viernes, 5 de abril de 2019

Papelera

Ana María Shua: “Huyamos, los cazadores de letras están aqu…”

Murió en un accidente geográfico.
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Cuando Empédocles llegó a Islandia y vio tanta nieve, lamentó ir descalzo.
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–Alégrate, Aivars, ya no tendremos que luchar más.
–¿No? ¿Por qué?
–Acabo de ver nuestros nombres en la lista de caídos en combate.
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Pintó un cuadro tan abigarrado que se perdió en él.
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–¿Nuria ya no está con Ricardo?
–No.
–¿Sabes por qué?
–Él cazcaleaba en la cama.
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UCRONÍA
Alejandro Magno se sintió impresionado cuando contempló la Gran Muralla.
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DENIVIANA
A menudo, el dueño de un chalé en Galapagar es un quincemista que hizo carrera. A menudo, un okupa es un quincemista que no la hizo.
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–¿Qué haces en tu tiempo libre?
–Escribo microcuentos.
–Es decir, cazcaleas.
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El nombre de mi hermana aparecía escrito en el lavabo de hombres. Debajo de él, escribí mi número de teléfono. A ver quién se atrevía a meterse con ella.
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Guillermo Tell disparó una flecha; mató a su hijo, porque no quería que llevara, como él, una vida de esclavo. Pronto tuvo lista otra flecha. La disparó a Hermann Gessler, el colérico y sanguinario gobernador austriaco. Decenas de soldados se acercaron a Tell, que disparó una tercera flecha: se la clavó a sí mismo en medio de la frente.
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Alejandría, 48 a.C. Julio César llegó, vio y quemó.
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Llegué al orgasmo un martes. Desgraciadamente, dos días tarde.
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–¿Quién era ese?
–No sé.
–¿Y qué quería?
–Invitarme a una copa.
–¿Y no te ha invitado?
–Se ha alejado velívolo cuando le he dicho que quería un Dom Pérignon 1996.
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CALIGULIANA
Que se rían de mí con tal de que me voten.
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El nombre de mi hermana aparece en todos los baños que hay entre la estación de autobuses y el piso que mis padres le compraron. Junto a su antiguo número de teléfono. Ha tenido que cambiarlo porque no paraban de mandarle mensajes indecentes y de hacerle llamadas guarras. Tardé casi tres semanas en escribirlo. Y ahora tendré que poner el nuevo número.
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Miró hacia atrás para ver quién le seguía. Nadie.
–¡Malditos! –gritó a sus compañeros.
Fue el momento en que tres flechas se clavaron en su espalda. Lloró. Lloró amargamente. Todos creerían que estaba huyendo.
–¡Malditos! –gritó–. ¡Malditos! ¡Malditos!
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El último día de vacaciones le conocí. Gerardo era divertido, inteligente. Me dio su teléfono y me dijo que le llamara para decirle cuándo iría el año siguiente a Llanes. Me apresuré a arrojar su número a la basura cuando me despedí de él. Sin embargo, el teléfono de Sergio sí que lo guardé en la agenda. Él, al que conocí el primer día de vacaciones, no era muy listo, pero sí un portento en la cama.
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EPITAFIO
No me roben las flores. Son de plástico.
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Llegué al orgasmo un martes. Lamentablemente, iba tan puesto de pastillas que no supe cómo lo había logrado.
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El psicoanalista se encuentra ante un caso complicado: no sabe si Nerón sufre de complejo de Edipo o de Orestes.
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–Españoles, Franco ha muerto –anunció Arias Navarro.
–No hay mal que por bien no venga –exclamó la viuda de Carrero Blanco.
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Mientras Horst Schmied, funcionario del Ministerio de Hacienda, espera la llegada del tranvía, contempla los lejanos fucilazos. Según los periódicos, el enemigo está en el Óder, a ochenta kilómetros de Berlín. Este verano, al parecer, no podrá pasar las vacaciones en el Báltico. ¡Malditos rusos!
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–Sus versos estaban llenos de ternura. Decían que yo era el mar y que quería llenar con mi humedad su piel.
