Hoy debería ser un día muy feliz para Mayida. Hoy se casa su hijo. Hoy debería ser el primer día del resto de su vida. Esperaba comenzar a descansar hoy porque Mayida no ha parado de trabajar desde que era una niña. Cuando tenía dos o tres años, comenzó a cuidar a sus hermanos, a llevar agua, a limpiar, a fregar, a cocinar. Cuando se casó –Mayida sólo tenía entonces trece años–, se trasladó a casa de su marido. Allí, además de seguir siendo la criada de todos, tuvo que soportar a su suegra: Mayida la odiaba. Pronto, tuvo hijos. Uno, dos, cinco, siete. Los días pasaban lentos. El marido de Mayida murió en la guerra, su segundo se fue a luchar a las montañas. Dos hijas enfermaron y murieron, la mayor se casó.
Hoy debería ser un día muy feliz para Mayida. Hoy se casa su hijo. Sin embargo, hay algo que preocupa a Mayida: su nuera fue a la escuela, tiene un trabajo –¿qué clase de mujer trabaja fuera de casa?–, casi nunca lleva el burka. Hoy Mayida no puede ser feliz.
Microrrelato presentado a la Primavera de Microrrelatos Indignados