Liliana Heker: “Hay algo peor que no volver a escribir: es escribir a pesar de todo”.
EL ABOGADO DEL DIABLO
Después, terminó sus estudios sin dificultad. Abrió un bufete y, como era previsible, las cosas le fueron bien: especialista en derecho penal, con políticos prevaricadores, empresarios estafadores y jueces corruptos como sus principales clientes. Los fiscales le tenían tanto miedo que preferían pactar condenas mínimas o simbólicas antes que enfrentar juicios donde, previsiblemente, sus clientes saldrían absueltos. Se casó con Margarita, quien tiempo atrás lo había ignorado por completo. Tuvieron dos hijos juntos. Más tarde, contrajo matrimonio con otras tres mujeres, cada una más joven que la anterior. Pasaba los inviernos en Baqueira y los veranos en Comillas. Al menos una vez al año, viajaba a Nueva York, Roma, París o Londres, disfrutando de la vida en las grandes capitales.
Sin embargo, a pesar del éxito, no lograba ser feliz. Los lujos y el poder nunca lograban llenar el vacío que sentía. Sus matrimonios se desvanecían como espejismos, y la soledad crecía con cada año que pasaba. Por las noches, al mirarse al espejo, veía reflejado no a un hombre victorioso, sino a alguien atrapado en una jaula invisible.
Nadie sabía que, en realidad, todo había tenido un precio demasiado alto. Que detrás de aquella fortuna y esos triunfos, se escondía un secreto oscuro que jamás podría compartir.
Porque, cuando era un joven estudiante con un futuro incierto, había vendido su alma al diablo.
--
El microcuentista no alcanza su verdadera grandeza hasta que absolutamente nadie lo lea. Solo entonces, en el glorioso silencio del olvido, se consagra.
--
Son cosas que tienen que pasar, que siempre han pasado, que inevitablemente pasarán.
--
Tengo un talento especial: hacer trampas... pero solo en partidas contra la tristeza.
--
Tiene un talento especial: hacer trampas… pero solo en partidas contra la tristeza.
--
ACLARACIÓN IMPORTANTE PARA LOS USUARIOS
La hora de salida no significa que el tren salga a esa hora, sino a partir de esa hora.
--
BALÓN GÁSTRICO
Desde que devoró a los seis cabritillos, el lobo ya no tenía tanta hambre. Eso sí, siempre sentía pesadez de estómago.
--
El terizinosaurio siempre está de uñas.
--
La gente me pregunta cómo puedo conservar la moral con todos los casos de corrupción que me rodean. Fácil: no tengo moral
--
La gente me pregunta cómo conservo la moral rodeado de tanta corrupción. Fácil: no tengo moral.
--
25 DE JUNIO
Bueno, no excelente.
--
No soy comunista porque no quiero tener una casa con piscina. Me conformo con un sillón y un libro.
--
En verano, sol y sombra libran una guerra sin fin. A mediodía, el sol ataca con furia. Por la noche, la sombra impone una tregua silenciosa. Pero todos saben que, al alba, la batalla volverá a empezar.
--
El presidente le dijo a su jefe de prensa que solo permitiera entrar a los periodistas afines, a los que nunca le hubieran criticado, a los más leales. El presidente estaba solo en la sala de prensa.
--
El presidente le pidió a su jefe de prensa que solo dejara entrar a periodistas afines: los que nunca lo hubieran criticado, los leales, los agradecidos, los vendidos o en vías de venta. La sala de prensa quedó desierta.
--
El presidente le pidió a su jefe de prensa que solo dejara entrar a periodistas afines: los leales, los agradecidos, los que perdonaran siempre la corrupción y las mentiras, los vendidos o en proceso de venta. La sala de prensa quedó desierta.
--
Nadie cazaba vampiros como él. Rápido, letal, implacable. Lo contrataban reyes, obispos, condes, burgueses. Nunca fallaba. Sabía dónde buscar, cómo matar, qué temer. Solo pedía discreción. Nadie debía saber su secreto.
Él no era un héroe.
Era un vampiro.
--
Mientras caían las sombras, su risa resonaba, recordando que la destrucción era su verdadero juego. Le gustaban los cohetes, sin importar si eran iraníes o israelíes. En medio del caos, el arlequín bailaba alegre por iniciar la guerra.
--
En un tranquilo templo en las montañas de Kyoto, el joven discípulo Haruki caminaba junto a su maestro, el venerable Daichi.