–¡Qué hermoso!
–Sí, hermana, escribía bien, pero su carne estaba dura y poco jugosa.
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Había un barco en la única botella que tenía el náufrago.
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Mi pluma no se desliza. La hoja en blanco es cada vez más grande. No hay pasión, ni amor, ni nada. Está claro, Lesbia, que no te quiero. Sin embargo, desde que vi a tu hermano, ha crecido dentro de mí un extraño sentimiento.
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El último día de vacaciones, don Cástulo descubrió para qué servía la pulsera de plástico que le habían dado en el hotel. Fue un día largo.
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El eolólogo se fue con viento fresco.
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Me daba asco, pero hice de tripas corazón: cerré los ojos y besé veinte millones de dólares.
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Empédocles, al que le asustaban los fucilazos, entró a refugiarse en el cráter del Etna.
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–¿Qué te ha parecido mi novela?
–¿Ese abigarrado montón de palabras?
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Revolución en la Biblioteca de Babel: a los bibliotecarios les han dado un lector de libros electrónicos.
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–¿Quién era ese?
–No sé, querido. Se ha alejado velívolo cuando le he dicho que estaba contigo.
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Nefer llevó a la tumba a todos los enterradores.
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Llegué al orgasmo un martes, tres días después de mi boda. El camarero que nos servía el desayuno era guapísimo.
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La vida es eso que sucede antes de que llegue Mark David Chapman.
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El pescador contempla asombrado el lejano fucilazo. ¡Qué hermoso le parece! Tres días después, cuando comienza a perder el pelo, no comprende lo que le sucede. No entiende que tenga ninguna relación con la explosión que se produjo en la isla de Bikini.
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ALEGATO DEL TORTURADOR
Ellos me atormentaban con su persistente silencio.
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La bisabuela mezcla y amasa, la abuela da forma, la hija hornea, la nieta come.
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AZUL
Cuando vi al conde, comprendí por qué quería que fuera a la cita con ese color de pintalabios.
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Después de años trabajando juntos, se entendían sin necesidad de hablar. Por lo tanto, Yavé perdió el tiempo confundiendo sus lenguas. Siguieron levantando sin descanso la Torre de Babel.
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–Entonces, ¿qué le ocurre, señora Kindlmüller?
–Cada vez que veo una hilo y aguja…
–¿Qué?
–… tengo pensamientos sicalípticos. ¿Es grave, doctor Freud?
–Espere a que mi secretario me traiga papel y lápiz. Y cuente, señora Kindlmüller, cuente.
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Luis XIV, ya anciano, había perdido todos los dientes. Un joven cortesano, que quería ser nombrado magistrado en el Parlamento de Auvernia, se hizo arrancar los suyos para congraciarse con el rey.
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La nuestra fue una relación tormentosa que acabó cuando ella expresó el deseo de que me partiera un rayo.
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A mi mujer le gustan las ferias a mí los cuentos feéricos.
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Zufrió un fucilazo.
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Cuando vio el segundo fucilazo, el conde volvió asustado a su ataúd.
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EL DESPERTAR DE MONTERROSO
¡Újule!
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Encontraron a un monstruo muerto debajo de su cama, junto a los calcetines que apestaban a sudor.
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Sócrates fue condenado por impostor porque, a pesar de que vivía de enseñar a la juventud, alguien le oyó decir que sólo sabía que no sabía nada.
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–Doctor Freud, díganos: podrá curar a nuestro hijo.
–Les aseguró que lo lograré. O al menos conseguiré, señores Samsa, que se transforme en una criatura menos asquerosa.
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–Eres una procrastinadora.
–¿Una qué?
–Una procrastinadora.
–¿Y qué significa esa palabra?
–Búscala en el diccionario.
–Lo haré mañana.
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–Hanamura, te he hecho llamar para encargarte un dibujo.
–Descríbala.
–Quiero que pintes una colina en una mañana de brumosa de invierno por la que, en la lejanía, camina embozado Miyamoto Musashi. ¿Qué te parece?
