Nunca me ha gustado dejar nada abierto. Debía comprobar dos veces si había echado la llave del piso. No me fiaba de los cierres automáticos: esperaba que se cerrara la puerta del garaje.
Tengo ahora un miedo que me impide descansar en paz: ¿estará bien cerrada la tapa del ataúd?
Microcuento publicado en Cincuentapalabras.com