–Maestro –preguntó Haruki, mientras observaban el jardín de piedras–, ¿cómo puedo saber si alguien es importante o poco importante?
Daichi hizo una pausa. Tomó una piedra y la dejó caer suavemente en el estanque.
–Haruki, cuando alguien es importante –dijo–, sus errores son llevados por otros. Pero cuando alguien es poco importante, debe cargar no solo con sus propios errores, sino también con los errores de los importantes.
–¿Y eso es justo, maestro?
–La justicia no siempre es visible como el monte Fuji –respondió Daichi–. Pero el bambú no se queja del viento, solo se inclina.
Haruki bajó la mirada, pensativo.
–Entonces, ¿es mejor ser importante?
Daichi sonrió con calma.
–Eso depende. El importante carga con el mundo. El poco importante aprende a caminar ligero. Ambos sufren. Pero el sabio, como nuestro viejo amigo Satoshi del templo del sur, aprende a ser invisible y libre, ni buscando importancia, ni huyendo de ella.
Y juntos siguieron caminando, dejando que el silencio terminara la enseñanza.
--
Llegaron en una nave extraña, que flotaba sobre el mar como un espejismo. Eran pocos, pálidos, con metales en el cuerpo y lenguas incomprensibles. Los habitantes los observaron desde la selva.
Un grupo de extranjeros se quedó. Dijeron que sus compañeros volverían. Pasaron lunas. Nada. Entonces los mataron. Por miedo, por rabia, por simple instinto.
Pero la nave regresó.
Mucho tiempo después, los libros hablaron del Fuerte Navidad, de colonizadores, de conquista. Nadie imaginó la verdad.
No eran marineros. No eran dioses.
Eran exploradores perdidos.
Y, al volver, llevaron a la Tierra el primer informe sobre los humanos.
--
Que otros la amen con locura. Nadie la odia con tanto amor como yo.
--
Fue una larga guerra de exterminio. Durante mucho tiempo, ninguno de los rivales logró ventaja alguna. Hubo un momento en que parecía que iban a ganar, pero finalmente perdieron. Y desaparecieron. Ahora la Tierra, que resultó vencedora, borra lentamente las huellas de los humanos.
--
Querido Perdo,
Si quieres que aprobemos los presupuestos, va a tocar pedir unas cosillas. Un referéndum de autodeterminación, reparto de los cuadros del Museo del Prado, cierre de fronteras… y que el Estado se haga cargo de la deuda del Barça. Así, para ir calentando.
Un abrazo
--
El diputado de Vox le preguntó al dietista que si no sería posible sustituir por otra cosa el trigo sarraceno.
--
El lobo huyó despavorido: a lo lejos, un microcuentista afilaba su pluma.
--
Las causas del apagón son conocidas. El problema es qué dolería más: contarlas o callarlas.
--
Las causas del apagón, claras; las consecuencias de contarlas, inciertas.
--
La Muerte vino a buscarme. Demasiado tarde: yo ya partí.
--
A la mujer que amo la persiguen demonios tan oscuros que los míos huyeron sin mirar atrás.
--
Si no hubiera perdido tanto tiempo con las historias que compartía en Instagram con sus seguidores, Ulises habría regresado antes.
--
–¿No puedo beber cerveza?
–No.
–¿Ni comer carne?
–No, no es recomendable, majestad. Debéis comer más verdura.
–¿Estás diciendo al rey de francos, burgundios y sajones, al emperador de romanos… que debe vivir como un siervo?
--
–¿No puedo beber cerveza?
–No.
–¿Ni comer carne?
–No, no es recomendable, majestad. Deberíais comer más verdura.
–¿Estáis diciendo al rey de francos, burgundios y sajones, al emperador de los romanos… que debe vivir como un siervo?
--
–Maestro Bo, ¿cuántas clases de ciegos hay?
–Una, Xi, sólo una: la de los que no quieren ver.
--
ACLARACIÓN IMPORTANTE PARA LOS USUARIOS
Si busca una explicación por el retraso, puede encontrarla en la cuenta de X del ministro.
--
Pasó veinte años en la política española, perfeccionando el arte de la traición. Había vendido a muchos por un cargo, un escaño, una miserable cuota de poder. Después, Caín siguió viajando a través del tiempo.
--
Pasó veinte años en la política española, perfeccionando el arte de la traición. Había vendido a muchos Abeles por un cargo, un escaño, una miserable cuota de poder. Después, Caín siguió viajando a través del tiempo.
