sábado, 13 de febrero de 2021

Papelera

Keith Laumer: “Un hombre debe acabar lo que ha empezado. De otro modo, no es más que un copo de nieve llevado por el  viento”.

¿Yavé estaba a favor del nudismo?
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No está escrita en segunda persona. No hay flujos de conciencia ni saltos temporales. Por fin me has entregado una novela normal.
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En nuestro IES dejamos que los alumnos utilicen los móviles en el aula. Gracias a eso, conocen a los clásicos: Rocco Siffredi, Harry Reems, Ron Jeremy, Nacho Vidal, John Holmes…
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INSTRUCCIONES PARA REDUCIR EL RECIBO ELÉCTRICO
1. Utilice luces de bajo consumo.
2. Apague electrodomésticos.
3. No vote a partidos cuyos dirigentes mientan sistemáticamente, cuyos antiguos dirigentes pertenezcan a consejos de administración de empresas eléctricas.
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–¿En qué pensaste cuando llegaste a la cumbre del Everest?
–En el braserico.
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No madrugó. Desayunó despacio. Salió a pasear. Miró las obras. Comenzaba la nueva normalidad. Era su primer día de jubilado.
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Ella aceptó tomar una copa conmigo. La verdad, no supe qué hacer. Le dije que iba al servicio. Y salí huyendo de allí.
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EL COLMO
Después  de estudiar a Platón, tuvo que tomar Prozac.
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Mi cuñado quizá se esté pasando con la marihuana. El otro día me dijo que iba a ir a un concierto de Los Ramones.
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Le dijeron al condenado a muerte que tenía que llevar mascarilla.
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–Odio al presidente del Gobierno.
–¿Por qué?
–Por su culpa tengo abollada la cacerola.
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Me miro en el espejo cubierto de vaho y me veo guapo.
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–Quiero tener un hijo –pidió.
–Pues en eso no te puedo ayudar –dijo el genio.
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Su plan para entrar en la prisión fue todo un éxito. No entiende por qué han fracasado todos sus planes para escapar.
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El cuerpo se encontró en la cuneta porque el guardia de tráfico no estaba seguro de cómo se escribía arcén.
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–Entonces, ¿no te dejaste seducir por los cantos de sirena?
–No, claro que no.
–¿Y por qué tardaste diez años en regresar de Troya?
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–Lorena es una diosa.
–Vamos, que no te deja tocarla.
–Exacto.
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En las reuniones de Suicidas Anónimos es habitual ver caras nuevas.
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–¿Qué libro te gustaría leer ahora?
–Uno sobre el tardosanchismo.
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EL COLMO
La ola polar sirvió para prevenir la cuarta ola.
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El embajador temía meterse en Honduras.
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Y llegó el triste día en que fue a él al que le cedieron un asiento en el metro.
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–¿Qué ha dicho el cadáver? –preguntó el detective.
–Nada –respondió el forense.
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–Doctor, ¿qué puedo hacer para dormir?
–Lea, cuando se vaya a la cama, el libro de Piketty.
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–¿Tienes novio?
–Sí, tía. Estaba harta del paloselfi.
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–¿Usted sufre de pobreza energética?
–Sí.
–¿Y por qué no compra Pharmaton Complex?
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Tengo que informaros de que el pasado jueves presenté mi último libro. Estoy muy contento porque el salón, teniendo en cuenta las restricciones por el coronavirus, estaba lleno. Había cinco personas.
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El crítico no soportaba el punto de vista de Flaubert.
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A mí no me engañas. No creo que este sedante sea de acción rápi
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DISONANCIA COGNITIVA
Quiero escribir una novela. Escribo este microcuento, uno más.
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–¿Qué te dijo la gitana?
–Que me esperaba la guillotina.
–¡Vaya! ¿Y no estás preocupado?
–En absoluto. Ella no sospechaba que le esperaba mi cuchillo.
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Fue capaz de permanecer callado durante cinco minutos. Cinco minutos en cuatro años. Le dieron, por supuesto, el título de la ESO.
