domingo, 19 de mayo de 2019

Papelera

Adolfo Bioy Casares: “Cada frase es un problema que la próxima frase plantea nuevamente”.

Te pido el cielo y sólo me traes la Luna. ¡Si serás inútil!
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–Ramírez, le he llamado para comunicarle que hemos decidido despedirle.
–No lo entiendo, director. ¿Por qué?
–¿Que por qué? Porque en los últimos 365 días ha acumulado 666 incidentes, 69 infracciones y 13 faltas gravísimas. Usted, Ramírez, es el diablo.
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–Fulvio, estamos en mayo, ¿no?
–Sí, César.
–El mes de la madre... Me llevó nueve meses en la barriga... ¡Qué sonrisa se le escapó cuando mi padrastro me nombró heredero! Quiero, Fulvio, que arrojen flores al mar donde ordené que la ahogaran.
–Así se hará, César.
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–¿Por qué estaba regalando golosinas a los niños?
–Tiene una explicación lógica, señoría.
–¿Cuál? Dígamela.
–Acabo de abrir una clínica odontológica y necesito clientela.
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EVERYTHING HAS A PRICE
Me metieron en la cárcel por regalar golosinas a los niños, y aquí acepto que me regalen cigarrillos. ¡Si seré imbécil!
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Bruto se alió con Pompeyo, el hombre que había ordenado matar a su padre, y asesinó a Julio César, el hombre que se había acostado con su madre. Tenía un complejo de Edipo de manual.
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–Entonces, ¿con esta loción conseguiré recuperar el cabello perdido?
–Seguro.
–¿Todo?
–Todo.
–¿En dos semanas?
–En dos semanas.
–¡Hummm!
–Si no queda satisfecho, como pasaré dentro de un año por aquí en mi carricoche, me comprometo a devolverle hasta el último céntimo.
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El ateo ve a un indigente. Generoso, va a darle un billete de veinte euros, pero se contiene en el último momento cuando advierte que el mendigo lleva colgado un crucifijo. El ateo no quiere que el pordiosero piense que esos veinte euros son un regalo del cielo. Le acaba dando cincuenta céntimos.
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Durante siglos, el hombre trató de vencer a la naturaleza. Ahora trata de que su victoria no sea total.
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–Vete al averno.
–No sé dónde está ese sitio, pero me iré allí con tal de no estar junto a ti. Mira que eres pedante.
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Vótenme. Subiré el salario mínimo y las pensiones. Bajaré la jornada laboral. Ampliaré las vacaciones. Pagaré las cervezas del viernes por la noche. Claro que se puede, ¡carajo!
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–Oiga. ¿Por qué me sanciona?
–Por culpa del cocinero de su restaurante.
–No entiendo.
–Es un pelagatos.
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Ardió Notre-Dame un martes de 1465. Quasimodo estaba inflamado de amor.
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Los vegetalistas protestaron cuando los animalistas trataron de prohibir las plantas carnívoras.
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La secuestraron, la embarcaron hacia América, la vendieron, la azotaron. No dejaron de llamarla salvaje.
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Carlos de Lawday fue coronado rey de Inglaterra el 23 de agosto de 1485. La corona se la entregó el anterior rey, Ricardo III, que se la había prometido a cambio de un caballo.
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Para ganarse el cielo, Juan de Mañara compuso este epitafio: Aquí yace el peor hombre que fue en el mundo.
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Eszter, desesperada, lleva siglos buscando la receta en su libro maldito. Hechizos, males de ojo, rituales, invocaciones. Allí está todo. Pero falta lo más importante: un antídoto que suspenda los efectos del elixir de la inmortalidad.
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CHASCO
Alcázar Medina Mezquita odia a los musulmanes.
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Profetas judíos, muñecos de madera con una larga nariz, microplásticos. Los humanos siempre dando de comer porquerías a las ballenas.
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HISTORIA CHINA
Li Xiannian, rey de Wang, empezó subiendo los impuestos a los que tenían una bandera colgada en el balcón. Más tarde cobró nuevas tasas a los que tenían balcón. Pero, como no fue suficiente, Xiannian acabó subiendo los impuestos a quienes respiraran.
