lunes, 2 de julio de 2018

Cuenta 140

Trabajaba de sol a sol para no tener que pensar en la vida tan miserable que llevaba.
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No consiguió que le mirara a los ojos. El hipnotizador tuvo que pedir otro voluntario.
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Después de faltar cinco veces a la cita, el psiquiatra le envió el diagnóstico a casa: trastorno de personalidad por evitación.
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En la enfermería de la plaza recordó que había olvidado rezarle a la Virgen de Guadalupe.
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Se fue al desierto y se hizo eremita porque le gustaba la soledad. Sin embargo, tuvo que dejarlo. Dios se le metía en la cabeza.
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Encargaron a Genetix Corp un clon para que hiciera compañía a su hijo. No soportaban verle jugar solo.
Al clon le gustaba la soledad.
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Compró marcos alemanes. La libra se devaluó. Ganó mil millones. Financió un parque en Londres. Le nombraron caballero del Imperio Británico.
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Calculó mal. Los veinte mil euros que dejó en su testamento a la Iglesia no bastaron para garantizarle el cielo.
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UN DÍA DE OFICINA
Subió por el ascensor, perdió 600 millones de dólares y salió por la ventana.
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Se dieron cuenta de que era el momento de abandonar el país. La economía estaba muerta. Los fondos buitre habían llegado.
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Los arbustos frenaron su caída, pero lo que le salvó la vida fue caer en el centro del estanque. Maltrecho, subió para intentarlo de nuevo.
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Después de tantos años, pudo por fin satisfacer su curiosidad: en el fondo del abismo estaban los esqueletos de los que allí habían muerto.
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Subido en la cofa del palo de mesana, observó aterrado el horizonte. El océano se acababa.
-¡El abismo, el abismo! -gritó Rodrigo de Triana.
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Los dos ejércitos estaban en posición. Uniformes impecables. Armas relucientes. Los generales no se decidían a dar la orden de abrir fuego.
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Cuando le vieron aparecer en el rodaje, comprendieron que nadie le había advertido que los kilos de más iban a añadírselos en maquillaje.
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Después de tomarlas cocidas, fritas, rellenas, gratinadas y rebozadas, advirtió que la dieta de la alcachofa no estaba funcionando.
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El actor se miró en el espejo y se negó a admitir que era perfecto para hacer de Sancho Panza.
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Tratando de imitar a los clásicos, rodó la película en blanco y negro. Según los críticos, el resultado fue gris.
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Fue al puente de los suicidas, como todas las Nocheviejas.
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Me regaló una pulsera con el símbolo del infinito. Me dieron 200 euros por ella en la tienda de empeños.
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El pintor está indignado. En la exposición de expresionismo abstracto han colocado su cuadro al revés.
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A nadie le extrañaba que el escritor de microcuentos viviera en un piso con paredes de papel.
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Fue condenado a treinta años de cárcel por edificar pisos con materiales de muy mala calidad. La cárcel también la había construido él.
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El Rey le pidió consejo y el Sabio, que se jugaba el cuello, le dijo lo que quería oír.
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El oráculo de Delfos declaró a Sócrates el más sabio de los hombres. A Jantipa, su mujer, le dio un ataque de risa.
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Le preguntó al demonio si había alguna manera de volver al mundo de los vivos para anular la donación que había hecho a la Iglesia.
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Concejala, diputada, ministra. Ha llegado a la cumbre. Su agenda está tan cargada que ya no piensa en los hijos que no ha tenido.
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El verdugo le escribió una carta al ministro pidiéndole que aplazaran la abolición de la pena de muerte: todavía no había pagado el piso.
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Cuando era evidente que iba a perder la alcaldía, decidió esconder el bastón de mando. El ayuntamiento se hizo ingobernable.
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Le aseguró a su mujer que, si las contracciones continuaban cuando acabara el partido, la llevaría al hospital.
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Han llegado a las puertas de palacio. Tienen hambre. Piden pan. Antes de recibirles, el rey se coloca su peluca empolvada con harina.
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Cuando le llegó a casa la factura del trasplante capilar, temió que se le reprodujera la alopecia nerviosa.
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El forense dictaminó que el finado había fallecido por asfixia en la cámara frigorífica de la morgue.
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Apostó cien mil euros a que permanecía diez minutos debajo del agua sin respirar. Ganó. Sus herederos cobraron la apuesta.
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Para desgracia de los acosadores, la novatada duró hasta que salió la luna llena.
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Cada vez que iba a la playa con su familia, Robinson Crusoe arrojaba sin que le vieran una botella al agua.

Microcuentos finalistas semanales del Concurso 140 de El Semanal (2017-2018)

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No paró de comer y beber desde el mismo momento en que le dieron la pulsera de todo incluido. El forense tuvo que quitársela.
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El escritor pasó tantas penurias que estaba seguro de que se convertiría en un clásico.
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Cuando supo que los gendarmes habían fusilado a diez campesinos, el general ordenó al juez castrense que redactara diez condenas a muerte.

Microcuentos ganadores semanales del Concurso 140 de El Semanal (2017-2018)