Milena Busquets: «Todos en mi familia tenemos cierta propensión al sadismo en las relaciones (resultado, creo, de ver tantas películas de Ingmar Bergman)».
POLITICUS DEXTERUS MODERNUS
Espécimen político contemporáneo
Aspecto: Se distingue por su predilección hacia las prendas de Scalper, Cortefiel y Massimo Dutti, que porta como plumaje distintivo de la alta burguesía. Mantiene apariencia pulcra y semblante grave, evitando todo contacto con el fango político que pudiera mancillar su prestancia.
Costumbres: Defiende con vehemencia férrea las mismas ideas que profesaba el PSOE una década atrás, como si hubieran sido revelación divina. Gusta de la buena mesa y los placeres refinados. Paradójicamente, elogia a políticos conservadores británicos, cuya principal virtud histórica había sido menospreciar España.
Efectos: Al alcanzar el poder, experimenta una metamorfosis instantánea: ejecuta sistemáticamente lo contrario de cuanto prometió durante la campaña, como si hubiera ingerido algún filtro de transformación.
Protecciones: No se conocen métodos eficaces contra esta criatura. Los conjuros electorales resultan inútiles, pues la bestia se adapta a cualquier circunstancia manteniendo su esencia inmutable. Solo el paso del tiempo y el hastío popular parecen debilitarla temporalmente.
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POLITICUS SINISTERUS HYPOCRITICUS
Espécimen político de naturaleza contradictoria
Aspecto: Criatura de porte elegante que viste con refinamiento burgués, empleando las mejores galas como símbolo de su superioridad intelectual. Su apariencia distinguida contrasta con su retórica populista, manteniendo un semblante de indignación perpetua contra las injusticias ajenas.
Costumbres: Practica el arte de reprochar a la derecha los mismos comportamientos que ejecuta sin rubor alguno, como si la pureza de sus intenciones lo eximiera de toda coherencia. Profesa devoción ardiente por la igualdad y la justicia social, aunque establece jerarquías especiales: ciertos individuos —mujeres e inmigrantes— y determinados territorios gozan de derechos superiores en su particular taxonomía de la equidad.
Efectos: Experimenta extraña fascinación por caudillos iberoamericanos que, despojados de otras virtudes, demócratas ciertamente no son. Esta veneración hacia tiranos lejanos suele ir acompañada de severas censuras hacia cualquier conservador patrio.
Protecciones: Su escudo más poderoso es la superioridad moral autoproclamada. Las contradicciones rebotan contra esta coraza, pues se considera depositario exclusivo de la verdad progresista y, por tanto, incapaz de hipocresía por definición.
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Descargué Temu, pedí la famosa tablet y, milagro, llegó ayer. Pero la aplicación no se da por enterada: insiste con su anuncio de «tablet gratis». ¿No podrían al menos descargarla ustedes para callarla?
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Como Sísifo con su roca, el curioso empuja eternamente la piedra del conocimiento cuesta arriba, sabiendo que nunca llegará a la cima del saber absoluto.
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Sabiote, con 1.034 vecinos, es todo muralla y torre, pero sus gentes tienen el corazón más alto que las almenas. Si ven a un viajero cansado, lo invitan a comer, siempre que pueda pagar la factura, tan elevada como sus muros.
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La Edad Contemporánea empezó con mal pie: el pueblo de París asaltó la Bastilla para liberar a un falsificador y a un delincuente sexual.
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Lleva casi sesenta años enfadada conmigo porque fumo. No ha pasado ni un solo día sin reprochármelo. Y a los ochenta y tres años sigo fumando a escondidas, como cuando era adolescente.
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Al principio, las hojas de los árboles eran blancas y Silvana lloraba lágrimas azules por sus fríos bosques. Entonces, el Sol se enamoró de ella y, desde ese momento, las hojas son verdes, porque llevan la luz dorada del Sol y el llanto de Silvana. Por eso los bosques dan paz.
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En Alcalá la Real viven 1.327 vecinos que, desconfiados, otean al sur. Antes temían a los moros granadinos; hoy, a sequías, epidemias y directivas europeas —contra las que sus pétreas murallas no ofrecen defensas— y a cobradores de impuestos —que roban su paz.
