Lydia Davis: “La vida es demasiado seria como para que yo siga escribiendo”.
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría… ¡Ay! ¡Qué mordisco me ha dado el maldito asno!
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Le abrieron la cabeza para sacarle la piedra de la locura. Murió cuerdo.
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Cuando Caperucita entró en la casa de su abuela, no sospechó que se metía en la boca del lobo.
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–¿Cómo te llamas?
–Jonia.
–¡Qué nombre tan original!
–Jí.
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–¿Y cuándo saliste del armario?
–Cuando el marido de Laura regresó a la oficina.
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–He pasado las de Caín.
–No te quejes. Peor habría sido que hubieras pasado las de Abel.