jueves, 28 de agosto de 2025

Papelera

 Charles Kiefer: «Un cuento corto debe pensarse largamente, pero escribirse rápidamente».

 

LACHE EN LA SANGRE

Ahora mi queli es el talego. El chachipén: quería apandar a un Heredia. A uno en particular, al julay que iba detrás de mi hermana Yesi, juncal y limpia. Darle un susto que lo dejara temblando. Me da lache decirlo: maté a mi hermano. Lo atropellé creyendo que era él. Los Heredia nos estaban chorando a la chavala, y yo, ciego de coraje, confundí la sombra. Achuché el pie al tablao, y cuando bajé del coche vi su jeta. Qué mancada. Ahora me odian todos: los Heredia por buscarles bronca, y los míos, los Muñoz, por matar a mi sangre.

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EMPODERAMIENTO FEMENINO

Grete Samsa bajó al supermercado. Compró insecticida.

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Mengíbar tiene 1.576 vecinos, muchos de ellos viajeros que se quedaron. Sus calles rectas engañan: todas llevan a la plaza principal. Quizá, con suerte, se apiaden de ti y te indiquen el secreto para salir de allí. Pero mejor no vayas.

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Nos invitó a sus bodas de plata. Veinticinco años casado con su trabajo. Brindamos con café de máquina.

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—Mira, ahí viene el príncipe, distraído como siempre.

—¿Qué dice?

—Ser o no ser.

—Va de cráneo.

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Mi padre, muy concienciado, nos prohibió escribir a Papá Noel: decía que maltrataba a los elfos, cortaba árboles para envolver regalos y tenía sobrepeso. Nos mandaba escribir a Amazon.

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Caronte se ha adaptado a los tiempos. Ahora ofrece el pasaje por medio óbolo, aunque los extras se pagan aparte: conservar recuerdos, un asiento más ancho o elegir la velocidad del cruce.

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Ignoro si lo que escribo en X agrada a alguien. Lo único seguro es que al algoritmo no le agrada en absoluto.

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El Jardín Botánico exhibía su nueva adquisición: una flor traída directamente del Amazonas. Miguel no pudo resistirse a olerla. El perfume le alteró las vías respiratorias para siempre. Ahora su esposa no puede dormir por los ronquidos siniestros. El divorcio está en trámite.

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Tesla inventó el criogenizador. Edison fue y le quitó el enchufe.

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En el Museo de la Corrupción le dedicaron una sala completa. Al principio se sintió orgulloso. Después preguntó de cuánto sería la comisión.

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—Doctor, veo muertos por todas partes.

—Interesante. ¿Cuándo empezó?

—Desde que trabajo de sepulturero.

—Ah. Entonces está perfectamente sano. El problema es que yo veo vivos donde debería haber muertos. Siguiente paciente.

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Mi bolígrafo ya no escribe como antes. Cada día la tinta sale más floja, las palabras se ven más claras, las ideas llegan menos. Mañana compraré uno nuevo. Solo espero que el problema sea el bolígrafo y no yo, que me estoy quedando sin tinta.

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No, yo no leo a Kafka. Es absurdo.

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La vida es ese proceso encantador donde todos empezamos como angelitos y terminamos como políticos. Por suerte, algunos logran quedarse solo en vendedores de seguros.

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El tirano conocía el poder del silencio: era la vía más expedita para expresar la totalidad. Mas he aquí la ventaja: nadie osaría exigir aclaraciones a quien calla. Por ello no temía a los parlanchines, sino a quienes guardaban mutismo. ¿Qué abismos se ocultaban tras su hermetismo?

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Frigiliana, con 3.025 vecinos, se aferra a la montaña con calles tan empinadas que subir es un acto de fe y bajar, de imprudencia. Los habitantes presumen de tener las mejores vistas del mundo, pero olvidan mencionar que llegar hasta ellas es penitencia.

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Final de agosto.

Ya no son buenos días,

solo tristeza.

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El pintor vendió su alma por talento para conquistar a su musa. Fue el amor el culpable del pacto. Consiguió seducirla, pero cuando ella empezó a hablar descubrió que era insoportable. Prefirió morir guardando la memoria de su belleza muda.

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Origami love affair. Fire kills romance.

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Origami girlfriend. Passion's flame proves fatal.