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Cuando fabricaron al político, usaron cemento armado para el rostro y porcelana para el resto. La porcelana se rompía con cada escándalo, pero la cara siguió inmutable durante años.
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Menos mal que el público no se dio cuenta. Los actores estuvieron una hora y media improvisando morcillas mientras esperaban a Jean-Luc Moreau, que debía interpretar a Godot.
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Napoleón, con azúcar de remolacha, soñó endulzar Europa, pero dejó diabetes, obesidad, caries, hipertensión y problemas cardiovasculares que siguen matando más que sus guerras.
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—Maestro Ryōkan, ¿qué es mejor: hacer o no hacer?
—Ambas cosas pueden ser buenas, Genji.
—¿Entonces cuál elijo?
—Elige lo que quieras, hijo. Solo recuerda: lo único que nunca debes hacer es deshacer.
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En Iznatoraf, donde apenas viven 456 personas, las casas se aferran al peñasco para alcanzar el cielo. El viajero comprende que allí viven en las nubes, esperando echar a volar.
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El pasado es un palimpsesto: lo borramos, lo escribimos, lo volvemos a manchar, y siempre queda ilegible.
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El futuro es incierto porque no podemos controlarlo; el pasado, porque lo reescribimos para soportar el presente.
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Para los dacios, la muerte de César fue un alivio, aunque solo les concediera un siglo y medio de prórroga antes del genocidio.
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LIV
He apostado todo a un número que, me temo, ni siquiera está en el bombo.
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Soñaba con una sonrisa perfecta. Renunció al azúcar, a la carne, al vino y al pan. Quedó puro hueso y esmalte. Sonrió satisfecho al espejo: dientes de anuncio. Los demás, en cambio, veían la boca de un monstruo.
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Dumont probó la pócima del sospechoso. Despertó sin recordar nada, pero con sangre bajo las uñas y una sensación de poder absoluto, renovado. Quería más, pero encontró el frasco roto y una nota de su puño y letra: «Si lees esto, hice bien destruyendo la pócima».
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Entre los viajeros en el tiempo había toda clase de sádicos. Algunos reservaban asiento para asistir a la caída de Cartago, las matanzas mongolas o el bombardeo de Dresde. Khiem prefería algo más refinado, el miedo puro: la epidemia de 2020. Bastaba toser para sembrar el terror.
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En Bedmar, con 1.027 vecinos, las miradas pesan más que las piedras de su torreón —que llaman castillo. Te invitan a comer, pero el cuchillo que corta el pan parece estar hecho para otros usos. Después de que hayas comido, te invitan a pagar e irte.
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—Puede que no la hiciera feliz —explicó él—, pero tampoco la hice infeliz a tiempo completo. Había ratos agradables, fines de semana tranquilos, cenas sin discusiones, vacaciones sin incidentes graves.
El abogado escribió: «Argumento de defensa: tibieza sostenida».
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Estudios psicológicos (por ejemplo, el de DePaulo, 1996) sugieren que las personas mienten frecuentemente en interacciones diarias —en promedio una o dos veces al día—, aunque no necesariamente más que hablan.
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Tiene 14.674 seguidores y sigue a 455. ¿Por qué voy a molestarme en seguirlo?
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—Sargento Murphy, ¿es cierto que los apaches atacan sin previo aviso?
—Muchacho, yo no me preocuparía.
—¿Por qué no?
—Porque antes de verlos, ya estarás muerto. Son como fantasmas del desierto.
—Entonces, ¿no hay peligro real?
—Bueno, a decir verdad, a veces son apaches jóvenes y quieren divertirse un poco antes de matarte.
—¿Divertirse cómo?
—Oh, ya sabes: te persiguen durante horas, te hacen creer que has escapado, luego aparecen cuando menos te lo esperas. Es como un juego para ellos. Te dejan sudar, gritar, rezar... Les gusta ver el miedo en tus ojos antes del golpe final.
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En Antelis, la pena máxima por sedición era volar desde la Torre del Sátrapa. Los condenados extendían los brazos como alas, sintiendo por primera vez el viento puro en su piel. Volaban libres hacia la muerte, más libres que nunca habían sido en vida.
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Todos creían que era arrogante, pero solo era tímido. Cuando finalmente se armó de valor para explicárselo, tartamudeó tanto que pensaron que se burlaba de ellos. Ahora creen que es arrogante y maleducado.
