Nunca olvidé a Marcial. Hizo que mis años de escuela fueran bastante entretenidos. Se reía de mis granos, de mi peinado, de mi ropa, de mis gafas, hasta del plástico con el que forraba mis libros. Cada día me tenía preparada una nueva: me escondía la cartera, me quitaba el bocadillo, me tiraba de las orejas. Todavía recuerdo con nostalgia aquellos años.
Marcial me ha enviado una solicitud de amistad. Quiere que me una a sus otros 243 amigos de Facebook. Desde luego, he dado a aceptar. Quiero ser su amigo, aunque sea con veinticinco años de retraso.
Microrrelato finalista del Concurs Setmanal de Microrelats Wonderland