
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¡Pobre Schahriar! ¡Qué ingenuo! ¡Mira que creerse los cuentos de Scheherezade!
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La secuestraron, la vendieron, la embarcaron hacia América, la revendieron, la azotaron, la violaron. No dejaron de llamarla salvaje.
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Cuando le vio por vez primera, Jane comprendió que Tarzán sería un salvaje en la cama.
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Scheherezade contrató a un negro para que le escribiera los cuentos, lo cual le acabó costando la cabeza.
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Lo que más le gustaría al Holandés Errante sería naufragar.
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Hitler comprendió demasiado tarde que su libro era imposible de adaptar.
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Cuando la niña cruza el oscuro bosque oscuro, se hace la tonta
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Cenicienta estaba tan desesperada que dejó seis pares de zapatos en las escaleras de palacio.
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Harto, salté por la ventana. Estaba tan desesperado que olvidé que vivía en un primero.
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Al Minotauro le sorprendió descubrir que había sido concebido durante una salvaje fiesta en el palacio de Cnosos.
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Era tierno, atento, delicado, sensible, melifluo. Era aburrido.
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–Vengo a matarte.
–…
–He dicho que vengo a matarte.
–…
–Bueno, está bien. Sólo te remataré.
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Era tan guapo y simpático que Cenicienta perdió los dos zapatos.
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Después de publicar un libro de cuentos, centró su esfuerzo en la redacción de una novela río. Murió ahogado en el primer volumen.
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Le odiaba tanto que comenzó a pensar que le amaba.
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El cura no les dejó acudir disfrazados de Adán y Eva, así que tuvieron que celebrar una boda civil.
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Fue un asesinato tan sanguinolento que el juez, además de condenarle a cuarenta años, le obligó a limpiar la escena del crimen.
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Un pequeño fallo en los cálculos. Y Noé tuvo que explicarles a los dinosaurios que no podían subir al arca.
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Cuando el dinosaurio despertó, Noé ya había partido.
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Le invité una vez a cenar. Y se presentó con una botella de lambrusco.
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Cuando despertó, Scheherezade todavía no había terminado de contar la historia del mandadero y las tres doncellas.
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El día de su boda, Laura tomó prestado al novio de Mónica y se lo llevó al servicio.
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El canto de las sirenas era horripilante, pero Ulises, que no quería echar por tierra un mito, no se lo dijo a sus marineros.
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Desde que Caronte acepta el pago en vino, el Aqueronte se ha convertido en el río del Olvido.
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Cuando el banquero le propuso invertir en renta variable, Caronte comenzó a remar más rápido.
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No parecía dispuesto a bajarse del pedestal. Tuvimos que derribar su estatua.
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Tuvieron que aplazar la boda a septiembre. El cura les había suspendido el cursillo prematrimonial.
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Aunque Sancho aseguró de que se trataba de molinos de viento, se guardó mucho de acercarse a ellos.
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Han llegado al punto en que sus palabras son ruido.
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Se arrancó un ojo, se cortó la mano izquierda y la pierna derecha. Y sólo quedó segundo en el concurso de disfraces de piratas.
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Querría ser otra persona. Querría no ser.
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Prometí amarle hasta que la muerte nos separase, pero no se entera. Todas las noches viene a molestarme.
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Por la noche no olvido ese vaso de vino que me ayuda a olvidar todo lo demás.
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Cuando se perdió en el bosque, se encontró a sí mismo.
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Efecto Pigmalión
Judas no quiso defraudar las expectativas del rabí.
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No fue capaz de guardar silencio. Habló y habló. Y el viento se llevó sus palabras.
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Fría venganza
El maquillador de cadáveres sonrío al ver a Natalia. La dejó fea para toda la eternidad.
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El hombre bala salió disparado al infierno. Demasiada pólvora.
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–Si no le amabas, ¿por qué te casaste con él?
–Para no aburrirme mientras esperaba al auténtico amor de mi vida.
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El psicoanalista me dijo que tenía derecho a guardar silencio y que cualquier sueño podía utilizarse en mi contra.