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En Xanadú coexisten dos ciudades. La de los gobernantes, un paraíso mágico, exuberante y lleno de maravillas, bordado de jardines y banquetes; y la de los gobernados, hecha de suciedad, fatiga, hambre y miedos. Ambas se tocan, pero nunca se encuentran.
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Tal vez no la haga feliz, pero siempre saco la basura, soy fácil de mantener y nunca olvido su cumpleaños… salvo una vez.
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Vivir en un disco flotante suena mucho más emocionante que en una pelota perdida en el espacio.
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—Maestro Joshin, espero la iluminación desde hace años.
—¿Y el río espera llegar al mar, Kenji?
—Sí, maestro.
—Te equivocas. Cuando el río deja de buscar el mar, fluye con perfecta tranquilidad hacia donde debe ir. Deja de esperar. Solo fluye.
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Un día más, se preparó para la gran aventura de su vida. Armadura reluciente, espada afilada, noble propósito. Pero cuando llegó el héroe, él solo pudo repetir: «¡Bienvenido, valiente guerrero! ¿Necesitas algo?». Y es que solo era un personaje no jugador.
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Baeza, de 2.308 vecinos, es un laberinto de piedra parda. Sus calles se curvan como susurros insolentes y cada esquina guarda ecos de voces que tal vez nunca existieron. El viajero teme perderse, pero ya está perdido.
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Aseguran que los escritores de microcuentos van a contrarreloj, pero se equivocan: somos los novelistas los que corremos como posesos, esclavos del cronómetro. Dos mil palabras por hora, quince mil diarias o el día está perdido. Al final, Hemingway escribía de pie porque no tenía tiempo ni para sentarse.
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Llamadme Paco. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara, pensé que me iría a vivir con mi madre. Otra vez.
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Entre pétreos riscos, cual entidad dormida, Aldeaquemada custodia sus 716 vecinos. Quien llega percibe el sueño quieto donde moran casas expectantes, y gentes que profieren memorias de siglos no vividos aún, cual ecos eternos del alba.
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La aplicación había calculado nuestra compatibilidad en un 97 %: mismos gustos musicales, lecturas similares, valores compartidos. Como conversador era patético: farfullaba, se contradecía. Pero yo confiaba en el algoritmo y, además, me sentía muy sola.
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Me prometió un amor de peli romántica. Duró exactamente 87 minutos, aunque evidentemente sobró el final.
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No entiendo por qué la gente se queja del calor. Yo lo llevo perfecto: bebo agua, visto ropa ligera, evito el sol y, sobre todo, nada más levantarme, enciendo el aire acondicionado a 21º.
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Podría leer cuarenta libros, escribir diez relatos, cuarenta microcuentos o emborronar ciento y pico folios y llamarlo novela.
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ESPAÑA INCREÍBLE
Por el riesgo de incendios, los urbanitas prohibieron quemar rastrojos, tradición rural que servía para limpiar campos y reducir material inflamable. Ahora, la maleza acumulada multiplica el riesgo; los incendios son peores.
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—Maestro Jinhai, ¿cómo puede la semilla ser el fruto?
—Porque, Liwen, siempre han sido uno; el tiempo solo engaña.
—¿Y si planto calabazas?
—Entonces, recogerás calabazas. El jardín nunca miente, aunque tú quieras melones.
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Otra vez ese maldito embajador castellano, exigiendo una carta para el perro de su señor. Tamerlán, entre toses y sudores, considera decapitarlo. Pero no, que se largue. Bastante tiene con fingir que aún manda. El tiempo se le escapa. Las tropas aguardan para marchar a China, pero él apenas puede levantarse. Cada mañana es una pelea contra su propio cuerpo. Los médicos murmuran, recetan, fracasan. El chambelán insiste: «¿Qué respondemos al embajador?». Tamerlán, con la voz quebrada, masculla: «Que se vaya al infierno». Y vuelve a hundirse en las almohadas, como si el lecho fuera su último campo de batalla.
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INHUMANIDAD
En Argüelles, tras un bombardeo, un hombre corrió envuelto en llamas. No sentimos compasión: su hijo se había unido a Falange en 1935. Al caer, algunos se acercaron, no para ayudar, sino para confirmar su fin. Nadie lloró.