–Clivosa.
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Le desnudé con los ojos. Concluí que estaba mejor vestido.
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MATEO 16, 26
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su equipo?
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–Gerardo era amable, generoso, divertido, romántico, muy detallista.
–¿Y por qué lo dejaste entonces?
–Porque cazcaleaba en la cama.
–Ah, claro.
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La ambulancia llegó tan tarde que ingresé cadáver, así que no me importó que me pusieran en una habitación con tres camas.
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Pobre Tarquinio. La Sibila destruyó el libro en que se anunciaba su destitución.
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Me tocó la lotería de Babilonia. Tuve suerte: sólo perdí un dedo.
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Estás de muerte, chamaquita.
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AGGIORNAMENTO
Vaticano, 2745. El Tribunal del Santo Oficio, terminada la investigación sobre el extraño comportamiento del cardenal Prakoso, ha recomendado ingresarle en un psiquiátrico. La locura del prelado ha sido demostrada: Prakoso cree que Dios existe.
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El pescador contempla asombrado el lejano fucilazo. ¡Qué hermoso le parece! Tres días después, cuando comienza a perder el pelo, no comprende lo que le sucede. No entiende que esto tenga ninguna relación con la explosión que se produjo en la isla de Bikini.
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Como sabían que no le gustaban las cosas sin terminar, cuando se quedó en coma, le desconectaron.
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Cuando María Magdalena despertó, Jesús todavía estaba allí.
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Los alienígenas tuvieron que aplazar la invasión. Concluyeron que la nave podría ser dañada por la basura espacial.
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Trump obliga a que se juegue al Monopoly en los colegios.
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Hades está furioso: la primavera comienza antes y Proserpina pasa cada vez menos tiempo con él.
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Freud ha encontrado una manera de dejar escapar sus fantasías sicalípticas: atribuirlas a sus pacientes.
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–Señorita Ponomarenko, usted firmaba un documento en que daba permiso al señor Raspopov a fotografiarla mientras le realizaba una fellatio y, posteriormente, usted le realizó una fellatio al señor Raspopov, ¿no?
–Sí, señoría.
–Y usted, señorita Ponomarenko, denuncia al señor Raspopov por obligarle a realizarle una fellatio, ¿no?
–Sí, señoría. Me obligó.
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En Instagram, María Magdalena tiene más seguidores que Jesús.
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El dragón ayudó a los enoun’i a derrotar a los beleer’lt. Como premio, le permitieron comer todos los beleer’lt que quisiera. El pobre murió ahíto.
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Cuando está con su jefe, como no se atreve a ponerle bemoles, abemola su voz.
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Comienza la primavera. El vendedor de antihistamínicos hace su agosto.
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La zorra maldijo a Esopo después de probar las uvas. Donde se ponga un tierno conejito.
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–¿Qué hace Sísifo en esa clivosa colina?
–Empuja una roca.
–¿Y qué pasa cuando llega arriba?
–La deja caer y empieza de nuevo.
–Vamos, que está cazcaleando.
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Adolf no entiende por qué no consigue dejar embarazada a Eva: cubre su cuerpo de semen todas las noches.
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Hubiera querido ser censurado, pero sólo llegué a censor.
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Impaciente, la primavera se abre paso. Ya le ha quitado casi cuatro semanas al invierno.
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ANTENA 3 Y LA SEXTA
Atresmedia pone una vela a Dios y otra al diablo.
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–¿Te has echado un nuevo tinte? ¿De qué color?
–Abigarrado.
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–¿Qué te pasa? Te veo nervioso.
–Sabes que soy un escritor realista, ¿no?
–Sí.
–Pues me han pedido que utilice la palabra ‘feérico’
–Escandaloso.
–Sí.
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–Frodurf se está comiendo su cola.
–¡Qué pervertido!
–Sabes que Frodurf es un dragón, ¿no?
–Ah, entonces es un excéntrico.
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Aquiles entró en cólera cuando Agamenón le preguntó si quería sopa de tortuga.
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¿A Aristóteles le vendieron una esclava desdentada?