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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Este San Valentín, mi marido no me ha regalado flores.
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“Sin suficiente firmeza y con demasiada violencia.”
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–Murió por amor.
–Pues el forense indica en su informe que falleció por tomar arsénico.
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La gimnasta, gracias a aquel doble mortal con triple tirabuzón, consiguió dieciséis puntos de sutura.
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España es el país de las jubilaciones anticipadas. Carlos de Habsburgo, rey, se retiró a los 56 años.
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EL COLMO
El actor quería ser camarero.
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EL COLMO
Los animalistas han conseguido que retiraran del Louvre la estatua de Diana cazadora.
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EL COLMO
Le dedicó a Kamala Harris unos versos blancos.
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El Partido Animalista puso como única condición para apoyar al Gobierno que los cuentos acabaran de otra forma.
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–Tía, ¿y tu nuevo vecino qué?
–Es un soso. Fui a pedirle sal y me dijo que no tenía.
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Juan III (1509-1577). Rey de Aragón. Se alió con Francisco I contra su sobrino Carlos, emperador y rey de Castilla.
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EL COLMO
La policía ambiental multó a Diógenes por tener una lámpara encendida en pleno día.
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Siete años después de la vuelta a la normalidad, Pilar seguía en paro y persistían los problemas pulmonares de Marcial.
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EL COLMO
Yavé se ha hecho budista. Hace dos milenios le dio por la meditación.
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El Gobierno nombró director de la agencia independiente que protegía a los ciudadanos de las arbitrariedades del Gobierno a un ex ministro.
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¿Sabremos disimular nuestras emociones cuando nos quitemos la mascarilla?
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EL COLMO
A Edipo ni siquiera le gustaba su madre.
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A Ariadna le gustaba pegar hebra.
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No puedo poner la calefacción en casa. No me deja mi marido, que es un tacaño.
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El replicante se alegró cuando tropezó dos veces con la misma piedra.
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Estaban alegres. Aquel sábado no hubo ningún nuevo paciente Covid, pero sí se produjeron diecisiete ingresos por intoxicación etílica.
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Cuando regresa a casa, encuentra a su marido limpiando la cocina. Ya está recuperado de la operación.
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Se llevaba al baño periódicos que tenían veinte años.
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No me terminaba de gustar, pero decidí darle una oportunidad. Afortunadamente, no pasó la prueba. Plutón desgarró la piel de Luis, que se marchó con cajas destempladas. 
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–¡Qué vecinas más guapas tienes!
–Sí. Las tres me quieren lo mismo.
–Ah, ¿sí?
–Sí. Nada.
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Lo que le digo es que lo normal es que haya ruido. Así que no puede venirme con que mi hijo ha perturbado el normal desarrollo de la clase.
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TANTO MONTA
Me toca arriba, Fernando.
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Una mesa. Un bote de gel hidroalcohólico. Un alumno de la ESO. Un mechero. Un mes de confinamiento.
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–¿Qué hacías?
–Practicando la meditación.
–¿Y los ronquidos?
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–Confidencialmente, ¿va  bien la epidemia?
–En confianza, escapa al campo.
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Lo llevaron al hospital en tres coches fúnebres.
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Acabó la guerra. Volvió la normalidad. La vida en el cuartel. Los ascensos lentos. Las conspiraciones en las salas de oficiales.
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–¿Deberían enseñar ética en los institutos?
–Claro que sí. Ética del trabajo.
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Era muy impuntual. Siempre llegaba a las citas con media hora de adelanto.
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EL COLMO
La llave inglesa es sueca.
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Yo hago un trabajo muy importante: tengo que vigilar la entrada. A veces, ellos quieren colarse. Entonces tengo que mostrarme severo, inflexible, incluso despiadado. Hubo uno que esperó a que le dejara pasar durante una eternidad. No me dejé convencer; no permití que pasara. Mi trabajo es evitarlo. Sí, es cierto: a veces le doy vueltas a la cabeza. Si yo soy el guardián de la ley y no puedo dejar pasar a nadie, ¿hay ley?