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—Tuve un discípulo excelente, Ryō.
—¿Qué lo hacía tan excelente, maestro Hoshin?
—Parecía escuchar cada palabra con la atención de un monje iluminado.
—¿Y dejó de serlo?
—Sí. Descubrí que escuchaba solo para no hacerme caso.
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Espero morir joven… en veinte o veinticinco años.
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Li Wei, que había estudiado en Stanford, robó varias neurosis y las metió en su maleta. En el aeropuerto, un guardia muy curioso acabó con síndrome de Estocolmo. Finalmente, Li pudo abrir una consulta en Shenzhen. Sus pacientes llegaban normales y salían odiando a sus padres.
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El ministro Halim sabía que había caído en desgracia. El sultán Mehmet II lo había recibido esa mañana con una cortesía inusitada, casi afectuosa. Recordó entonces a los antiguos ministros: Faruk, desterrado tras una sonrisa; Yasin, decapitado junto a sus hijos tras un banquete lleno de elogios. Halim repasó sus actos, sus palabras, sus silencios. ¿Qué había hecho para perder la confianza del sultán? Tal vez nada. Tal vez todo. En palacio, la desgracia no siempre necesita razones.
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Guardó su anillo de compromiso en una cajita de terciopelo. Cada aniversario lo sacaba para recordar el día que no se atrevió a proponérselo.
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Antes del banquete élfico, los invitados contaban los días para asistir. Después, saturados de delicias y embriagados de néctar, prometían no ir nunca más a fiesta alguna. Los elfos de Valdris sonreían: habían robado su hambre de vivir junto con sus nombres.
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ESPAÑA INCREÍBLE
Alguien afirma tener un título —que no posee— y accede a un puesto de nivel A1. Años después, le exigen el título. Al no tenerlo, lo degradan de puesto, pero mantiene su sueldo de nivel A1.
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No paran de mirarme. Ojos asesinos que planean mi muerte, ojos indiferentes que me borran del mundo, ojos de deseo que me devoran, ojos de lástima que me compadecen, ojos de envidia que me odian, ojos curiosos que me disecan. No sé cuáles me dan más miedo.
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MEDIEVALSOCIALISMO
Doctrina que predica igualdad y justicia social, pero sostiene que ciertos territorios «especiales» e individuos —en especial la élite política— poseen privilegios y derechos superiores a los de los demás.
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Horse in, pint down, donkey out.
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Se enamoraron en la cola del supermercado. Él compraba pan integral, arándanos y kale; ella, aguacates, yogur desnatado de cabra y calabacín. Hablaron de todo mientras esperaban. Al salir, esperaban verse al día siguiente. Nunca ocurrió. Él cambió de horario, ella de barrio.
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La biblioteca del archimago se extendía más allá del tiempo. Y aún así, cada noche soñaba con un libro que no tenía.
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Tras pacificar China, el emperador Xuandi comprendió que la paz eterna volvería inútil a cualquier gobernante. Creó la leyenda de los salvajes xiongnu y construyó la Gran Muralla contra una amenaza ficticia. Gobernar es el arte de inventar miedos.
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Los elfos de Valdris no anhelaban oro ni tierras, sino recuerdos. Dejaban a sus víctimas vivas, pero vacías.
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Llamaba cada noche a la radio pidiendo su canción favorita. Amó su voz tímida al dedicársela «a quien me escucha». Cuando la conoció en persona, descubrió que mentía: estaba casada, la canción era para otro.
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Los elfos de Valdris perfeccionaron la crueldad como arte: envenenaban lentamente con belleza, entonaban canciones que robaban la esperanza y regalaban flores que marchitaban los sueños. Su mayor maldad: hacer creer que seguían siendo buenos.
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Era un escritor perdido en un océano de páginas en blanco; hacía décadas que no descubría una historia digna de ser contada, solo costas sin faros que guiaran sus palabras.
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Gregorio todavía estudia, no trabaja, ayuda poco en casa. Mis amigas dicen que es como un mueble. Pero cuando más lo necesité, ahí estuvo, en mi peor momento, cuando precisaba ayuda, y ellas… ellas me dejaron sola, ocupadas con sus perfectas vidas.