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–A ver, señor Filek, explíqueme el proceso otra vez.
–Es muy sencillo, excelencia. Sólo necesito extractos vegetales y un ingrediente secreto.
–¿Y agua del Jarama?
–Y agua del Jarama, excelencia. Y tendremos tanto petróleo como necesitemos.
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Cuando le ve, Jane comprende que Tarzán será un salvaje en la cama.
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–Adolf.
–¿Sí, Eva?
–Apártate. Necesito espacio vital.
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–¿Qué animal anda por la mañana sobre cuatro pies, sobre dos al mediodía y sobre tres por la tarde?
–El delfín –respondió Edipo, que odiaba la idea de casarse.
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–Zsigmond vino de sus viajes con una sirena.
–¡Increíble! Debe ser hermosa.
–¿Hermosa? Ésta es una sirena que tiene alas y garras. Da miedo.
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–Sí, soy su esposa.
–No, su esposa soy yo.
–Yo vivo con él. Pasa toda la semana en el trabajo y viene a casa los viernes.
–No, no. Trabaja viernes, sábados y domingos. Durante la semana ayuda en casa.
–Tenemos dos hijos.
–¡Imposible! Fuimos al especialista y le diagnosticó anespermia.
–Vale. Lo reconozco. Lorena y Christian quizá no sean hijos suyos, pero yo soy su única esposa.
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Miguel de Cervantes compra unos papeles viejos llenos de caracteres arábigos en el Alcaná de Toledo. Los manda traducir. Son copias escolares del Corán.
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SINCRÉTICO
Lleva una camiseta Nike, unos pantalones cortos Adidas y unas zapatillas Converse.
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Por fin ha llegado Soylent Green a las selvas de Nueva Guinea. A los papuanos les gusta: su sabor les resulta familiar.
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Ardió Notre-Dame un martes de 1871. Hans Saathoff, artillero del octavo regimiento pomerano, recibió una medalla.
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El arverno Vercingétorix le hizo pasar a César un averno.
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Mahoma fue a la montaña y allí encontró a un anacoreta monofisita que, enfadado, le dijo que se buscara otro sitio para hablar con Dios.
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Matamos a Messi y le hicimos la autopsia: concluimos que no era extraterrestre.
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Desesperado, me arrojé a un pozo. Cuando llegué al fondo, una voz me espetó enfadada:
–¡Fuera de aquí! Este pozo está ocupado.
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Después de Farsalia, entre la dignidad del suicidio y la vileza del asesinato, todos sabemos lo que eligió Bruto.
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Les rescató del bosque, les dio cobijo, les trató como si fueran familia. Les alimentó. Incluso a veces, Hansel y Gretel pensaban que les estaba cebando. Pero no podían desconfiar de aquella generosa viejecita que estaba, siempre con su sonrisa, cuidando de los demás.
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Ardió Notre-Dame un martes de 1918. ¡Maldita Gran Berta!
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Estaba soñando con Jaime cuando mi marido, siempre tan inoportuno, me despertó.
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Ardió Notre-Dame un martes de 1944. Hitler estaba loco de contento.
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¡Estos alemanes! Ni siquiera consiguen que salga agua de la ducha.
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–Demuéstrame que me amas –me dijo.
Y le maté. Y así demostré que estaba dispuesto a ir a la cárcel por él.
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–Te traigo en la mirada –le dijo la ciega al hombre invisible.
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–¿No quieres caramelos, preciosa?
–Caramelos. ¡Aaaggg! Pero ¿no podrías compartir la wifi desde tu móvil?
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La gallina de los huevos de oro es el gallo del gallinero.
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–Sí, soy su esposa.
–Entonces, ¿usted se hará cargo de la factura del hospital?
–Bueno, cuando dije esposa, quería decir compañera, amiga, conocida.
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–A este animal le llamaré… tricerátops.
–Adán, Adán, no me cabrees.
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Ramsés ha sido rápido. Ha capturado a los hebreos mucho antes de que consiguieran llegar al mar Rojo. Mata a los hombres y vende a las mujeres y a los niños como esclavos al rey de Nubia, su aliado.