--
La pedagogía anticipatoria no estaba muy presente en las escuelas militares francesas de los años veinte y treinta, ¿no?
--
Compañeros, ya que los trabajadores del mundo no se van a unir, propongo algo más realista: que nos unamos los comedores las gambas.
--
Ulises ya no era joven, pero se empeñaba en disimularlo. En realidad, apenas oyó el canto de las sirenas por culpa de los acúfenos.
--
Tenían más cañones, más aviones, más tanques, más fusiles, más soldados. Les sobraba todo, menos lo esencial: ideas.
--
CUENTO CHINO
El presidente San Zhe, demacrado y al borde de las lágrimas, pidió perdón. Sin embargo, los corruptos A Bai Luo y Se Dan no fueron expulsados del partido.
--
El príncipe disfrutó mucho con aquella joven, hasta que se enteró de que había perdido un zapato. Qué nivel de despiste. ¿Y si sus futuros hijos salían igual de descuidados?
--
Si lo oyes cerca, no pasa nada: todavía está lejos. Si lo oyes lejos, preocúpate: ya casi lo tienes encima. Pero no entres en pánico, porque el verdadero peligro empieza cuando ya no lo oyes.
--
¿Pesimista yo, que escucho una y otra vez la Quinta Sinfonía de Mendelssohn?
--
Me gustaba Álvaro. Cada año venía al instituto a dar una charla sobre los peligros del alcohol. Lo primero que me pregunté fue si estaría casado. No llevaba anillo. Hablaba del daño que el alcohol causa al hígado, y una vez incluso vino con un trasplantado. Siempre acabábamos charlando un rato. Varias veces le invité a desayunar en la cafetería del centro. Era divertido, cercano. Pero me dejó claro que no probaba ni una gota de alcohol. Supe que yo también le gustaba cuando me preguntó si me gustaba el teatro. Iba a venir una obra que se había representado en Madrid. Me preguntó si me apetecería ir. Sí, me gustaba Álvaro. Pero también me gusta tomarme una copita de vino cuando vuelvo a casa, después de un día largo en el trabajo.
--
Me gustaba Álvaro. Todos los años venía a dar una charla a los alumnos sobre los peligros del alcohol. Lo primero que me pregunté es si estaría casado. No llevaba anillo. Les explicaba los efectos del alcohol en el hígado y una vez vino acompañado de un trasplantado. Siempre charlábamos. Una vez le invité a desayunar en la cafetería del instituto. Era divertido. Pero me dijo que él no bebía nada de alcohol. Me gustaba Álvaro, pero también tomarme una copita de vino cuando vuelvo a casa después de salir del trabajo.
--
Si lo oyes cerca, no te preocupes: aún está lejos. Si lo oyes lejos, entonces ya lo tienes encima. Pero tranquilo… solo estás en peligro cuando dejas de oírlo.
--
Si se oye cerca, está lejos. Si se oye lejos, está cerca. Pero solo tienes que preocuparte cuando no lo oyes.
--
El príncipe lo pasó en grande con aquella joven encantadora, hasta que se enteró de que había perdido un zapato. Inmediatamente dudó: ¿y si sus futuros hijos heredaban esa misma falta de sentido común?
--
Es triste que solo nos veamos en el único bar que nunca cierra: el del tanatorio. Entre miradas cansadas y vasos medio llenos, brindamos por ausentes… mientras seguimos sin hablarnos.
--
–Todo se reduce a un contubernio confabulatorio de reminiscencias fantabularias —dijo Drácula, acercándose con colmillos listos.
–Si tú lo dices… —respondió Mina, resignada.
--
–Pepe, ¿sabes que Israel ha prohibido la entrada a Greta por 100 años?
–Pero qué optimistas son. ¿Acaso creen que Israel va a durar tanto?
--
–Pepe, ¿sabías que Israel ha prohibido la entrada a Greta por 100 años?
–Vaya optimistas. ¿De verdad creen que Israel va a durar tanto?
--
Si buscas una relación tóxica, aquí estoy: experta en celos, silencios largos y palabras afiladas. No prometo amor eterno, pero sí emociones intensas y cicatrices profundas. Ideal para quien confunda intensidad con cariño. Disponibilidad inmediata, sin garantías ni devoluciones.
--
Estando sola descubrí que, al fin, estoy en la mejor compañía.
--
–Esta mañana le dejé.
–¿Por qué?
–Reconoció que podía quererme más.
–¿Te lo dijo así?
–No exactamente. Dijo que me quería más que ayer, pero menos que mañana.
