Se sentaba en la ribera y se quedaba horas y horas escuchando el correr del agua. El paye nos decía que, en su lenguaje, el río le contaba las historias que luego nos repetía a nosotros. Desde luego, no le creíamos.
Un día, advertimos que algo había sucedido aguas arriba: el río estaba en silencio, había dejado de fluir. No le dijimos nada al paye. Le llevamos a la orilla.
No tardó en mostrarse inquieto.
–¿Qué le ha pasado al río? –nos preguntó–. Ha enmudecido.
–Ya verás como habla –le respondimos.
Le dejamos allí y nos fuimos, como solíamos hacer. Al cabo de unas horas, cuando regresamos, encontramos muerto al paye.
Microrrelato finalista (ex aequo) del I Certamen de Microrrelatos sobre el río Bergantes