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El médico fue claro: «En verano, evite llorar. Podría deshidratarse». La advertencia sonó absurda, pero la tomé al pie de la letra. Dejé de ver el telediario, silencié WhatsApp y compré un libro de mandalas para colorear.

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La vida es esfuerzo constante contra la entropía, la muerte es la entropía misma. Una construye a contracorriente, la otra fluye con la naturaleza del universo.

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Decían que escribía demasiado. Su método era infalible: como las vacas que con música clásica dan más leche, él necesitaba a Mendelssohn para escribir. «Es ciencia, no magia», decía. Una pena que los lectores no siempre lo agradecieran.

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No siempre lo más grande es lo más peligroso. Dicen que el monstruo del bosque es invencible. Yo no lo creo. Lo verdaderamente invencible es la voluntad de su dueña: la muchacha cuya mirada convierte la dulzura en amenaza y la ternura en condena.

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Felicidad: deseo cumplido. Duración: mínima.

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Mi mujer insiste en vender la casa del pueblo. Yo me niego. Aún debe estar ahí su hermano, descomponiéndose bajo los geranios.

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Ya nadie respeta las canas, así que lo más aconsejable es teñirse.

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Durante tres décadas alimenté mi odio. Cada insulto suyo, cada humillación, cada noche de insomnio causada por sus traiciones, todo se canalizaba hacia un objetivo: el día en que pudiera orinar sobre su tumba. Hace treinta años, no sabía nada de la próstata.

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Su marido le quitó la soledad y la guardó en un frasco. La puso junto a las especias caducadas. Pero se olvidó de comprar compañía en el supermercado. Ahora tienen una despensa llena de emociones mal etiquetadas.

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Ronda, con 10.952 vecinos, se parte en dos sobre un abismo. Sus vecinos aseguran que vivir al borde del precipicio les da perspectiva sobre la vida. El viajero observa que también les da tendencia a empujar hacia el tajo a quien no les agrada.

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IDEA PARA UN CUENTO

Un club de lectura en el que los libros del siguiente mes son más pesados y aburridos que los del mes anterior. Ya nadie lee los libros. Solo el coordinador, que suelta largas peroratas en las reuniones que celebran el último jueves de cada mes.

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Escribe como un prisionero que no puede dejar de escribir: de lo vivido, de lo imaginado y de lo que aborrece escribir.

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Él ocupaba el puesto 688, yo el 689. Entre nosotros crecieron tres años de confidencias y risas, burlándonos del extravagante del puesto 687 y de la loca del 690. En la espera descubrimos el amor. Queremos casarnos, aunque el matrimonio aguarda al fin de la interminable cola.

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Se enfrascó tanto en la lectura de libros de caballerías, que se le pasaban los días y las noches; y así, del poco dormir y del mucho leer, perdió la cabeza y la vista, quedándose casi ciego, hasta el punto de que, estando a cien pasos de unos molinos, los confundió con gigantes.

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Acabaste comprendiéndolo. Ellos no querían intercambiar opiniones, dialogar, ni siquiera tener razón y convencerte. Les daba igual ganar o perder. Solo querían que te llenaras del mismo fango que a ellos mismos los cubría.

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Not a scarf—three raccoons, sick!

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Hace setenta años viajaron a La Carlota para preñar a la burra. Ahora, sentados en la plaza, hablan de ello con nostalgia.

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EL COLMO

Los que están todo el día metidos en las redes sociales son los más antisociales.

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—Mi carro me lo robaron anoche, cuando dormía.

—Pues despídete de él. A estas horas ya estará en Marruecos.

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KARMA

Le tira bolas al profesor durante las explicaciones. La vida le tira piedras.

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Durante un tiempo se levantaba a las doce, y así ya tenía medio día resuelto. Pero daba igual, porque el día le seguía pareciendo muy largo.

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El día hiere,

la noche me consuela.

Duermo y me olvido.

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Su amigo se recuperaba de un infarto. Fue a visitarlo. Comentó el calor sofocante del verano. Explicó el buen aspecto de unos tomates que había visto en el mercado. Habló de caminatas al atardecer. No dijo lo único que importaba: «¿Cómo estás?».

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—Su casa no tendrá recibidor, ni salón, ni cocina, ni dormitorios, ni sótano, ni jardín.

—¿Y qué tendrá entonces?