--
A Tomás Gómez, cuyo delito fue obtener únicamente el 26 % de los votos en sus últimas elecciones, Pedro Sánchez le cambió la cerradura del despacho. En cambio, no hizo lo mismo con Santos Cerdán, pese a haber manipulado unas primarias del PSOE y haberse beneficiado de comisiones en obras públicas.
--
A Tomás Gómez, cuyo delito era haber sacado solo el 26 % de los votos en las últimas elecciones en las que se presentó, Pedro Sánchez le cambió la cerradura del despacho, pero no a Santos Cerdán, que manipuló unas primarias del PSOE y se llevó mordidas de obras públicas.
--
Alguien le prestó un caballo a Ricardo III. Meses después, en la batalla de Wallingford, derrotó al usurpador galés. Reinó hasta 1513. Gobernó con firmeza y se le recuerda como un gran rey.
--
–¿Y cómo es que has acabado comprando un lector de libros electrónicos?
–Por miedo.
–¿Por miedo?
–Sí, por miedo, miedo a que una noche todos los libros que tenía apilados en la mesita de noche me cayeran encima.
--
–¿Y cómo es que has acabado comprando un lector de libros electrónicos?
–Por miedo.
–¿Por miedo?
–Sí, por miedo… miedo a que una noche todos los libros que tenía apilados en la mesita de noche me cayeran encima.
--
–¿Puede el acusado alegar algún atenuante?
–La superioridad moral de la izquierda, señoría.
--
CAUSALIDAD TROYANA
El Domino's Pizza junto al Pentágono no da abasto. Irán es bombardeado.
--
No para de caminar. Da vueltas al parque, a la plaza, al barrio entero. “Está fuerte para su edad”, dicen. Él no escucha. Camina porque teme parar. Porque cuando baje el ritmo, su cerebro empezará a despedirse. Y aún recuerda su nombre. Por ahora.
--
Pepe habla del Madrid, de goles y penaltis no pitados. Juan asiente, pero cuando habla es para criticar a su hija, que no vendrá este verano. Pepe está esperanzado con los nuevos fichajes del Madrid. Juan no tiene esperanza.
--
Pepe habla del Madrid, de goles, de penaltis no pitados y nuevos fichajes. Juan asiente en silencio. Luego dice que su hija no vendrá este verano. Pepe confía en que los nuevos jugadores ganen títulos. Juan ya no tiene esperanza.
--
Insultándose se entiende la gente.
--
El marinero sabe que con su canción la sirena solo quiere perderlo. Pero, pensándolo bien, ¿qué ha ganado él después de veinticinco años navegando sin rumbo?
--
La Guerra Civil fue consecuencia de un chapucero golpe de Estado militar.
--
FASCISTA
Persona que considera que no puedes criticar su libro si no lo has leído.
--
Calculo que he metido unas 15.000 notas, para que luego lleguen, digan que un alumno con un 2 o un 3 lleva una mochila muy pesada –no precisamente llena de libros– y me obliguen a aprobarlo.
--
Después de meter unas 70 u 80 notas por alumno, viene alguien, señala que un esiano con un 2 o un 3 carga una mochila muy pesada —aunque no precisamente de libros— y me piden que lo apruebe... o que me atenga a las consecuencias.
--
Ejemplo de antífrasis: Consejería de Desarrollo Educativo.
--
El reloj acaba con todas las horas felices.
--
Con todas las horas felices acaba el reloj.
--
VERANO JOVEN
Si tienes menos de 30 años, aprovecha y vete de vacaciones. Tranquilo, que tus impuestos se encargarán de pasarte la factura hasta que jubiles a los 70.
--
CONTRAFACTUAL
Hitler murió en el atentado de la cervecería. Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial. A los setenta años, el Oberreichsführer Hermann Göring se retiró a su palacio de Gotlandia.
Los retratos del Führer caído adornaban todavía los billetes de 10 reichseuros, aunque los más jóvenes apenas recordaban ya su voz aguda y sus discursos interminables. Göring, que había sido el alma práctica del Tercer Reich Transatlántico, recibía cada mañana informes de los virreyes en Nueva Ámsterdam, Ciudad del Cabo y Vladivostok, aunque hacía ya años que se limitaba a firmarlos con pluma de oro y una sonrisa satisfecha.
