sábado, 6 de febrero de 2021

Microcuentos

 –¿Era buena en la cama?
–Sí, muy buena. Allí nunca me pegó.
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Donde el caballo de Atila pisaba no volvía a crecer la hierba. Tuvieron que sacrificarlo porque ya había echado a perder cientos de millas cuadradas de pasto.
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–Os habéis pasado. La condena a Sócrates es severa.
–¿Severa? Se pasó treinta años enseñando a los jóvenes y se jactaba de no saber nada.
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No le daba ninguna alegría asistir a la reunión de Tristes Anónimos.
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–¿Sabes qué? A Nietzsche le han suspendido la cuenta.
–Ah, ¿sí? ¿Qué ha dicho?
–Que Dios ha muerto.
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PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE DE HEISENBERG
Ella le observa; él mete barriga y saca pecho.
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–¿Y usted, señor Van Helsing, por qué no teme a los vampiros?
–Porque tengo sangre de horchata.
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En el infierno, el funcionario del registro siempre está guardando cola.
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Ella me recompuso. Ella volvió a romperme.
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Después de la fuga de siete presos, el alcaide prohibió la literatura de evasión.
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Yo soy la que le envía los anónimos, la que le denunció a la inspección, la que rayó su coche, la que todos los días toma café en la barra mientras él está desayunando con sus compañeros.
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En el grupo de Ludópatas Anónimos hacían apuestas sobre quién sería el primero en superar su adicción.
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Es una pena que el gato de mi novia no sea nada curioso.
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EL COLMO
La columna del periódico estaba torcida.
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Es tan ocurrente, tan divertida, tan atenta. Y lo más curioso, chico, es que si no fuera millonaria nunca me habría fijado en ella.
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Nos dijo que nunca daba explicaciones y, a continuación, nos explicó por qué. 
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La reunión semanal de Hipocondríacos Anónimos no ha podido celebrarse por falta de quórum: más de la mitad de sus miembros no podían asistir por encontrarse enfermos.
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EL COLMO
En aquel penal, identificaban a los presos por el código de barras.
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El juez dictaminó que la hormiga tenía que pagarle a la cigarra por oírle cantar.
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Esta mañana hemos enterrado a mi marido. ¡Qué gritos daba!
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Le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa, pero no me llamo a engaño. Sé que no le gustan ni mis orejas ni mis dientes. Esta Caperucita tiene un plan.
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Dio a un siervo cinco talentos, a otro tres y a otro uno. Éste último contrató a un sicario y entregó cuatro talentos a su señor.
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El escritor tiene un castillo en Francia, un ático en Nueva York y un apartamento en el Caribe. Todo fruto de su imaginación.
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EL COLMO
Antes de dormir, estuvo leyendo La interpretación de los sueños, de Freud. Esa noche tuvo pesadillas.
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Era tan tacaño que economizaba las palabras.
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EPITAFIO
Mi cuerpo está aquí; yo, no.
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El médico me ha recomendado que salga a dar una vuelta todos los días. He decidido hacerle caso. Me he comprado un patinete eléctrico.
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Depusimos al director en una votación democrática. No se lo tomó muy bien. Ordenó a los celadores que a cinco de nosotros nos pusieran camisas de fuerza y nos metieran en las habitaciones acolchadas.
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Ingresó cadáver en el hospital. Por lo menos no tuvo que compartir habitación.
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–Eh, usted, ¿qué hace en el contenedor de basura?
–Ya ve. Mi mujer ha hecho hoy limpieza.
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EL COLMO
Dice que no abre un libro para que no se escapen las palabras.
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Le he levantado la tapa de los sesos. Dentro no tenía nada.
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–¿A qué te dedicas?
–Soy un escritor en paro.
–Ah, ¿sí? ¿Qué has escrito últimamente?
–¿No me has oído? Estoy en paro.