Nadie se tomó la molestia de informar al comandante Malfatti del cese de hostilidades. Su batería de montaña continuó bombardeando monótonamente las líneas enemigas. Durante un tiempo, las andanadas de artillería siguieron levantando inofensivas nubes de roca y nieve. No sabía Malfatti que el tratado de paz había establecido que aquellos picos nevados que bombardeaba pertenecían ahora a su país.
Cuando los cañones se quedaron sin munición que los alimentara, el comandante Malfatti ordenó entregar fusiles a los artilleros. Tenían que prepararse para rechazar el inevitable ataque enemigo.
Todavía esperan.
Microrrelato publicado en Estanochetecuento.com