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–Adonay, están construyendo otra Torre de Babel. ¿No vais a hacer nada?
–Bah. La ha diseñado Santiago Calatrava.
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Ni Zeus cree en sí mismo.
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–¿Usted es un pordiosero?
–No me insulte: yo, aunque pobre, soy ateo.
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CRISIS DE GOBIERNO
Llevaba horas sintiéndose mal: el pecho le quemaba y le picaban las extremidades. Pensó que debía pedirle a su secretario un analgésico, pero necesitaba estar despejada. La verdad era que ya había sentido los mismos síntomas otra vez, pero no quiso reconocerlos. Trató de concentrarse en el complejo informe sobre el déficit. Peliagudo…
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El actor estaba furioso: el público del estreno había actuado muy mal.
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La policía secreta vigila a los insurgentes. La policía secreta vigila a los ministros. La policía secreta vigila, incluso, a la policía secreta.
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Hades está furioso porque la primavera comienza antes y Proserpina pasa poco tiempo con él.
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Richard Francis Burton hizo un descubrimiento excepcional: halló el punto G.
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Marco Aurelio era todo bondad: ordenó a sus soldados que dieran una buena muerte a los marcómanos.
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–¿No me crees, Tomás? Soy Jesús.
–Te pareces a Jesús, pero no eres Jesús.
–Dame tus dedos. Mételos en el agujero que tengo en la palma de la mano.
–Precisamente. A Jesús le hincaron los clavos en las muñecas.
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Lo que no te mata te deja agonizante.
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El David de Miguel Ángel está furioso: Goliat se ha reído de su tamaño.
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La policía investiga a Pinturas Martínez por blanqueo de dinero.
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El miedo trepó por mi espalda, pero se quedó paralizado por el terror cuando llegó al tatuaje del león.
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PARADOJA
Un soldado gravemente herido y feliz.
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–Holmes, cuánto tiempo.
–Hola, inspector Lestrade. Encantado.
–Le echamos de menos en Londres. Una pena que dejara de ser detective asesor.
–Se equivoca, Lestrade. No estoy retirado. Llevo años enfrascado en una ardua investigación feérica.
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La oveja clonada tuvo un déjà-vu.
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Me dijo su peor mentira con su mejor sonrisa.
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George R. R. Martin escribió un microcuento de 600.000 palabras y tres volúmenes.
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El actor de método está en un brete. ¿Cómo diantre se prepara el papel de hombre invisible?
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–No abras la puerta –me dijo–. No abras la puerta. No abras la puerta –me repetía una y otra vez–. Nunca la abras.
Por lo demás, era cariñosa y atenta. Estaba claro que quería lo mejor para mí. Vigilaba que comiera bien, que hiciera ejercicio, que tuviera la ropa siempre limpia. Pero para mí no era suficiente. ¿Qué había detrás de aquella puerta?
Todo empezó aquella noche en que me preparó una cena especial. Por una vez, me quedé dormida antes que ella; durante un tiempo, creí que había echado algo a mi bebida. Luego, cuando desperté, me contó lo que había sucedido.
–Tendremos que quedarnos encerradas en el sótano.
No protesté. El sótano era grande y ella parecía haberlo preparado todo.
–Aquí estaremos hasta que todo acabe –me dijo.
Lo acepté, porque así me permitía estar junto a ella. Sin embargo, tres meses después, estaba harta. Necesitaba salir, ver la luz del sol.
–Quizá ya todo esté bien fuera.
–No, no.
Aguanté un mes más antes de decidirme a intentarlo. Abrí la puerta y…
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Alejandro le quitó a Diógenes el Sol. No supo dónde guardarlo.
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En el cartel se leía: Por favor, descálcese antes de sumergirse en la lava. Es lo que hizo Empédocles.
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Lúculo cena con Lúculo, pero con el dinero de Mitrídates.
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Llamaron al Gran Relojero porque tenían un problema peliagudo: el reloj de sol atrasaba.
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PARADOJA
El asesino no sabe cómo matar el tiempo en la cárcel.