El camino comenzó a estrecharse. Ahora tenía que atravesar un minúsculo puente de piedra. Estaba resbaladizo. Se preguntó quién lo había construido. Antes de seguir, miró hacia atrás. La niebla ocultaba la tierra. Resopló y siguió caminando. Alguien le esperaba en el extremo. Cauteloso, se aproximó al extraño que, despreocupado, le daba la espalda. Ya casi le podía tocar. Se detuvo. Esperó.
–Has llegado –dijo el extraño.
El caminante no respondió.
–Incluso aquí, al fin del mundo, has venido persiguiéndome.
El mar rompía contra las rocas. El mar.
–¿Tanto es tu rencor?
Contempló la ancha espalda. Sentía odio, sí. De repente, trató de empujarle, pero sólo consiguió trastabillarse, estuvo punto de caer al mar. Cuando se puso de pie, advirtió que allí no había nadie más, sólo él.
Microrrelato seleccionado para su publicación en el VII Concurso de Microrrelatos Calle del Sol