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Dietrich von Eisenwald llevaba siglos vagando por su castillo —si es que alguna vez fue suyo—, imitando gestos humanos: fingía comer, respirar, dormir. No temía desvanecerse, sino descubrir que nunca vivió, que su alma no era más que una sombra.
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Le he dicho a mi hijo que mañana volveremos a la tienda y le compraré el camión de rescate de dinosaurios. ¡Qué asco! Me siento como un político.
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Qué gracioso: todos los carteles dicen «cumbre a 3 kilómetros», pero olvidan mencionar que después hay que deshacer todo el camino
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La gente dice «tranquilo» solo cuando sabe que deberías salir corriendo.
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Fabricio había firmado su tarjeta de donante a los dieciocho años, en un arrebato de generosidad juvenil. Cuando llegó su hora, a los setenta y cinco años, después de una vida marcada por el cinismo, la decepción y una visión particularmente sombría de la existencia humana, el equipo médico procedió con eficiencia quirúrgica.
No solo extrajeron sus órganos vitales, sino que los nuevos protocolos permitían el trasplante de características intangibles: personalidad, humor, perspectiva vital, incluso su manera peculiar de entender el mundo.
Meses después, los receptores comenzaron a experimentar cambios inquietantes. El joven que recibió su corazón desarrolló una amargura inexplicable hacia la humanidad. La mujer que heredó su sentido del humor empezó a hacer chistes que helaban la sangre. El estudiante universitario con su cerebro perdió toda capacidad de optimismo. Los gemelos que recibieron sus ojos dejaron de ver la belleza en cualquier cosa.
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Unsummarizable. Must upgrade ChatGPT to premium.
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GOROSTEGUIANA
Dispersaba palabras sueltas de libros diversos por una página en blanco y tejía alrededor de ellas frases delirantes hasta crear relatos imposibles. Al leerlos se sorprendía: el asesino era un holograma cuántico, los hobbits pilotaban naves espaciales o Hermione había invocado accidentalmente a Cthulhu en Hogwarts.
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La Guerra Fría fue el enfrentamiento entre perros y gatos mediante conflictos subsidiarios. ¿Quién ganó? Laika llegó al espacio antes que cualquier felino. Los perros conquistaron las estrellas. Debate cerrado. Los gatos siguen resentidos mirando por la ventana.
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Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima. Como un Nazgûl, su mirada me persigue, atando mi alma a las sombras de Mordor.
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En cada bar, la misma búsqueda. Observa, sonríe, elige. Siempre hombres con mirada afilada, voz de humo y manos que huelen a peligro. Los buenos la aburren; los malos la destrozan. «El equilibrio es imposible», se dice, pidiendo otra copa.
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Últimamente, con tal de evitar las discusiones, ha abandonado incluso el diálogo interior y la autocrítica y, por no tener, ya no tiene conflictos internos.
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En X, yo sigo a mucha gente a la que no sigo, y —para que no sepan que les sigo— no sigo a gente a la que sigo.
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Mi vecino del tercero, un tipo de sonrisa tranquila, deja caer cada mañana algo distinto: un puñado de galletitas, rajas de chorizo, gajos de manzana, un trozo de fresa, un diente de ajo, una bola de papel… y, un martes lluvioso, a su suegra. Cuando le preguntamos por qué lo hace, asegura que es «para alimentar la convivencia». Según él, los objetos que caen generan conversaciones
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Mi vecino del tercero deja caer cada mañana algo distinto al patio de luces: galletitas, chorizo, gajos de manzana, un diente de ajo, una bola de papel… Cuando le preguntamos por qué lo hace, asegura que es «para alimentar la convivencia». Según él, los objetos que caen generan conversaciones.
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Mi vecino deja caer cada mañana algo distinto al patio de luces: galletitas, chorizo, gajos de manzana, un diente de ajo, una bola de papel…
—¿Por qué lo haces? —me atreví a preguntarle un día.
—Para alimentar la convivencia. Los objetos que caen generan conversaciones.
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Hay muchas cosas que no me gustan de él, pero hay algo por lo que lo respeto: aunque sea de una manera que no comparto, está dispuesto a darlo todo, incluso a morir.
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—¿Por qué tiras todo al patio? —le pregunté.