—La hipoteca más cara de la ciudad, vistas espectaculares al banco.

—Bueno, por lo menos ahorraré en muebles.

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Mi psicólogo me recomendó que buscara una afición tranquila. Elegí papiroflexia. Empecé a competir en torneos. Ahora tengo ansiedad, gastritis y mi mujer dice que doblo servilletas con rabia. Mañana, otra vez a consulta.

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FILOSOFÍA PARA SEDUCIR

En el año del Señor de mil novecientos setenta y nueve, hallándome yo en el primer curso de mis estudios universitarios, don Lucas —mi compañero de aposento— hubo de aconsejarme la lectura de cierto Sartre para el menester de conquistar doncellas. Habida cuenta de su notable ventura en lides del amor, acaté su consejo con gran fervor y diligencia. Empero, tras leer diez páginas de aquella obra que llaman La náusea, arrojé el volumen al suelo con grande desesperación. Resultábame el tal existencialismo sartreano más árido que los yermos del Sahara. Considerando, pues, mi soledad así académica como sentimental, vínome a las mientes que acaso la autosatisfacción no fuese alternativa tan deplorable como al principio juzgara.

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En Moclinejo, 1.173 vecinos compiten por tener la casa más empinada del pueblo. Las escaleras son tan verticales que suben como oraciones al cielo. El viajero necesita cuerdas para visitar a los vecinos y paracaídas para volver a la plaza.

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Cada mes llegaba la misma carta oficial. «Cribado cáncer colorrectal», decía el sobre. Y cada mes terminaba en la basura. No era miedo, ni pereza o negligencia. Era algo más profundo, más visceral: el hartazgo de quien ha perdido la fe en que las cosas puedan mejorar.

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En un mundo de tatuajes obligatorios, desafié la norma. Hui durante meses, pero los guardianes acabaron atrapándome. El castigo fue grotesco: un tatuaje humillante. Ahora, en mi mejilla, un unicornio rosa comiendo helado me mira desde el espejo.

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Las constelaciones se deshacían lentamente: Orión, la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Canopus. Los observatorios no daban crédito. La gente lo notó pronto. Cuando solo quedaban medio centenar de estrellas, la verdad era innegable: el apocalipsis estaba sobre ellos.

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Está enamorado de la farmacéutica. Le compra caramelos para la tos, agua oxigenada, gel hidratante, nada grave. Los ansiolíticos y los medicamentos para el colesterol los adquiere en otra farmacia.

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Cada cinco años, la lotería permitía a los ciudadanos transformar su destino: intercambiar familia, trabajo, existencia. Ahmad le comunicó a su esposa, Siti, que competiría. En ese instante, ella comprendió que su amor era un sacrificio que él no valoraba; ella también jugaría.

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El candidato ganó con promesas imposibles. Y cumplió una, la más absurda: abolió el futuro. Desde entonces a nadie le preocupa qué será de mañana.

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Escribió la novela perfecta. Tan perfecta que nadie la entendió. Tan incomprensible que todos dijeron que era genial. Murió pobre y famoso.

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Kite refused to fly, chose fleeing.

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The kite won’t fly—only flee.

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Cenicienta tendría que volver a casa antes de las doce. A esa hora el Uber era más barato.

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Nadie vio al pez pedalear, excepto el político pirómano.

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El pulpo es caro porque cada tentáculo paga un impuesto distinto.

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El Imperio austrohúngaro, mosaico de nacionalidades, buscó cohesión bajo una corona, con roces pero cierta convivencia. La URSS, obsesionada con su utopía igualitaria, aniquiló libertades, impuso pobreza y forjó un monolito totalitario que aplastó toda disidencia.

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Votaron en el manicomio: destituyeron al director. Luego al nuevo. Después a los celadores. Ahora gobiernan con disciplina. Por primera vez, todo tiene sentido.

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El correo llegó tarde, como siempre. Eran las papeletas electorales. El cartero sonrió: «No importa, total ya eligieron por usted».

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VIDAS PARALELAS

Hitler ordenaba a divisiones fantasmas, confiaba en ejércitos que no existían y ascendía a generales ya fusilados. Sánchez crea comisiones que ya existían.

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Comenzó detestándose en secreto, convencido de cargar un defecto único e insoportable. El terapeuta lo liberó con una sentencia: «No eres peor que los demás, eres como todos». Desde entonces, no sólo se odió a sí mismo, sino a todos los hombres.