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–El de la mesa 8 ha pedido Coca-Cola para el lechazo.
–¡Qué salvaje!
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–¿Has oído la noticia?
–¿Qué noticia?
–Anoche, durante el banquete, Alejandro mató de un lanzazo a Clito.
–Pero ¿a quién se le ocurre llevar una lanza a un banquete?
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–Satrústegui, mida el verso que hay escrito en la pizarra.
–Un metro, profesor.
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Los dirigentes del Partido Animalista no querían llegar a un acuerdo con los extraterrestres hasta que no aclararan que había pasado con todas esas vacas.
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–César, el rey Marbod ha enviado la cabeza de Varo.
–Echadla a la basura.
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DECEPCIÓN
Grigore siempre veía el lado positivo de las cosas; todo le parecía hermoso. Resultó inevitable que un día, cansado, le arrancara los ojos y me los pusiera. Creí que vería el mundo de color de rosa, pero, la verdad, tampoco noté tanto cambio.
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–¿Y cómo acabaste aquí, en el infierno?
–Dios me pilló confiscado.
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Alejandro llegó a las puertas de la India, pero no encontró las llaves para entrar.
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Como no le gustaba Borges, copulaba en una habitación llena de espejos.
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–¿Tú, indio? –preguntó el almirante.
–Indio, no. Nativo americano.
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La armonía ha vuelto a la ciudad. La suavidad de mi gobierno ha sustituido a la aspereza de los optimates. El amor ha sucedido al odio. El brillo de la prosperidad a la oscuridad del infortunio. Pero, dime, Bruto, ¿por qué tienes el rostro azul? ¿Te pasa algo?
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–¿Nombre?
–Coleridge.
–Ah, sí. Tú fuiste el que robó la flor, ¿no?
–Sí.
–Pues ahora no te dejo entrar.
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PARADOJA
Se sentía orgulloso de ser tan humilde.
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–Le prohíbo salir del país.
–¿De qué país, señoría? Yo soy un cosmopolita.
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–¿Vendrá el médico?
–No, no vendrá.
–¿Y el veterinario?
–Tampoco.
–¡Qué desgracia, Grete, qué desgracia!
–No te preocupes, madre, he logrado convencer a alguien para que venga a ver a Gregor.
–¿Quién?
–Un entomólogo.
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Narciso ha decidido que su relación sea abierta.
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Kong, dime. ¿De qué hablas cuando hablas de tener sexo oral?
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Kong, no podemos tener sexo: no he traído condones.
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No nos engañemos: para King Kong, Ann Darrow es la última mona.
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–Este camino es muy bueno porque no lleva a ningún sitio.
–¿Y qué tiene de bueno?
–Que nadie me sigue.
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Cuando Richard Owen despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
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El juez Liu está sorprendido. Hay un asesino que quiere acudir a su tribunal.
–Dime, canalla. ¿Por qué quieres que sea yo el que te juzgue?
–Con perdón, señoría. Dicen que usted es un borracho. Y sólo un juez borracho podría absolverme.
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–Te traigo en la mirada, Sonia.
–Me llamo Beatriz.
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–Presidente, los alienígenas nos invaden.
–¡Menos mal!
–¿Menos mal?
–No sabía cómo iba a pagar el sueldo de los funcionarios este mes.
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–¿Has visto el huevo que estaba empollando?
–No, no lo he visto.
–¿Y qué comes?
–Esto, una omelette à l’oignon.
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–¿Quién es ese niño que está sentado en la consulta?
–El doctor Albani. Es un psicólogo infantil.
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–Si alguno no permanece en mí, es cortado y se seca, lo mismo que los sarmientos; luego los recogen y los echan al fuego para que ardan. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis… ¿Sí, Pedro?
–Yo quiero algo.
–¿Qué?
–Un palacio en Roma.
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Las nativas de Venus dejaron rendidos a los aborígenes de Marte.