En su palacio de Gotlandia —una mezcla desproporcionada de neobarroco bávaro y funcionalismo escandinavo, con vistas al Báltico ocupado—, se dedicaba ahora a su pasión: la ornitología imperial. En los jardines paseaban pavos reales mutantes con esvásticas naturales en la cola, y los niños del programa Lebenskunst venían cada primavera a aplaudir sus vuelos sincronizados, organizados por inteligencia artificial desde el Ministerio de Cultura Genética.
La paz mundial, mantenida a fuerza de cohetes orbitales y una red de cámaras omniscientes llamada WächterNetz, permitía al viejo Göring dormir tranquilo. Al menos hasta que Himmler, desde su retiro en los Andes Australes, empezara a enviar esas molestas postales otra vez: “El verdadero poder no se retira, Hermann”.
--
CUANDO LA ENVIDIA MUERDE
El hombre lobo más orgulloso de la provincia paseaba cada noche por el bosque con el lomo erguido y el hocico en alto. Su aullido era el más potente, su pelaje el más brillante, y ninguna criatura osaba desafiar su reinado. Las leyendas hablaban de su fuerza, su velocidad, su encanto salvaje. Pero una noche, al borde del claro, sintió una mirada clavada en su espalda. Giró lentamente. Entre las sombras, un vampiro lo observaba, con la sonrisa torcida y los colmillos apretados. No por hambre. Por envidia. Él también quería ser leyenda.
--
EL LOBO Y LA PRENSA
El hombre lobo más orgulloso de la provincia vive aislado en una cabaña entre montañas, donde la niebla es espesa y la luna parece más cercana. Vienen a entrevistarle periodistas de todos lados: curiosos, valientes, ambiciosos. Él los recibe con modales exquisitos, sonrisa enigmática y té caliente. Anotan, graban, preguntan. No todos consiguen su reportaje. Algunos han visto su última luna llena. Los más listos huyen al atardecer; los otros se quedan por una toma nocturna. Al amanecer, solo el viento responde. Y en su estantería, otro micrófono decora el salón.
--
Sé cómo no puedo escribir. Eso lo tengo bastante claro: no puedo fingir una voz que no es mía, no puedo forzar un estilo que me resulte ajeno, no puedo utilizar palabras que no entiendo ni construir frases vacías solo para impresionar. Sé que no debo abusar de los adjetivos, ni recargar las imágenes, ni perderme en divagaciones inútiles. En definitiva, sé lo que debo evitar. Sin embargo, no sé del todo cómo puedo escribir. No sé cuál es la mejor manera de decir lo que quiero decir. No sé cómo lograr que un texto respire, que sea honesto y, a la vez, sugerente. No sé cuál es la medida justa entre la claridad y la ambigüedad, entre lo que se explica y lo que se sugiere. Tampoco sé cómo conectar de verdad con quien me lee. Sé, eso sí, que escribir es un equilibrio frágil entre lo que se sabe y lo que se intuye, entre el control y el riesgo. Y quizá por eso sigo escribiendo: porque ese no saber es, en el fondo, la parte más viva y más inquietante de este oficio. Es lo que me obliga a intentarlo, una y otra vez.
--
POLÍTICA DE BESTIAS
El hombre lobo más orgulloso de la provincia dio el salto a la política nacional con el pecho inflado y el aullido afinado. Durante años había dominado su tierra con carisma y colmillos, pero en el Congreso encontró rivales formidables: vampiros con discursos hipnóticos, dragones que escupían fuego en los debates, ogros con puños en lugar de argumentos y dinosaurios que no cambiaban de opinión desde la era Mesozoica. Intentó morder, gruñir, seducir... pero allí, entre monstruos, dejó de ser temido. Una noche, bajo la luna llena, se dio cuenta: la política nacional era una jungla sin luna.
--
Me gustaba Álvaro. Cada año venía al instituto a dar una charla sobre los peligros del alcohol. Lo primero que me pregunté fue si estaría casado. No llevaba anillo. Hablaba con pasión del daño que el alcohol causa al hígado, y una vez incluso vino acompañado de un trasplantado. Siempre encontrábamos un momento para charlar. En más de una ocasión lo invité a desayunar en la cafetería del centro. Era cercano, divertido.
Eso sí, dejó claro que no probaba ni una gota de alcohol.
Supe que yo también le gustaba cuando me preguntó si me interesaba el teatro. Iban a representar una obra que había pasado por Madrid y me preguntó, con una sonrisa, si me apetecía ir.
Sí, me gustaba Álvaro.
Pero también me gusta tomarme una copita de vino al volver a casa, después de un día largo.