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EL COLMO
Hannibal Lecter murió de una intoxicación alimentaria.
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–Camino, corro, pero es terrorífico: no logro dejarlos atrás. Ahí siguen.
–¿Quién sigue ahí?
–Esos kilos.
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Esas brujas estaban de acuerdo: una no me quería con ella; la otra, que yo fuera infeliz.
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–Aspiraba a vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver.
–Pues no debería haberse tirado de un rascacielos.
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–¿Cuál te gusta más?
–¿Y qué importa eso? La pregunta es: ¿a cuál le gusto yo?
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Por fin había vuelto la normalidad. El presidente ya no tenía restricciones para utilizar el Falcon.
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Debía ser cierto eso de que se estaba volviendo a la normalidad: la bolsa de comida incluía ahora una botella de aceite de girasol.
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Después de dos años, fue al cine. Un cabezón se le sentó delante. Al lado, alguien devoraba cacahuetes. Disfrutó mucho de la película.
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Decretaron que ya no era necesario llevar mascarilla. Vio al nuevo de Archivos, con el que llevaba meses flirteando. ¡Qué feo era!
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–Quiero tener la cabeza de Albert Einstein y el cuerpo de Arnold Schwarzenegger.
–Pues necesitaría la fortuna de John D. Rockefeller.
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Golpeó a Cupido un martes. El miércoles, el diosecillo alado se vengó.
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–¿Crees que deberían darle a Biden el Nobel de la Paz?
–Claro que sí. Para que no bombardee más de lo necesario.
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–¿Por qué le mandaste a la porra?
–Porque dijo que mi última novela era un churro.
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Sólo un puñado de viejos recordaba que esa no era la normalidad.
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Me embeleso con ese frío paisaje bañado por la luz de la Luna, tan desierto de pasión. Me regocijo en la soledad que me dejó. 
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Golpeó a Cupido un martes. Su bolsillo no aguantaría un nuevo divorcio.
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Se vacunó un martes y tuvo que dimitir un jueves. 
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–Esta mañana el presidente está triste. 
–Pues vamos a darle un CIS.
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El sol le abruma. Sin embargo, al conde le complace la bruma.
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Se alegró cuando se presentaron tres inspectores de Hacienda: todo volvía a ser como era antes.
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Bertolt Brecht tenía el corazón en la RDA y el dinero en Suiza.
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Antonio García fue un pionero. En 2026 abrió la primera de tienda de españoles en Beijing. Todo lo vendía a 100 yuanes.
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Brota la primera amapola. La vida se abre paso. Pronto, en el mundo volverá a reinar la felicidad. Pero tú seguirás siendo un espantapájaros.
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–¿Quiénes son aquellos que parecen tan alegres? –preguntó Satán.
–Esquimales –respondió el diablillo.
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Se vacunó un martes y, dos días después, su abogado le dijo que la petición de aplazamiento había sido rechazada: sería ejecutado a lo largo de la semana próxima. El colmo. 
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Preparó la lista de la compra. Por vez primera en dos años, no incluyó ni mascarillas ni gel hidroalcóholico.
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Después de estar durante meses engavetando recuerdos, el editor le llamó: los libros de memorias habían dejado de estar de moda. Ahora se llevaban otra vez la literatura de viajes. Buscó el pasaporte y preparó las maletas.
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El ático se le caía encima. Estaba deseando volver a la normalidad: esquiar en Baqueira, veranear en Marina d’Or, comprar en Londres.
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–Tía, este domingo hay que ver El debate de las tentaciones.
–¿Quién va?
–Helena. Va a contar por qué le puso los cuernos a Menelao.
–Si es que Paris era tan guapo.
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La abuela está junto a la ventana. Le acaba de ayudar a sentarse mamá. Son las diez y media de la mañana. Estará allí hasta la una. Sin moverse. Sin tomar nada. Sin hablar. Simplemente viendo a la gente pasar. Preguntándose dónde va Fulano, por qué Mengano aparecer tan tarde hoy o qué le pasa a Zutano. Día tras día. Hasta que mamá la lleva a la cocina, le da de comer –antes de que lleguemos nosotros del colegio–, le pregunte si quiere una manzanilla –y se la dé aunque la abuela haga el gesto de que no le apetece–, la lleve al dormitorio para asearla un poco y la siente en su sillón, donde pasara toda la tarde mirando la pared, esperando que sea el día siguiente para volver a sentarse junto a la ventana para ver pasar a la gente.