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Schrödinger abrió la caja. El gato lo miraba indignado: había sobrevivido siete meses, a dieta de paradojas.

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EL ESPEJO VACÍO

Adquirió aquel espejo porque no reflejaba nada, una curiosidad para su gabinete. La primera noche percibió una sombra deslizándose tras el cristal. Cada amanecer despertaba con menos: primero el nombre de su madre, después su primer beso, luego el sabor del café. Los recuerdos se desvanecían como humo. Una tarde, al contemplar el espejo, descubrió horrorizado su propio rostro reflejado con perfecta nitidez. Intentó alejarse, mas sus piernas no obedecían. Comprendió entonces la cruel verdad: él habitaba ahora el interior del cristal, mientras su cuerpo yacía inmóvil en el exterior, definitivamente vacío.

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EL PATRIARCA Y EL FILIOQUE

Genadio II, patriarca de Constantinopla, llega al infierno. El demonio le pregunta:

—¿No quieres saber si el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo o solo del Padre?

—Bah, ya me da igual.

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La inspiración me llegó por Tinder. Hice match con mi musa. Fue un crush total, pero me hizo ghosting después del unboxing de mis stories. Ahora tengo writer's block. No es fake news: soy un epic fail creativo. Mi mindset está crasheado y necesito un reset brutal.

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Mindset caído,

sábado sin unboxing,

reset urgente.

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Sábado cruel,

stories sin likes ni match,

block creativo.

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Si te levantaras a las doce de la mañana, es como si ya tuvieras escritos 140 caracteres del post del día.

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Pues no sé de dónde ha salido, pero se va a quedar ahí. Silenciado. Que le suelte sus rollos a quién le guste perder el tiempo.

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River horse gallops nowhere, truth drowned.

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Alcaudete, con 1.234 vecinos, se alza sobre colinas como un centinela agotado. Sus calles murmuran traiciones antiguas, y los vecinos te miran como si supieran tu mayor secreto. Si te ofrecen vino, no lo aceptes: te haría recordar todo lo que has querido olvidar.

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Vejer, con 12.828 vecinos, se envuelve en murallas blancas que ocultan más de lo que protegen. Sus mujeres van cubiertas como sombras y susurran conjuros que el viento arrastra. El forastero siente miradas que perforan muros y atraviesan el alma.

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Diego le pidió a la mujer que añadiera un ajo a los huevos. Ella se negó. Él tomó el pincel y, en venganza, la pintó estropeada y fea, vieja.

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Escribe para mostrar sus heridas. Tiene muchos lectores, todos sádicos.

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Pepa, la conserje, me paró para decirme que echan algo al agua para evitar conflictos y disputas. No quise discutir con ella, porque siempre está con sus conspiraciones. Además, esta noche viene a casa Ana, la amante de mi marido —creen que no lo sé— y tengo mucho que preparar.

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Estamos en una época sensata: el presidente puede engañar al electorado, pero nunca al algoritmo.

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El diluvio fue sólo un ctrl+alt+supr divino.

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Eros ya no dispara flechas. Maneja algoritmos de citas. El amor cuesta 14,99 al mes y se renueva automáticamente.

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—Me lié la manta a la cabeza.

—¿Y qué pasó?

—Ahora tengo calor, sarna y fama de raro.

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Todas las tardes practico yoga nidra en el sofá. Mi mujer dice que es dormir la siesta, pero yo insisto en que es meditación trascendental con ronquidos conscientes.

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Oscuro viernes.

Las vacaciones se van,

triste es volver.

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—¿Quiere el subsidio de paro?

—Preferiría pasar directamente a la jubilación.

—Imposible, tiene 27 años.

—¿Y si finjo demencia senil? Total, ya voto como un anciano.

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La frutera me dio calabazas. Le dije que prefería melones, pero se ofendió. Ahora compro en el supermercado: las máquinas expendedoras no tienen mal genio.

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EJERCICIO PRÁCTICO DE RESISTENCIA ETÍLICA

Llego tambaleándome y Marta me espera con esa mirada. Me adelanto:

—No estuve en el bar, cariño. Participé en una cumbre de rehidratación social.

Frunce el ceño.

—Unas dosis terapéuticas de interacción líquida, soporte nutricional complementario y debate espontáneo —continúo.