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JUANES ORTEGAS HAY A CIENTOS
Juan Ortega decide quedarse en la cama un poco más; ¡qué bien se está escuchando la radio! Juan Ortega resopla preocupado: el toro es manso. Juan Ortega se salta el semáforo en rojo: llega tarde. Juan Ortega llena el depósito del tractor; hoy pasará todo el día arando. Juan Ortega está nervioso: ¿podrá sacar la chuleta en el examen de Filosofía? Juan Ortega, sentado en un banco de la plaza, ve pasar a la gente. Juan Ortega llama a la Facultad: hoy no irá; pide que avisen a los alumnos. Juan Ortega le pregunta a su abogada dónde está el baño: no puede controlar sus nervios; ¿concederá el juez la custodia compartida? Juan Ortega se toma el segundo café de la mañana. Lucía Ortega, que hasta hace tres meses se llamó Juan Ortega, se maquilla. Juan Ortega llora; su madre le da el biberón.
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La musa le abandonó porque siempre estaba pensando en las musarañas.
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Ardió Notre-Dame un martes de 1793. El Ser Supremo se le apareció a Robespierre y le dijo que estaba muy enfadado.
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–Siegbert, ¿tú no trabajabas en las cocinas de la Cancillería?
–Sí.
–¿Y cómo acabaste en el frente ruso?
–Le serví a Hitler un plato de judías.
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CUENTOS PROCACES
–Señor Yamashita, ha llegado un paquete a su nombre –le dice el conserje.
–Gracias, Takuya.
¡Por fin! Yamashita camina rápido hacia su despacho. Impaciente, destroza la caja. Sin preocuparse por los trozos de papel que han caído al suelo, saca su contenido. Allí está. El minúsculo bote de escopolamina. Burundanga. ¡Bien! Esta noche, después de dos años, nueve meses y siete días, Yamashita tendrá sexo con su mujer.
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Soy un lector voraz. Cada vez que releo un cuento de Stephen King devoro una pizza.
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Devoraba una pizza cada vez que leía un cuento y engullía un pollo asado, al menos, cada vez que se enfrascaba en una novela. Era un lector voraz.
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Coleridge acabó en el infierno por robar una flor del Paraíso.
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–Siempre te traeré en la mirada –me dijo.
Y yo no estaba dispuesto a que se quedara con algo mío. Por eso le arranqué los ojos.
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–¿Puede prestarme vuestra merced el yelmo de Mambrino?
–¿Y para qué lo quieres, Sancho?
–Voy a hacerme las barbas.
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–¿Sabes, Censorino?
–¿Qué, Sila?
–Me gustaría pasar cinco horas con Mario.
–¿De verdad?
–Sí, velando su cadáver.
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El vegetariano fue tan persuasivo demostrando que el consumo de carne era malo que, antes de comérselo, los caníbales proclamaron que era una lechuga.
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Oficial del pelotón de fusilamiento:
–¿Quiere que le ponga una venda?
–Pero si todavía no me han disparado. Además, confío en que no sea necesario: sus hombres parecen competentes. Seguro que me matan a la primera.
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Fuiste tú quien me enseñó que los hombres también podemos fingir los orgasmos.
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Tito Labieno (Piceno, 100 a. C. – Dacia, 41 a. C.). Legado del ejército durante la Guerra de las Galias, se convirtió en uno de los comandantes que defendieron la República después de la rebelión de Julio César, al que consiguió derrotar completamente en la batalla de Munda. Después de su consulado de 44 a. C., fue nombrado procónsul de Iliria y Macedonia. Inició una campaña contra los dacios, a cuyo rey Burebista consiguió derrotar. Labieno murió repentinamente cuando preparaba una expedición de castigo contra los sármatas.
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MONTERROSO KAFKEADO
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.
–Por favor, considéreme un sueño –me dijo.
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Jesús resucitó a Lázaro; la burocracia romana, no.
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TRES PALABRAS
El Popocatépetl duerme.
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¡Háganse las tinieblas!
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Messi está lesionado.
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¡Llegó el dildo!
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Llegué, vi, besé.
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Hoy, también perdices.
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¡Vino la musa!
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Pinchó el coche.
-
Esta noche toca.