—Hago reciclaje selectivo —respondió—. Orgánico: frutas y verduras. Inorgánico: papel y plástico. Especial: suegras.
—¿Especial?
—Sí, para esa categoría necesitas un contenedor blindado y muy profundo.
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La dama de la lámpara recorría las tinieblas. Algunos seres se acercaban para sentir su protección; otros, cegados por el miedo, huían de la luz. Solo uno, hecho de pura sombra, esperaba. No temía la luz: sabía que esta se extinguiría.
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Reina, f. Figura que en el ajedrez y en la vida siempre manda más que el rey.
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Encerraron a Clara en el psiquiátrico por ver demonios inexistentes. Su esquizofrenia, decían los doctores, creaba alucinaciones terribles. La hallaron muerta con arañazos profundos en la garganta. Habría sido mejor no revisar las cámaras.
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Felicidades, has conseguido el trabajo perfecto: torturador de ti mismo, jornada completa, sin vacaciones.
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Pues yo ya estoy recargado de energía solar para varios meses. Necesitaría también recargarme de energía eólica.
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El monje Roshi encontró a Daichi sentado junto al estanque, con expresión melancólica.
—¿Qué perturba tu serenidad, hermano?
—Observo cómo el loto florece perfecto mientras mis pensamientos permanecen turbios. Me comparo constantemente con los demás monjes y solo encuentro sufrimiento.
Roshi se sentó a su lado.
—¿Has visto alguna vez al sauce lamentarse por no ser roble? ¿O al roble avergonzarse de no ser sauce?
—No, maestro.
—La naturaleza no conoce la comparación. Cada árbol cumple su dharma sin mirar al vecino. Cuando te sientes inferior, sufres. Cuando te crees superior, también sufres. Ambas son ilusiones que te alejan de tu verdadera naturaleza.
Daichi reflexionó.
—¿Entonces cómo encontrar paz?
—Sé como esta piedra —dijo Roshi, señalando una roca del jardín—. No aspira a ser montaña ni se avergüenza de ser pequeña. Simplemente es, y en ese ser encuentra la perfección.
Daichi sonrió, comprendiendo finalmente la enseñanza.
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Pedro Sánchez nos ha demostrado empíricamente que retractarse de las promesas no tiene consecuencias físicas observables.
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Gracias a Pedro Sánchez hemos descubierto la dieta perfecta: un menú diario de promesas incumplidas, cero calorías.
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Pedro Sánchez: pionero de la nutrición política. Sus constantes retractaciones prueban que las palabras no alimentan.
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Sánchez ha convertido el arte de contradecirse en un método de adelgazamiento involuntario.
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La gran contribución de Sánchez a la ciencia: demostrar que la hipocresía es un ejercicio que no quema calorías.
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En el laboratorio de Moncloa, Pedro ha destilado la esencia de la contradicción: palabras que se evaporan sin dejar rastro en el cuerpo.
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Sánchez: inventor de la dieta de promesas rotas.
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Caso clínico: paciente consume diariamente sus declaraciones anteriores sin mostrar signos de sobrepeso verbal.
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Pedro Sánchez ha revolucionado la cocina política: sus palabras se digieren sin aportar sustancia.
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EL JUEGO FINAL
Atahualpa movía las piezas con fingida torpeza mientras Alonso de Molina sonreía. Los españoles creían enseñarle paciencia a un salvaje. Qué ironía: él había dominado las reglas en una tarde, pero necesitaba tiempo para algo más importante que el ajedrez.
Sus generales esperaban órdenes. El rescate de oro se acumulaba en patios y corredores, pero Pizarro ya había decidido. Atahualpa lo sabía por la forma en que los soldados evitaban su mirada.
Dejó que Molina ganara otra partida. El castellano se hinchó de orgullo.
—Vuestra Alteza aprende despacio, pero con constancia.
El Inca asintió. Despacio, sí. Como quien saborea sus últimos días.
La mañana final llegó con el capitán Hernández de Soto. Un hombre joven, de ojos inquietos. Atahualpa propuso una última partida.
—Si gano, me concedéis una hora más de vida.
Hernández aceptó, divertido.
Cinco movimientos. El jaque mate fue limpio, inevitable. El español palideció.
—Una hora —murmuró Atahualpa—. Es todo lo que necesito para despedirme del sol.