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Yo era generosa: se lo di todo. Tenía la esperanza de que pudiéramos forjar un futuro juntas. Esperé. En principio pensé que ella quería ir despacio. Pero no. Era egoísta. Su corazón nunca ha latido por nadie más que por ella misma. Era egoísta.
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Cuando su madre le regañaba, Serafín, que tiene 67 años, se convierte en un niño de 7.
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Cómo íbamos a imaginarnos que no sabía nadar, señoría. Sólo queríamos gastarle una broma. Estaba un poco borracho, sí, pero no imaginamos que pudiera ocurrir aquello. Fue triste. Yo le amaba. No, señoría, le digo que no entiendo de donde salieron los golpes y los agujeros de bala. Le repito que yo admiraba mucho a Rasputín.
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El virus ha sido derrotado. Todo vuelve a la normalidad. La Funeraria Martínez tiene que despedir a siete trabajadores.
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Thompson informó de que el golpe contra el presidente izquierdista había sido un éxito. Todo había vuelto a la normalidad.
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Un día, el abanderado descubrió que durante todos esos años había llevado un trozo de trapo.
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Golpeó a Cupido un martes. No dejó que se le acercara. No quería que le buscara pareja. Era tan feliz ahora. 
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EL COLMO
El abanderado nunca abría la boca.
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Después de vagar perdidos por el universo durante eones, los hri!fir llegaron a la Tierra. Casi están disfrutando de andar ahora perdidos por el mundo.
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–¿Cómo descubriste que era un replicante? ¿Qué utilizaste, el test Herzog-Deschamps o el Voight-Kampff?
–No. Simplemente advertí que no tropezaba dos veces en la misma piedra.
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EL COLMO
El artificiero no pudo con aquella explosiva mujer.
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–Tía, le estoy temiendo a que acabe la pandemia.
–¿Por qué?
–Mi suegra es muy besucona.
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Schrödinger's cat was alive and upset.
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–¿Sabes que currar es una palabra procedente del caló?
–Imposible.
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La peste mató a su mujer y a sus hijos. Pero no paró de trabajar porque todo seguía igual: pronto vendrían a recaudar la talla y la gabela.
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–Nos escapamos juntos.
–Entonces fue un amor fugaz, ¿no?
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Pide la guerra y el silencio.
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–¿Hay algo que podamos hacer?
–No hay nada.
–Estudiaremos rebajar la jornada laboral y subir las pensiones. Bajaremos los impuestos. Aumentaremos el gasto en infraestructuras. 
–Es inútil.
–Podemos crear alarma. La ultraderecha está creciendo. Los nacionalistas se han desatado. La izquierda más radical quiere acabar con el régimen del 78.
–No funcionaría.
–Se nos tiene que ocurrir algo. Tenemos que movilizar a nuestros electores.
–No merece la pena, presidente. Están resabiados.
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Los primeros meses fueron duros. No entraba nadie. No me desanimé. Abría a las nueve de la mañana y allí seguía hasta las dos. Por la tarde, continuaba de cinco a ocho. 
Tuve muchas llamadas, por supuesto. Me ofrecieron bastantes tarifas telefónicas. Acabé contratando una muy provechosa: llamadas ilimitadas y 10 gigas. Me pasaba el día navegando por internet. Aunque no crean, también trabajaba. Me actualizaba. Repasaba los viejos libros de la carrera y buscaba nuevos manuales. El tiempo se me pasó rápido. 
Por fin, dos meses y dos días después de abrir, entró alguien. El tipo me miró de arriba abajo. Echó un vistazo a la oficina. Por fin me preguntó:
–¿No es aquí dónde encuadernan libros?
–Es la siguiente puerta –le dije.