viernes, 2 de abril de 2021

Microcuentos

–Aspiraba a vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver.
–Pues no debería haberse tirado de un rascacielos.
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–Mira. Te he dedicado un poema. A ver qué te parece.
–Pero si esto es una elegía.
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–Sospecho que Diocles es discípulo de Sócrates.
–¿Por qué?
–Porque no sabe nada.
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La dentista me mandó a hacer gárgaras.
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Había una vez unas perdices que no querían que acabara el cuento.
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–Eres un inútil. No sirves para nada.
–Te equivocas. Sí que sirvo para algo.
–¿Para qué?
–Para dar mal ejemplo.
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Ser o no ser un profanador de tumbas; esa es la cuestión.
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Al eunuco Yuan Zhongxin, primer ministro del reino de Wei, no había nadie que se atreviera a tocarle los cojones.
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–El país se hunde. ¿Y qué crees que hace el presidente?
–¿Achicar agua?
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–Schrödinger, ¿cómo acabó el experimento?
–No fue concluyente.
–Pero ¿murió o no el gato?
–El gato murió, sí, pero, como lo dejé dentro de la caja dos semanas, no sé si por culpa del gas venenoso o de hambre y sed.
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Sorprendido, exclamó:
–¡Que me parta un rayo!
Y un rayo partió a Aladino.
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–¿Recuerdas cuando te contaba cuentos? Te dormías enseguida.
–Papá, los cuentos que me contabas eran terribles. Me tenía que hacer el dormido.
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Cada vez que los barcos portugueses se dirigían a la India, tocaban Madeira.
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–Pandora, ¿cómo pudiste abrir la caja?
–Fácil. La contraseña del candado era uno, dos, tres y cuatro.
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–En tú poema no he encontrado epítetos, pleonasmos, metáforas, hipérboles, metonimias, paronimias, calambures, sinécdoques, anáforas, nada.
–Tiene su mérito, ¿eh?
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–Hace un hermoso día, ¿no?
–Ahora que has aparecido, sí.
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–¿Sabes qué? Según las estadísticas, los españoles hacen el amor dos veces a la semana.
–Pues sospecho que hay alguien por ahí que lo hace cuatro veces.
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El poeta está harto. Pasa todo un día puliendo un verso y la que se lleva todo el mérito es la musa.
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–¿Qué te parece este túnel subterráneo?
–Redundante.
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Colón trató de hacerse entender por el nativo. 
–Ego sum Christophorus Columbus. Venio ab Castellam. 
–Ego sum Olavus Sigurdi filius. Natus sum in Groenlandia.
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Marcharon a la guerra al paso de la oca. Regresaron a la pata coja.
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–¿Qué te ha parecido Rebelión en la granja?
–Decepcionante.
–¿Decepcionante?
–Sí. Esperaba que a Napoleón le llegará su Waterloo.
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–Me gusta Anne-Sophie Mutter.
–¿La has visto alguna vez?
–No. Me enamoré de oídas.
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Aristóteles presumía de haber salido de la caverna.
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Al Capitán Trueno, como a todos los españoles de la época, le gustaban las escandinavas.
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–¿A quién vas a votar en las próximas elecciones?
–Pues no lo sé, porque unos hacen lo que dijeron que no harían cuando estaban en la oposición y otros prometen que harán lo que no hicieron cuando estaban gobernando.
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–¿Cuándo acabó el Siglo de Oro?
–Cuando se quedaron sin plata.
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–¿Dios cuenta todas las lágrimas?
–Todas.
–¿Incluso las que echamos cuando partimos cebolla?
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SU FILOSOFÍA
Antes de llegar al poder, estoico. En la presidencia, cínico. Cuando dejó de ser presidente, epicúreo.
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–¿Y qué tal el nuevo cónsul?
–¿Incitato?
–Sí, ese.
–Bah, es como todos los políticos.
–¿Cómo todos los políticos?
–Un pesebrero.
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–He leído el Ulises, de Joyce.
–¿Y te ha costado mucho?
–Nada. Lo saqué de la biblioteca.
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–Mi marido no me deja que ponga la calefacción.
–¿Es ecologista?
–No. Es un tacaño.
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El psicoanalista me ha dicho que va a dejar de atenderme. No puede con mi superego.
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–¿Tú no eras estoico?
–Eso era cuando fui ministro de Economía. Ahora que lo soy de Universidades, me he vuelto un epicúreo.
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–¿Qué les pasa a los griegos, Eneas? Esta mañana les falta espíritu de lucha.
–Aquiles tiene una lesión en el tendón.