domingo, 23 de abril de 2017

El sueño de todo librero

Cuando me instalé en aquel lugar, mis colegas se compadecieron de mí; me dijeron que allí sólo vivían labriegos nada interesados en la lectura. Sin embargo, lo admito, tuve suerte; encontré a un cliente que era el sueño de todo librero. No paraba de encargarme volúmenes que tenía que traer de Madrid, de Zaragoza, de Amberes. Nunca regateaba el precio. Sólo a veces me pedía que le guardara un libro, pues debía vender unas fanegas de tierra para conseguir más dinero.

Un día desapareció. Lo vieron salir por la puerta falsa de un corral vestido estrafalariamente. Le echo de menos.

Microrrelato para el Concurso de #HistoriasdeLibros de Zenda