jueves, 5 de mayo de 2016

Pirata experimentado

Cuando vi aquella oferta de trabajo para piratas experimentados, no lo dudé. Contraté a un cirujano para que me cortara la pierna derecha por debajo de la rodilla; me puse en su lugar una pata de palo. Hice que me amputara la mano izquierda y la sustituí por un afilado garfio de acero argelino. Yo mismo me arranqué el ojo derecho y tapé el hueco con un parche de cuero negro. 

Los candidatos eran entrevistados en la taberna del Loro Borracho. Una larga fila de cojos, mancos y tuertos esperaba. Sin embargo, muchos conservaban las dos piernas o los dos brazos, y la mayoría de los aspirantes ni siquiera eran tuertos. El puesto estaba en mis manos, quiero decir, en mi mano.