lunes, 24 de octubre de 2016

Microcuentos

–Te veo muy guapo.
–Ponte las gafas.
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Existe una conspiración universal de espejos. Se han confabulado para no reflejar la imagen que tengo de mí mismo.
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Hace mucho que me abandonó el monstruo que había debajo de mi cama. Le aterraban mis ronquidos.
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Me dio un beso con tal cara de asco que me convirtió en sapo.
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Las perdices sobornaron al cuentista para que no hubiera más finales felices.
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Tuvieron que despedir al primer actor. El resto del reparto ya no podía con sus morcillas.
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Necesitaron toda la noche para ponerse al día.
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¡Qué despistado soy! He perdido la llave de mi palacio de la memoria.
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Después de que me dejara, la encerré en la mazmorra más oscura de mi palacio de la memoria.
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No tengo descanso. Es levantarme por la mañana y ya me está mirando en el espejo alguien a quien no puedo ver.
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Mi madre me dijo que si no me portaba bien un monstruo vendría a verme. ¡Ojalá!, pensé. Me da miedo dormir solo.
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En su familia, sólo él está descontento cuando envejecen los caldos, sólo él, Lestat el Vampiro.
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–¿Por qué quiere divorciarse de su esposa? –le preguntó el juez.
–Porque no sabe tejer –respondió Ulises.
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Para tener algo de lo que quejarse, siempre llevaba una piedra en el zapato.
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Hizo mal Caín ofrendándole a Dios el queso que se le había quedado rancio.
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Mutatio verborum
Él lo llama remolino juguetón; su mujer, coronilla pelada.
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–Su esposo se recuperará de la operación.
–Doctor, usted me aseguró que moriría –dijo la desconsolada esposa.