Se cruza de brazos.

—Bueno, tal vez hubo un ejercicio práctico de resistencia etílica —admito.

Silencio glacial.

—Solo fue una jornada intensiva de cooperación alcohólica —insisto desesperado.

Ella suspira:

—La próxima vez di simplemente que fuiste de copas, Miguel.

Genial. Mi creatividad lingüística ha fracasado estrepitosamente.

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La reunión virtual era tan aburrida que Cenicienta cerró la cámara a las diez y media. Nadie lo notó.

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Hoy, sesenta años.

Aún brilla la luna,

no cuenta el tiempo.

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Se hizo oculista para desfacer entuertos. Creía que si la gente viera mejor, el mundo sería más justo. Después de cuarenta años corrigiendo miopías, descubrió que algunos prefieren no ver la realidad. Cerró la consulta.

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Me dan pena los que van al gimnasio, auténticos obsesos. A las siete menos cinco, cuando el sol aún está escondido detrás del Aznaitín, esperan ansiosos a que abra la puerta. ¿No hay que estar enfermo para eso?

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Un terrícola, loco por un alien, pensó que el amor se impone. Intentó violarlo, pero la piel del extraterrestre lo chamuscó. Ahora, con quemaduras y ego herido, lamenta no haber leído el manual de cortejo intergaláctico.

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Viajó al pasado para impedir que la agricultura naciera. Cuando volvió al futuro, encontró un mundo radicalmente distinto: los aztecas dominaban la tierra, sus ciudades eran metrópolis y la tecnología ritual sustituía a la ciencia, con pirámides que tocaban las estrellas.

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El doctor confesó en su diario: «Los experimentos cerebrales trajeron la dualidad». El paciente sonreía con calma en las mañanas, cortés, razonable. Pero al caer la noche sus ojos ardían, su boca se llenaba de espuma, y todo lo humano desaparecía.

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EL ARTE DE NO CONVERSAR

Carlos empezó hablando de su nuevo trabajo, luego saltó a sus problemas de espalda, después a lo mal que funciona el gobierno, y sin pausa mencionó su dieta cetogénica. María intentó comentar algo sobre ejercicio, pero él ya estaba explicando por qué odiaba los lunes.

—¿Y tú qué tal? —preguntó finalmente, pero antes de que ella respondiera, añadió—: A mí me pasa que siempre estoy cansado, debe ser el estrés laboral, aunque también puede ser que duermo mal porque mi vecino...

María sonrió educadamente y miró su reloj. Otra víctima más del monólogo perfecto.

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Antes del banquete, los invitados ansiaban probar la legendaria mesa de los elfos de Valdris. Durante, comían y bebían sin medida. Después, saciados y confusos, olvidaban incluso su nombre y nunca deseaban otro banquete.

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Li Wei cerró su maleta con cuidado. Había robado las mejores neurosis en la Facultad de Psicología de Stanford: complejo de Edipo, ansiedad generalizada y una fobia social de primera calidad.

En el control de equipajes, el guardia Zhang revisó la maleta. Al contacto con el síndrome de Estocolmo, inmediatamente se encariñó con Li y lo dejó pasar.

En Shenzhen, Li abrió una consulta de «Terapias Occidentales Importadas». Sus pacientes llegaban equilibrados y felices. Salían odiando a sus padres, temiendo a los espacios abiertos y desarrollando tics nerviosos.

El negocio floreció. Las neurosis, por fin, habían encontrado su mercado.

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Avanzábamos sin rumbo, intentando reconocer la tierra que nos acogía. Nos parecía distinta, incluso hostil. Solo al detenernos advertimos lo imposible: el suelo nos observaba, pues un ojo inmenso se abría bajo nuestras pisadas, vigilante y silencioso.

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LA PUERTA QUE RÍE

La puerta del callejón reía como un bufón invisible cada vez que alguien pasaba, pero nadie se atrevía a tocarla. Un hombre curioso, cansado de sí mismo, se detuvo y la abrió. Al otro lado halló un mundo insólito: todos eran él, con sus rasgos, su voz, su sombra; sin embargo, reían, bailaban, vivían en júbilo constante. Creyó haber encontrado el remedio a su gris existencia, hasta que buscó el regreso. La puerta carcajeó con furia. No había salida, solo ecos burlones de su propia vida.